_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¿Cortes "valencianas"?

En víspera de la primera sesión del nuevo Parlament de Catalunya, en 1980, pregunté a un amigo molt ceballut: "¿En qué lengua hablarán los parlamentarios?". Inocentemente, mi amigo, que cubría la información política en un periódico, me respondió: "Supongo que en la que se sientan más a gusto, ya sea catalán o castellano".

No ocurrió así. En aquella primera legislatura democrática, el Partido Socialista de Andalucía había obtenido en Cataluña tres diputados. Cuando su portavoz, que creo que se apellidaba Hidalgo, comenzó a hablar en castellano, un joven y entonces poco conocido parlamentario de Esquerra Republicana, Josep-Lluís Carod Rovira, se levantó de su escaño y salió de la sala.

Creo que desde aquel plante no ha vuelto a oírse el castellano en el edificio del Parc de la Ciutadella. Es más, el portavoz del Partit Socialista de Catalunya, el abogado laboralista malagueño Eduardo Martín Toval, hizo todas sus intervenciones públicas en un cuidado idioma catalán. Prueba de su versatilidad lingüística es que, tiempo después, Martín Toval ejerció el mismo papel de portavoz socialista, en castellano, en las Cortes de la Carrera de San Jerónimo.

Con menos brillantez, pero evidentemente con mucho mayor esfuerzo, también tuvo que emplearse públicamente en un catalán de segunda mano el actual secretario de Estado Jorge Fernández Díaz cuando asumió el papel de portavoz de Alianza Popular en el Parlament de Catalunya.

Aquí somos más abiertos o más tolerantes al oír en las Cortes uno u otro de los dos idiomas oficiales. Aun así, la intervención exclusivamente en castellano de Julio de España en la sesión constitutiva del órgano legislativo el pasado día 12 provocó la polémica. Joan Ribó, con el gesto humilde de un alumno aplicado que corrige con falsa modestia al profesor, puso en un aprieto al presidente de las Cortes al pedirle prometer su cargo en valenciano. Con no poca sorna, los menos críticos han aludido a la "falta de cintura" del nuevo presidente para encajar este gol.

No soy la persona más adecuada para hablar de éste ni de ningún otro tema, claro. Pero, después de oír anteayer presentar sucesivamente sus tesis en valenciano a nuestros dirigentes políticos -Camps, Pla y Ribó-, sospecho que la lengua autóctona de la Comunidad goza de muy buena salud. Es más, dada la procedencia geográfica de los dos anteriores presidentes de la Generalitat, Eduardo Zaplana y José Luis Olivas, una sesión monolingüe como la del miércoles hace mucho tiempo que no hubiera tenido lugar.

Por eso, el lapsus de Julio de España es más de forma que de fondo, aunque creo que él no era aún consciente de la magnitud política del incidente cuando me atreví a comentarle al acabar la sesión: "Presidente, ha abierto sin querer un flanco por donde le van a llover más balones que a un portero tuerto". Y el tiempo nos permitirá comprobar que ha sido así.

Un observador a la vez apasionado y ecuánime, como espero que sea mi caso, piensa que el problema del valenciano no radica en el mayor o menor uso que de él hagan los parlamentarios -que también-, sino en la falta de una normativa específica de su utilización. Mientras la Acadèmia Valenciana de la Llengua no avance en su lento peregrinar normativo, todo serán disculpas para el mal aprendizaje del idioma, del que coexisten tantas versiones como gentes interesadas en arrimarlo a su propia sardina ideológica, digámoslo así. Un ejemplo mínimo reciente. Intentaba ayudar hace meses al menor de mis hijos en su insalvable dificultad ante un texto escolar en valenciano: "Hijo -tuve que decirle-, este texto está en catalán y es de un señor, Manuel de Pedrolo, que se negó siempre a escribir ni una línea en castellano y a hablar ni una palabra en esa lengua, según me consta en las conversaciones que mantuve con él". Sólo es una anécdota, lo sé. Pero, con ésta y muchas otras más, damos todo tipo de coartadas, paradójicamente, para que muchos chicos obtengan por los pelos un sedicente grau mitjà que no les capacita luego para mantener una conversación mínimamente inteligible en valenciano.

Por eso, estoy de acuerdo en que el valenciano que se hable públicamente en las Cortes coadyuvará a la normalización de su uso en la sociedad. Y creo, también, dos cosas más: que la tolerancia lingüística es un patrimonio de esta tierra del que vale la pena no abdicar y sentirnos orgullosos de él y que, por otra parte, con un valencianista confeso como Francisco Camps al frente de la Generalitat -"día que pasa, día que se consolida de forma más evidente nuestra nacionalidad histórica", dijo este miércoles-, el valenciano recibirá a partir de hoy un impulso público como no se esperaba. Al tiempo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_