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Columna
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Granada

En julio de 1924, tras una breve pero intensa visita a Granada, llamada por Antonio Machado "una de las ciudades más beocias de España", Juan Ramón Jiménez expresó en una carta a García Lorca su desconsuelo ante el espectáculo de "los terribles edificios jactantes que levanta por llano y monte granadinos la osadía abarrotada de cobre, en los lugares más bellos de línea y color de ese imponderable paisaje universal".

Si el poeta de Moguer volviera hoy a estos pagos, casi ochenta años después, constataría que la destrucción de aquel "imponderable paisaje universal" ha alcanzado cotas entonces inimaginables.

Lo peor, sin duda, ha sido la urbanización de ambos lados del rectilíneo Camino de Ronda, con sus cinco kilómetros de altos bloques que cortan perspectivas únicas en el mundo y han acabado con la que fue suave fusión, entre huertas y acequias, de la ciudad con su Vega. Consumada la tragedia, han asestado el golpe de gracia a tan armoniosa relación el estruendo y la fealdad de la autovía (circunvalación). Se defendió la ubicación de ésta, en la linde de ciudad y campo, con el argumento de que, actuando como una barrera, impediría que Granada siguiera invadiendo la llanura.

La realidad es que los pueblos colindantes, en primer lugar Armilla, en plena expansión urbanística y comercial, están creciendo con un ritmo tan trepidante que muy pronto, devorando miles de hectáreas de espacio verde, llegarán hasta la autovía. Yo no soy "inmovilista", como se dignó llamarme años atrás el alcalde socialista Antonio Jara. No me opongo al progreso material de la ciudad. Pero quisiera que el urbanismo fuera razonable, responsable y compatible con el medio ambiente. Y aquí, estén quienes estén en el poder, el medio ambiente apenas parece contar. Y eso que con Granada estuvo próvida la Madre Naturaleza.

Por otro lado son deprimentes dos encuestas recientes acerca de actitudes y prejuicios de la población actual. Según la llevada a cabo por la Fundación Centra, el 80% de los granadinos, nada menos, afirma rotundamente que no les interesa la política, 14% muestra "bastante interés" por ella y sólo un 4,2% "mucho interés". Ante resultado tan poco halagador no se puede echar toda la culpa a los políticos. Algo falla. La misma encuesta revela que el 38% de los ciudadanos cree que habría que cerrar de forma absoluta la llegada a España de inmigrantes. Según la segunda, realizada por alumnos de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología, el 35% de los granadinos considera que no se deberían dedicar demasiados recursos a dichos inmigrantes, porque la situación de los españoles es ya "complicada". Lindo, ¿verdad? Si añadimos que en Granada (como en el resto de la comunidad) apenas se leen periódicos, el futuro no parece exactamente risueño. Y ahora los electores han decidido que les vuelva a gobernar el Partido Popular, de tan acreditado compromiso con la cultura. Me imagino que al gracioso caballo de Pérez Villalta le queda poco tiempo, y que la fiesta de La Toma recuperará en enero, ante el fervor de los adictos, todo su rancio y católico esplendor. A uno le da mucha pena.

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