¿Poesía o prosa?
El director musical Jesús López Cobos tuvo su primera experiencia escénica en España con Las bodas de Fígaro en junio de 2000, precisamente en el marco de los festivales Mozart de A Coruña. Deslumbró con una concepción tan sensible como precisa. Desde entonces ha dirigido óperas a lo largo de todo el territorio ibérico, desde San Sebastián y Barcelona hasta Sevilla y Madrid.
A las citas coruñesas no ha faltado, aunque haya sido en versiones de concierto con títulos de Mozart y Haydn, y, quizás cumpliendo aquello de que siempre se vuelve al primer amor, ha recalado de nuevo en tierras gallegas con una ópera escenificada, la juvenil El rapto en el serrallo.
La lectura de López Cobos de El
El rapto en el serrallo De Mozart.
Orquesta Sinfónica de Galicia. Director musical: Jesús López Cobos. Con Ingrid Kaiserfeld, Ruth Rosique, Werner Güra, Franz-Josef Selig, Wolfgang Ablinger-Sperrhacke y Joaquín Candelas. Dirección de escena: Eike Gramss, realizada por Loredana Parrella. Producción del Maggio Musicale Fiorentino, 2002. Palacio de la Ópera. Festival Mozart. A Coruña, 14 de junio.
rapto... está en la línea de su aproximación a Così fan tutte en el Real o del reciente El viaje a Reims en el Liceo. Es un tipo de lectura en la que sobresalen la meditación, el preciosismo o el gusto por el detalle camerístico. La contemplación reflexiva es tan dominante que la "novela de la ópera", que diría Franz Werfel, no sale a flote y se cae en un peligroso estatismo en las progresiones dramáticas que lleva en ocasiones a pérdidas de tensión e incluso a una monotonía en el límite del manierismo. Es un planteamiento de embriagante elegancia y serenidad, a costa de cierta disminución de la energía, de la vitalidad, de ese punto de locura "optimista" que Mozart despliega en El rapto en el serrallo.
Se podría decir que la "ópera de poesía" oculta en parte la "ópera de prosa". Es algo que puede ir muy bien con otras óperas de Mozart, pero en El
rapto... se echa de menos la explosión de juventud, la frescura del cuento moral de final inocente. La Sinfónica de Galicia siguió escrupulosamente las indicaciones del maestro y consiguió una prestación espléndida, matizadísima, aunque de una belleza más crepuscular que espontánea.
La puesta en escena tampoco favoreció gran cosa el dinamismo teatral. Es decorativa sin más, poco atenta a los personajes, reiterativa en los efectos supuestamente cómicos como la presencia del cocodrilo y de encanto estético muy limitado en conjunto, a pesar de la lograda evocación del mar por medio de unos barquitos en el horizonte.
El reparto vocal estuvo bastante equilibrado, con voces tan interesantes como las de Werner Güra o Franz-Josef Selig. El motor del espectáculo fue, en cualquier caso, Ruth Rosique. Su mera presencia en escena cambiaba de hecho el alma de la representación. Es algo que está por encima de lo específicamente vocal. Y además cantó estupendamente.
El público se volcó con López Cobos, gran triunfador de la noche, y apreció en su justa medida el trabajo de los cantantes.
Babelia
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