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Dramaturgos de diferentes culturas arremeten contra la exclusión nacionalista

El Centro Andaluz de Teatro clausura en Granada un encuentro internacional

Los dramaturgos de diferentes culturas, pero residentes en países europeos, que durante tres días se han reunido en Granada convocados por el Centro Andaluz de Teatro para intercambiar pareceres, han coincidido en su oposición a las formas de exclusión que generan los nacionalismos y frente a la uniformidad han contrapuesto la diferencia como un elemento que permite el diálogo entre la cultura del país de adopción y la que traen consigo los inmigrantes.

El fenómeno de la inmigración y el consiguiente choque entre culturas aún no ha generado una corriente teatral mestiza, pero a juicio del director del Centro Andaluz de Teatro (CAT), el cubano afincado desde hace años en España, Emilio Hernández, el contacto mutuo será un terreno fértil para la creación dentro de un plazo de tiempo razonable.

La reunión de Granada ha servido para que diferentes autores se conozcan entre sí, reflexionen sobre las ventajas e inconvenientes de la creación literaria en un país extraño y, a partir de ahora, prosigan los contactos para poner en práctica actividades e intercambios creativos.

Al encuentro, que comenzó el viernes y fue clausurado ayer, han asistido dramaturgos residentes en Europa por motivos políticos o económicos como el tunecino Raja Farhat; el hindú acogido en Inglaterra Ray Grewal; el griego residente en Madrid Yannis Lamdas; la bonaerense Susana Lastreto, o Darko Lukic, nacido en Sarajevo y con residencia actualmente en Croacia.

A lo largo de los diferentes debates, los autores han expuesto sus pareceres y experiencias sobre las dificultades que entraña la creación en unos Estado europeos alejados de la cultura originaria. Frente a lo que ha ocurrido en otros estadios históricos, en la actualidad la llegada de extranjeros no está precedida por ningún conflicto ni se produce de forma masiva, sino en racimo y pacíficamente.

Sin embargo, el comportamiento del país receptor no siempre es favorable. Como expuso el poeta Luis García Montero a veces la acogida tiene más de sublimación pintoresca de las rasgos más llamativos que traen consigo los inmigrantes que de una auténtica imbricación. "Los asistentes nos hemos preguntado si cada cultura se acepta de igual a igual o las personas procedentes de otros lugares se usan como bufones. Por regla general la cultura receptora es muy hermética y suele vigilar la solidez de sus principios. Los que llegan, por el contrario, son los primeros que aprovechan ese movimiento dinámico de comunicación", señaló Emilio Hernández.

No siempre el choque cultural deriva en un encuentro; a veces los rasgos culturales del inmigrante se acaban disolviendo en los más poderosos del país de acogida o se entremezclan muy poco a poco. Para evitar una colisión que dé como resultado la exclusión de la cultura procedente de otros lugares, los autores reunidos en Granada exigieron un reconocimiento de la diferencia como un elemento unificador, frente a la uniformidad que exigen los nacionalismos.

En el transcurso de los debates, algunos de los participantes resaltaron las semejanzas de todas las culturas, a través de los grandes mitos comunes a casi todas las civilizaciones, frente a diferencias de segundo orden. "Lo que de ningún modo debemos aceptar es que se cree una nueva identidad europea definida y cerrada, sino viva y abierta permanentemente", precisó Hernández.

A juicio del director del Centro Andaluz de Teatro, la situación en que viven los autores procedentes de diferentes diásporas es un "caos" que se convertirá en un campo fértil aunque no de forma inmediata. El propio Emilio Hernández ha incorporado a sus montajes teatrales señas culturales del lugar de acogida, como los tientos que suenan en Romeo y Julieta. "Yo me impregno del lenguaje de la tierra a la que llego", dice.

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