Desnudos ejemplares
Éste es un libro vanidoso a prueba de cualquier vanidad. Protagonizado por personajes mayoritariamente secundarios, cualquiera de los 28 relatos daría una espléndida novela. John Richardson, el más conocido biógrafo de Picasso, ha reunido algunos de los artículos que durante más de treinta años ha ido publicando en The New York Review of Books y en Vanity Fair sobre lo menos conocido de los conocidos artistas del siglo pasado. El resultado va más allá del circo ambulante que suele esconderse tras el glamour de los artistas. Una obsesión para unos, una pretensión para otros, meras cifras para la mayoría, el arte en estas páginas es una cuestión que se diluye frente a asuntos como la soledad del éxito, el desconcierto de las plegarias atendidas (no en vano Truman Capote protagoniza un capítulo memorable) y la fuerza del desamor. Este último argumento, "las heridas sin cicatrizar sufridas en el arroyo", se convierte para Richardson en el verdadero motor vital de muchos de sus retratados: Joan Miró perdido en los formatos grandes; Nina Kandinsky estrangulada por los diamantes que se dedicó a coleccionar en su viudedad; Dalí firmando papeles en blanco; Andy Warhol, como el "santo idiota", protegido de la maldad por su ingenuidad casi divina; Paul Klee viviendo como un relojero suizo, o el fascinante caso de la coleccionista asesina gracias a la cual Francia se hizo con una espléndida colección de cézannes. Entre todos dibujan una lóbrega trastienda del arte del siglo XX.
MAESTROS SAGRADOS, SAGRADOS MONSTRUOS
John Richardson
Traducción de Miguel Martínez-Lage
Alianza. Madrid, 2003
486 páginas. 29 euros
Éste es un libro para quienes se interesan por la vida más que por la obra de los artistas. Fue la genialidad o la villanía de sus protagonistas lo que intrigó a Richardson. Y ha sido el conocimiento personal o la aparición de una nueva biografía lo que le ha servido para acercarse a ellos. Lo ha hecho como un entomólogo que, lejos de perderse en análisis y conjeturas, va relatando el sorprendente comportamiento de las criaturas que observa. No hace falta más. Su mordaz pluma no se apiada de ninguno de sus maestros sagrados. Hasta él mismo se aplica su propia terapia cuando describe el retrato que le hiciera Lucien Freud: "Me vi frente a frente con mi verdadero yo -aprensivo, por no decir temeroso- tras el que trato de ocultarme, como si fuera una máscara de confianza y cordialidad". El último capítulo del libro, sobre Marina Picasso, nieta del pintor, es, para acabar, una historia de crueldad y redención, un pedazo de esperanza al final de tanta fascinante mezquindad.
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