Desalojadas las familias gitanas de una fábrica de Poblenou
Las últimas 10 familias gitanas del total de un centenar que desde hace tres años han vivido en sus caravanas bajo las inmensas naves de lo que un día fue la fábrica textil Oliva Artés, en el Poblenou de Barcelona, fueron desalojadas ayer a primera hora de la mañana por la Guardia Urbana. El Ayuntamiento de Barcelona, propietario del edificio, les anunció a principios de año
que debían abandonar las naves, por lo que del medio millar de personas que llegó a albergar la fábrica ayer sólo quedaban unas 40.
La fábrica Oliva Artés será rehabilitada y se integrará en el futuro parque Central del Poblenou como equipamiento público. Hasta hace pocas semanas, las naves del edificio, que suma 2.400 metros cuadrados, constituían una microciudad formada por decenas de caravanas, montones de chatarra y papel, e inmensas pilas de basura.
El desalojo de ayer se produjo sin incidentes y la mayoría de las familias, de origen gallego y portugués, se trasladaron con sus caravanas a un solar de la calle de la Agricultura que también está ocupado desde hace tiempo por gitanos. Además de la Guardia Urbana, acudieron al desalojo profesionales de los servicios sociales del distrito para ofrecer asistencia a las familias, que la rechazaron.
Por la tarde, un grupo de operarios comenzó a tapiar las puertas de acceso a la fábrica y el Ayuntamiento explicó que los trabajos de rehabilitación empezarán en breve. Mientras, a unos centenares de metros, en el solar de la calle de la Agricultura, algunas de las familias desalojadas fijaban sus caravanas en el suelo donde piensan vivir hasta que les echen de nuevo.
Otros, como Felipe, de 27 años y originario de Galicia, preparaba la caravana para el viaje que hoy le llevará junto con su mujer y sus tres hijos a pasar el verano en su tierra trabajando como vendedor de chucherías en las ferias de los pueblos. "En septiembre volveremos", aseguraba. ¿Adónde? "No lo sé, algo encontraremos", afirmaba mientras se encogía de hombros.
El asentamiento de la calle de la Agricultura, donde ayer se podían contar no menos de 70 caravanas en medio de una notable actividad, incluso entre los niños que se bañaban en piscinas de plástico, es uno de los últimos resquicios de campamentos gitanos que sobreviven en Barcelona. Pero la ciudad crece y estrecha el cerco en torno a las familias que viven de recoger y vender chatarra, las cuales reclaman espacios que se adapten a este modo de vida. "No queremos trabajo ni casa, ya tenemos; sólo queremos que nos dejen en paz", manifestaba un hombre con aspecto de patriarca.
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