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Reportaje:REPORTAJE

Tánger, centinela del islam

Tánger es un baluarte que se erige como un desafío ante Occidente". Jamaa Moatassim, coordinador de las campañas electorales del Partido de la Justicia y del Desarrollo marroquí (PJD), da esta respuesta contundente cuando se le pregunta por qué fue en la ciudad del Estrecho donde su formación islamista cosechó el mejor resultado en las elecciones legislativas de septiembre pasado en Marruecos. Moatassim observa la reacción a su exabrupto en el rostro de su interlocutor y suelta una carcajada.

Tánger, la ciudad frontera desde donde se ven las luces de los coches que circulan en Tarifa (Cádiz), la urbe que gozó de un estatuto internacional, es donde los islamistas legales del PJD lograron el 44% de los sufragios emitidos y conquistaron, hace nueve meses, la mitad de los seis escaños de diputados. "Y eso que la consulta electoral sólo fue respetada en un 80%", afirma Najib Bulifka, el cabeza de lista islamista al Parlamento.

"Occidente nos ha cerrado las puertas dejándonos bajo la influencia, casi exclusiva, de un Oriente cada vez más oscurantista", se lamenta Tribak, redactor-jefe de una revista tetuaní
"Tenemos el deber religioso de hacer progresar al país recurriendo a la política", asegura el diputado Bulifka. "Si se nos cercena esa vía vendrán otros que serán mucho más radicales"
"Hay distritos enteros que están fuera de la ley, a los que los taxis no le llevan, en los que la policía apenas entra y los delincuentes se mueven a sus anchas", afirma Mechbal

En la cercana Tetúan, la antigua capital del Protectorado español, el PJD no arrasó -sólo obtuvo un escaño porque la circunscripción es más rural-, pero en el Ministerio del Interior marroquí se indica que es la aglomeración urbana en la que está mejor implantado Justicia y Caridad, el otro gran movimiento islamista. Esta organización ilegal pero tolerada, que dirige el jeque Abdesalam Yassin, pidió a sus simpatizantes que boicotearan unos comicios que consideraba trucados de antemano.

En Tánger sólo votaron 120.000 de los 245.000 censados como electores, y cerca de 40.000 emitieron votos nulos. Pero ese alto porcentaje de abstención (51%) y de papeletas anuladas no significa que los que rehuyeron las urnas siguieron las consignas del jeque Yassin. El abstencionismo en Marruecos es, ante todo, ignorancia del proceso electoral, y, en menor medida, protesta.

Tras los atentados de mayo en Casablanca, en los que un puñado de integristas se volaron con sus cargas explosivas provocando la muerte de otras 31 personas, las fuerzas de seguridad practicaron decenas de detenciones en la capital económica del país y, también, en Fez y Tánger. Allí fue apresado, el martes, el francés Pierre Robert, alias Abu

Abderramán, de 31 años, convertido al islam y presentado por algún periódico como el enlace entre los kamikazes marroquíes y Al Qaeda, la organización capitaneada por Osama Bin Laden.

Allí también fue detenido, hace 10 días, Mohamed al Fizazi, de 54 años, un predicador radical que ejerció su oratoria en Hamburgo y al que la fiscalía de Casablanca acusa ahora de ser "uno de los teóricos del salafismo combatiente". Esa fue la doctrina que, aparentemente, inspiró a los jóvenes suicidas que destruyeron, entre otros objetivos, la Casa de España de Casablanca.

¿Por qué es en el norte de Marruecos donde los islamistas son más influyentes? "Primero por razones históricas", contesta Bulifka, de 39 años, un diputado formado en Francia. "Ésta es una región conservadora, en la que ejercen mucho peso algunas familias religiosas, y poco receptiva a las nuevas ideas", añade. "Desde hace un cuarto de siglo los islamistas nos esforzamos por fomentar un renacimiento religioso, y esto está dando sus frutos".

Aissa Acharki es el responsable regional de Justicia y Caridad. De los tiempos en que residió en Londres, habla un inglés perfecto, domina el francés y chapurrea el castellano, pero para su primera entrevista con un periodista extranjero prefiere expresarse en árabe, que traduce una intérprete al castellano.

Sentado en medio de sus discípulos, todos ellos políglotas, en una casa del centro de Tetúan, Acharki rehúsa, fiel al secretismo que caracteriza a su organización, revelar cuántos afiliados tienen en la zona. "Sí le digo", reconoce, confirmando las palabras de Bulifka, "que entre estas gentes conservadoras hemos encontrado un terreno de antemano abonado para acercarles la palabra del islam".

Para acabar de garantizar la fertilidad del terreno, los fieles del jeque Yassin no ahorran esfuerzos. "Visitamos hospitales, orfelinatos, etcétera", explica Acharki. "También ofrecemos nuestra mediación a personas enemistadas y, si la aceptan, solemos reconciliarlas".

"Proponemos además", prosigue Acharki, "llevar dulces a las bodas, confeccionar el vestido de la novia e incluso enviamos a nuestros músicos para alegrar la fiesta del matrimonio". "Todo ello completamente gratis". "Lo hacemos, ante todo, con familias humildes, pero también ayudamos a los ricos porque lo importante es que sean personas con buen corazón".

Más allá de la tradición religiosa, la proximidad con España, con Occidente, contribuye también a reforzar el islamismo en el norte. "En la adhesión al islamismo puede haber algo de desafío frente a un Occidente tan cercano y, a veces, provocador", señala el diputado Bulifka. "La injusticia que sufre el mundo musulmán, por culpa de Occidente, nos hace huir de sus valores y buscar refugio en los nuestros", añade Acharki.

"Esta tierra fue un cruce fecundo de culturas de Occidente y Oriente", opina Abdelaziz Tribak, redactor jefe de la revista tetuaní Al

Jisr, que incluye, a veces, páginas en español. "Pero Occidente nos ha cerrado las puertas, desde hace algo más de una década, imponiéndonos, por ejemplo, el visado". "Nos está dejando así bajo la influencia casi exclusiva de un Oriente que es cada vez más oscurantista".

Jalil Mechmal, director del semanario tangerino Chamal, culpa directamente a España. Mucho antes de que se implantase el engorroso visado, en 1956, "España se retiró y se desinteresó de su protectorado desde todos los puntos de vista, empezando por el cultural", sostiene. "Dejó un gran vacío". "Francia hizo, en su zona, todo lo contrario".

Al abandono español se añadió la marginalización a la que el príncipe heredero, Mulay Hassan, entronizado en 1961, sometió a un norte que se le rebeló después de la independencia. Cuando accedió al trono, Hassan II le castigó por su ofensa. Durante sus 38 años de reinado nunca visitó las ciudades del Marruecos septentrional y si pasó por Tánger fue sólo para embarcarse en su puerto.

"Cuarenta años de segregación han generado muchos problemas de los que se aprovechan los islamistas", se lamenta Jalil Mechbal. "A falta de inversiones creadoras de empleo han surgido negocios ilícitos, como el contrabando con Ceuta, la droga y las mafias de la emigración". "Hay en la ciudad una capa social acaudalada muy vinculada a los tráficos delictivos".

Droga y caridad

Mechbal sospecha además que, para darse buena conciencia, los "capos de la droga financian las innumerables asociaciones caritativas a través de las cuales los movimientos islamistas captan a sus adeptos". "¿Cómo explicar, si no, que cerca de la mitad de las mezquitas de la ciudad sean ilegales?". "¿Con que dinero se construyen?".

Hace 10 años, unas 70.000 hectáreas estaban dedicadas en el Rif al cultivo del hachís. Hace un año, el Observatorio Francés de las Drogas y las Toxicomanías estimaba que esa superficie había aumentado hasta las 120.000 hectáreas a causa de la creciente laxitud del Ministerio del Interior.

Pasqual Moreno, un ingeniero agrícola de la Universidad Politécnica de Valencia, calcula ahora, en declaraciones a la agencia Reuters, que, si se toma en cuenta el incremento del consumo de un fertilizante que se utiliza casi exclusivamentre para el hachís, la extensión ronda ya las 250.000 hectáreas.

Ni que decir tiene que los islamistas de uno y otro borde niegan cualquier relación con los traficantes de hachís. Es más, para Acharki, la droga, el contrabando con Ceuta y el tráfico de emigrantes son los tres "males específicos" de la región que incitan a muchos ciudadanos a buscar amparo en el auténtico islam.

"El grueso de sus ingresos, los islamistas los consiguen gracias a las cotizaciones de los emigrantes marroquíes en Europa", asegura un experto contratado por una ONG que rastrea el Rif. Los 3.300 millones de dólares de las remesas de los emigrantes constituyen la principal fuente de divisas de Marruecos, por delante del turismo.

Mohamed VI, que fue entronizado en julio de 1999, recoge ahora los frutos de la política discriminatoria de su padre, pese a haber intentado reconciliarse con el norte. Su primer viaje como rey fue a esa región, y ahora pasa los veranos entre sus palacios de Tánger y Tetúan. Proyecta además la construcción de nuevas infraestructuras, empezando por un gran puerto que competirá directamente con el de Algeciras.

"Estamos encantados con todas estas iniciativas", asegura Mohamed Nuri, periodista de Chamal, "aunque todo es mejorable". "La sede del proyecto del nuevo puerto debería de estar en Tánger, como la de la Agencia de Desarrollo del Norte, y toda esta región tendría también que estar incluida en el plan nacional de turismo" que otorga la prioridad al sur.

El turismo es una palabra con la que los islamistas se llenan la boca cuando hablan de dinamizar el norte, pero le ponen tales cortapisas que, para muchos, resultará poco atractivo. "Hay que fomentar ante todo un turismo cultural", recalca el diputado Bulifka. ¿Podrán beber alcohol los visitantes extranjeros? "Sí, pero en lugares discretos para que no se fomente así su consumo", añade. "Debemos intentar que el turismo sea cultural y prescinda del alcohol", advierte Acharki, de Justicia y Caridad.

Mano tendida del rey

Es posible que esa mano tendida al norte por el monarca llegue demasiado tarde. "Tánger es una ciudad apacible y segura al 100%", titulaba el semanario local La Dépêche días después de los atentados de Casablanca. Más allá del bulevar Pasteur con sus terrazas de café, de la playa y de sus hoteles, hay, sin embargo, otra ciudad que el turista no suele pisar.

La estadística oficial no describe un panorama demasiado negro de la urbe del Estrecho. Un informe del Ministerio de Urbanismo y Vivienda, de septiembre de 2001, indicaba que menos del 4% de las familias de Tánger se alojan en casas insalubres, un porcentaje muy inferior al de Casablanca o Salé. La economía de Tánger, la segunda del país después de la de Casablanca, "está creciendo estos años al ritmo de un 10% anual", señala Alí Abjiu, corresponsal en la ciudad del diario L'Economiste de Casablanca.

Los islamistas y sus detractores no se acaban de creer esas cifras halagüeñas sobre la vivienda. "El 40% de los tangerinos se hospedan en chabolas, y si añadimos los pisos en malas condiciones, podemos estimar que los dos tercios de los alojamientos son insalubres", sostiene el diputado Bulifka. "Hay distritos enteros que están fuera de la ley, a los que los taxis no le llevarán, en los que la policía apenas entraba -por lo menos hasta los atentados- y en los que los delincuentes se mueven a sus anchas", denuncia el director de Chamal.

Esos inmensos arrabales, mezcla de chabolas y de vivienda social, se llaman Dcharbendiben, Hauma Chuck o Hauma Sadam, donde fueron capturados Pierre Robert y sus acólitos, y sus alcantarillas a cielo abierto despiden olores nauseabundos mientras la chiquillería corretea por descampados convertidos en basureros al aire libre. Allí vive buena parte de los cerca de 700.000 habitantes, muchos de ellos emigrantes rurales, que Tánger tiene oficialmente. Sus autoridades manejan la cifra oficiosa de un millón.

Allí también reside y trabaja Ahmed, un joven supuestamente inscrito en la asociación Gentes de la Sunna y de la Comunidad, pero que, ante el periodista extranjero, se niega a revelar su afiliación y elude las preguntas sobre sus ingresos. Sí habla, en cambio, de su trabajo en un castellano fluido aprendido en su niñez viendo las televisiones españolas.

Predicador itinerante

Ahmed se define como "predicador itinerante". "Recorro los cafés, me subo a los autobuses, y a los pasajeros les llevo el mensaje del islam, les animo a ser piadosos, a acudir a las mezquitas no oficiales donde se explica una religión más auténtica". "No, no", responde indignado, "yo no hago ninguna apología de la violencia".

"En general, la acogida es buena, excepto", reconoce con una sonrisa, "cuando están viendo un partido de fútbol en el que juegan equipos españoles". "Me piden entonces que pase más tarde". "Si son receptivos les propongo que me compren algunas lecturas o algún casete con sermones didácticos". "Si carecen de medios se los regalo".

Desde la oleada terrorista de mayo, los Ahmed se han hecho más discretos. Las mujeres de Tánger van igual de tapadas en los barrios marginales, pero muchos barbudos se han afeitado a medida que las fuerzas de seguridad multiplicaban los controles.

Tan sólo un centenar de personas respondieron, el penúltimo sábado de mayo, a la concentración que convocaron los islamistas moderados para expresar su repulsa de la violencia. "Es posible que muchos no se atrevieran a manifestarse bajo la bandera del PJD, al que se acusa de complicidad intelectual con los autores de los atentados", señala un profesor de español que pide permanecer en el anonimato.

Para otros, sin embargo, las explosiones de Casablanca y el escaso poder de convocatoria del PJD anuncian el reflujo de la marea islamista en Tánger. En septiembre están previstas elecciones municipales, pero el resultado de la consulta "será nefasto para el PJD", anticipa, en su editorial, Mojtar Onassar, director de La

Dépêche. "Los atentados provocan el rechazo de la población al integrismo", insiste Mechbal.

Abjiu, corresponsal de L'Economiste, no está del todo seguro de que este pronóstico sea acertado. "El problema es que Tánger es un barco sin capitán", sostiene. Los candidatos de los partidos tradicionales que se enfrentan al PJD -el actual presidente de la comunidad urbana es Abdesalam Arbain, del partido del Istiqlal- son "grandes dinosaurios desgastados" con escasa capacidad de ilusionar a los votantes. Algunos, como el propio Arbain, han sido derrotados en las legislativas.

Señalado con el dedo por sus adversarios, el PJD multiplica las concesiones formales. Su secretario general, Saad Eddine Otmani, acaba de sugerir que podría presentar pocos candidatos a las municipales para reducir su presencia en muchos ayuntamientos. En las legislativas de septiembre sólo concurrió en 56 de las 91 circunscripciones, y, aún así, fue la tercera formación más votada.

"Tenemos el deber religioso de hacer progresar al país recurriendo a la acción política", insiste Bulifka. "El partido atraviesa un momento delicado" después de los atentados, reconoce. "Pero, si se nos cercena esa vía pacífica y constructiva, vendrán otros, que se pretenderán islamistas, pero que serán mucho más radicales".

Nador y Alhucemas

Al lado de esos bastiones islamistas de Tánger y Tetúan hay otro norte de Marruecos, menos poblado y más al este, donde los integristas gozan, curiosamente, de escaso predicamento. Nadia Yassin, la hija del jeque Yassin, confesaba hace un año, según el extinto semanario Demain, que la única ciudad importante del país en la que el movimiento fundado por su padre no estaba implantado era Alhucemas. En Nador, colindante con Melilla, apenas están presentes.

En ese norte oriental y escarpado está, en cambio, resurgiendo el nacionalismo rifeño que Rabat se esfuerza por frenar. El último episodio de esa pugna tuvo lugar en Nador, hace un mes, cuando el Ministerio del Interior ordenó que se retirasen las señales de tráfico y placas con los nombres de calles escritos en tifinag, el idioma rifeño, además de árabe y francés, que el Ayuntamiento había decidido colocar. El auge del sentimiento bereber, poco teñido de religiosidad, podría ser un dique para el islamismo.

Rodeado de discípulos que asienten, Acharki, un rifeño, confía, sin embargo, en que los islamistas acabarán ganando la partida a los nacionalistas. "Esa región", explica, "ha sufrido una cruenta opresión en tiempos de Hassan II. (...) Sus gentes, retraídas y violentas, buscan soluciones inmediatas. (...) La que nosotros proponemos [hasta la construcción del Estado islámico] lleva décadas".

Los rifeños han emigrado masivamente a los Países Bajos, a Bélgica y a Alemania, y allí, "en libertad, han podido conocer nuestra asociación", prosigue Acharki. "Muchos se están apuntando". "Llevará tiempo". El Rif profundo, a juzgar por sus palabras, se empieza a islamizar a través de su emigración. Si el jeque Yassin logra su propósito, todo el norte de Marruecos acabará algún día siendo un feudo islamista.

Jóvenes y ancianos, en una plaza de Tánger.
Jóvenes y ancianos, en una plaza de Tánger.BERNARDO PÉREZ

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