La música iluminada

El ciclo Música de Hoy comenzó en enero con un testimonial maratón de jóvenes compositores e intérpretes españoles. En las postrimerías de la actual edición ha dedicado dos conciertos al Nono de su última década, la de los ochenta, con el emblemático Prometeo de centro, pero también con un antes: Das atmende Klarsein, para flauta contrabajo y pequeño coro, con textos seleccionados por Massimo Cacciari a partir de Rilke y otros, y un después: A Pierre. Dell'azzurro silenzio inquietum y Post-preludio per Donau. Representan todas ellas las inquietudes espaciales, polifónicas desde la electrónica en vivo, o de circulación del sonido, que preocupaban preferentemente al compositor veneciano en la recta final de su carrera artística, y en el caso de Prometeo supone el punto de llegada de su faceta escénica tras sus acciones Intolleranza 1960 y Al gran sole carico d'amore. El drama per música ha dejado definitivamente su sitio al drama in música y la concepción de compromiso político, tan ligada a la música y el pensamiento de Nono, se ha desplazado hacia una búsqueda interior desde las esencias del sonido y su proyección. Por ello supuso una suave ironía que durante varios de los fragmentos en pianísimo del coro de Das atmende Klarsein se colasen en la sala los gritos procedentes de una manifestación que transcurría en la calle contra la OTAN, con los inevitables "Gobierno, dimisión", "No a la guerra" o "Bases, fuera". Podría haber sido un homenaje a John Cage por la integración del azar a la música organizada, pero en realidad era un guiño al propio Nono de etapas anteriores.

El estreno del espectacular Prometeo en España -con una selección de textos de Cacciari a partir de Hesiodo, Esquilo, Píndaro, Herodoto, Eurípides, Benjamín y Hölderlin- tuvo lugar en Valencia la semana pasada en el claustro de la Universidad. Si ya hubo grandes diferencias entre los dos días que allí se realizó (a favor del segundo), la comparación con la experiencia madrileña, o con cualquier otra, se vuelve imposible, y más aún si se toma como referencia el estreno en la iglesia de San Lorenzo de Venecia, con la estructura arquitectónica que levantó Renzo Piano para la ocasión. Hay, pues, un Prometeo para cada espacio, con procesos de seducción incluso en la más absoluta oposición.

La versión del Monumental fue direccional y concentrada, permitiendo una apreciación elevada del excelente conjunto de solistas vocales (impresionantes la afinación colectiva y el fa sobreagudo casi final de Petra Hoffmann) y del no menos extraordinario Coro de Friburgo. Fue una lectura compacta, bien controlada por Arturo Tamayo y André Richard, y con un especial mérito de las tres orquestas valencianas que se sumaron al trabajo magistral de instrumentistas históricos en estas lides como los Fabbriciani, Scarponi, Scodanibbio o Bürger. El concepto polifónico veneciano de la música que Nono defiende se hizo palpable y la importancia de una manera de escuchar en la que cobra importancia extrema hasta el silencio. La enorme trascendencia del concierto merecía un programa de mano menos miserable y más informativo que el que se repartió. Ha sido el único lunar de una jornada memorable, un acontecimiento.