El ídolo tramposo
Sammy Sosa, superestrella del béisbol, expulsado tras romper un bate y descubrirse que éste era ilegal
Sammy Sosa, la superestrella dominicana de la liga profesional de béisbol norteamericana, está bajo sospecha desde el pasado martes. Y toda su carrera, plagada de récords y admiradas imágenes como uno de los peloteros más potentes de la historia, es ahora cuestionada. Sosa fue expulsado esa noche por los árbitros tras destrozar, otra vez, un bate con uno de sus habituales roletazos previos a los 505 home run que jalonan su marca. Pero esta vez el bate tenía corcho inyectado. Una ilegalidad. Sosa, que atraviesa un bache de juego tras una lesión, será sancionado y su mito ha quedado resquebrajado.
Sosa se apresuró a asumir personalmente toda la culpa de lo que calificó como un desgraciado error de elección. Dijo que se había equivocado al escoger un tipo de bate que normalmente utiliza en los entrenamientos para mejorar su espectacular pegada. Pero la evidencia del corcho inyectado en el interior del bate, apenas una pieza del tamaño de medio dólar, fue tan dura y demoledora que ha multiplicado las preguntas sobre toda su trayectoria. Especialmente sobre la progresión que experimentó tras el verano de 1998, cuando Sosa se transformó en una estrella nacional tras su disputa con Mark McGwire. Sosa anotó entonces 61 home runs (carrera completa a todas las bases) y finalizó la sesión con 66. McGwire golpeó 70, pero luego tuvo que admitir que estaba tomando esteroides, una sustancia no prohibida por la liga más permisiva del mundo. Las acusaciones contra Sosa por ingerir esteroides le persiguen desde entonces. Él las niega. Pero tras el descubrimiento de esta trampa en el uso de ese bate más ligero, las especulaciones han aflorado de nuevo.
El dominicano, que tiene 35 años, no está en su mejor momento de forma. El martes, en el partido fatídico que puede emborronar toda su trayectoria, acababa de reaparecer tras 17 juegos y tres semanas de ausencia forzada por una lesión en una uña de un pie. Los cachorros de Chicago, su equipo, se enfrentaban a los Devil Rays de Tampa Bay, Florida. El encuentro iba igualado. Los cachorros tenían hombres en la segunda y tercera base. Sosa salió y propinó uno de sus clásicos roletazos, que impulsó una carrera. El bate quedó pulverizado. El jefe de los árbitros, Tim McClelland, se acercó, recogió los trozos y observó rápidamente algo extraño. Le sonaba familiar. Es un árbitro con experiencia y que ha vivido casos semejantes. Reunió a sus colegas y se fue a mostrar la prueba al manager de los Cubs, Dusty Baker. La carrera fue anulada y Sosa expulsado. Puede ser castigado con una potente multa y entre ocho y diez partidos, según los precedentes. Los Chicago acabaron ganando 3-2. Pero ahora tanto Sosa, su agente, sus entrenadores, los ejecutivos del club y de la liga no paran de disculparse y buscar excusas. El jugador asume su culpa y que será acusado de agravar los prejuicios extradeportivos sobre él y sobre el béisbol, pero añade que no necesita ningún tipo de ayuda para machacar bates y pulverizar todas todas las marcas.
Sosa es consciente de que todos sus números están en entredicho. Ha sido seis veces All Star, varias el mejor jugador de la liga y es el único que ha golpeado 60 o más homers tres veces. Nada más iniciarse esta temporada, Sosa superó el listón de los 500 home runs, un techo al alcance de muy pocos. Pero desde el pasado 20 de abril, cuando fue golpeado en la cabeza por un lanzador de los Piratas, entró en declive. Esta sesión sólo ha marcado seis homers.
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