Dos jornadas de gran música
Dos maestros protagonistas de nuestro sinfonismo contemporáneo como son Rafael Frühbeck de Burgos y Antoni Ros Marbá han dirigido este fin de semana los programas de la Sinfónica de Madrid y de la Orquesta Nacional. Del primero, hay que destacar el Poema del amor y del mar, de Chausson, sobre textos de Bouchor, cantado por María Orán. Mejor diríamos "encantado", pues la poética del músico francés es pura expresión de sensibilidad e inteligencia, exactamente las condiciones que cualifican a la Orán y a Ros Marbá. Chausson, mágico e intimista, fue prodigio del más acabado refinamiento y sus intérpretes de ahora han respondido a la hondura y a la pureza de unos pentagramas que concilian la interiorización y el distanciamiento. Antes, escuchamos los mares que bañan Aldeburg, en la ópera de Britten, Peter Grimes, los Cantos de García Abril, que nos son familiares, y el soberbio poema debussyano, La mer.
Ciclos de la Comunidad de Madrid
Orquesta Sinfónica. Director: Ros Marbá. Solista: María Orán. Auditorio Nacional. Madrid, 29 y 30 de mayo.
La Nacional evidenció su clase, a las órdenes de Frühbeck de Burgos, en una tarde dedicada a Beethoven y a Richard Strauss. Ciertamente, se trataba de un Beethoven menor: el de la obertura El Rey Esteben (1812) y la Fantasía coral con piano y orquesta (1808), uno de los antecedentes del final de la Novena. El Coro Nacional se unió en pie de igualdad a la excelente labor de la orquesta para cantar las estrofas del poeta vienés Christoff Kuffner y el pianista Rudolf Buchbinder (Leitmeritz, Austria, 1946) resolvió con belleza sonora y sobriedad de estilo, su parte protagonista para acertar plenamente en el hermoso acherzo, tan vienés en sus ideas, sentimientos y nostalgias, titulado Burlesca. La esplendorosa y constructivista orquestación straussiana campea, una vez más, en esta obra original en la que c
antan los timbales un tema de cuatro notas. Para terminar, el más grande homenaje rendido a Viena por Strauss: El Caballero de la Rosa. En Srauss, la orquesta íntegra debe producirse con virtuosismo que no oculta, sino más bien realza, la evocación de Viena a comienzos del reinado de María Teresa. En resumen, dos jornadas de gran música bien interpretada por dos batutas españolas herederas de las mejores tradiciones europeas.