Luque saca petróleo en 13 minutos
El delantero del Deportivo sale al final con todo perdido, en manos del Atlético, y da la vuelta al encuentro en dos carreras
Luque aprovechó el tiempo. Saltó al campo con todo perdido para el Deportivo y 13 minutos por delante. Pero le resultó suficiente. Tiró dos carreras, arrolló por velocidad a Contra y les regaló a Makaay y Valerón la remontada. Y, así, al tiempo que dejó vivos los sueños ligueros del Depor, enterró los del Atlético, cada vez más lejos de la Copa de la UEFA. Luque ganó el partido. Se lo quitó de las manos a los entrenadores, que lo movieron de un lado a otro con sus decisiones, y se apoderó de él. Y Riazor, de uñas contra Javier Irureta, se lo agradeció efusivamente.
De nada le valió al Atlético pisar Riazor con un plan debajo del brazo. El buen humor que Luis Aragonés lucía por la mañana, amable y generoso con los aficionados, ya lo anunciaba. El semblante del técnico, tan seguro de sí mismo como en los viejos tiempos, le avanzaba un sitio en el partido: habría un desafío táctico, una alineación con sorpresa, un secreto bien guardado con el que dejar al Depor de piedra. Su jugada consistió en un 4-1-4-1 que renunciaba al medio punta convencional a cambio de un volante escoba, Nagore, para prohibirle los espacios a Valerón.
DEPORTIVO 3 - ATLÉTICO 2
Deportivo: Molina; Manuel Pablo, Andrades, Naybet, Romero; Sergio (Luque, m. 77), Mauro Silva; Víctor (Duscher, m. 44), Valerón, Fran (Capdevila, m. 52); y Makaay.
Atlético: Esteban; Contra, Coloccini, García Calvo, Sergi; Nagore (Aguilera, m. 70); José Mari, Albertini, Movilla (Jorge, m. 42), Luis García; y Fernando Torres (Correa, m. 61).
Árbitro: Pérez Pérez. Expulsó a Naybet (m. 6). Amonestó a Contra, Coloccini, José Mari, Jorge, Andrades y Duscher.
Goles: 0-1. M. 5. Albertini, de penalti.
1-1. M. 13. Romero cabecea picado
1-2. M. 76. Correa, de cabeza, tras un fallo de Molina.
2-2. M. 78. Makaay, a pase de Luque.
3-2. Valerón fusila también a pase de Luque.
Unos 23.000 espectadores en Riazor.
La medida tenía su sentido. Primero, porque dejaba al fin a cada rojiblanco en su sitio, con la gente de la banda en la banda y el personal del medio en el medio y, sobre todo, porque llenaba de minas el juego habitual del Depor. No era inapelable que el Atlético se pusiera de cara el partido por su plan original, pero el gesto de satisfacción de Luis con el 0-1 así lo interpretaba. En todo caso, Luis no sospechaba que la celeridad con la que asomaron los beneficios iba a suponer su propia ruina, un golpe letal a su revolucionario diseño.
Porque el 0-1 llegó acompañado de la expulsión de Naybet. Y, así, con un hombre más, los rojiblancos dieron la sensación de ya no saber qué hacer. De tenerlo todo previsto para el 11 contra 11, pero nada preparado para el 11 contra 10. Ya le ocurrió lo mismo en el Bernabéu, hace una vuelta.
El aplomo de Irureta tuvo que ver también con el desconcertante vuelco del encuentro. Se resistió a la tentación de buscar un central en el banquillo a costa de perder una pieza creativa y, simplemente, combatió el contratiempo doblando funciones. Así que el agujero de Naybet le tocó asumirlo a partes iguales a Romero, mitad central, mitad lateral; a Mauro Silva, mitad medio de contención, mitad central, y a Fran, mitad extremo, mitad lateral.
El éxito de la decisión de Irureta se vio favorecida por la pasividad que enseñó el banquillo de enfrente para contestarle. Pero, sobre todo, por el arrebato de jugador importante que les dio a Valerón y Fran. Ambos, el uno con su prodigiosa capacidad para descubrir espacios libres en una caja de cerillas y su mágica habilidad para dormir el balón con un batallón de rivales acosándole y el otro con la precisión de su pierna izquierda y su sentido para conectar con los compañeros, se comieron al Atlético en la media hora que sucedió al gol de Albertini. Y así, pese a la inferioridad numérica, llegó el empate del Depor y una batería de ocasiones. A Valerón no sólo le dio lo mismo llevar a Nagore colgado de la camiseta, sino que lo agradeció para apoderarse de la situación.
Hasta que Luis desactivó el contrasentido, demasiado tarde, dando entrada a un media punta, volviendo al 4-2-3-1 y encomendándole a Nagore una obligación zonal, que si Valerón se dejaba caer por una banda ya le cogería otro compañero. El Depor, efectivamente, se apagó. E Irureta ya sí tomó precauciones de forma progresiva. Primero, con Duscher, aunque forzado por la lesión de Víctor; luego, con Capdevila.
Sin excesiva presencia en el área de Molina, el Atlético ejerció el gobierno del segundo tiempo. Tuvo más la pelota, la movió mejor y se aprovechó de que el Depor, por una mera cuestión de oxígeno, empezó a acusar su inferioridad. Fue precisamente entonces, cuando el partido se inclinaba del lado rojiblanco, cuando a Luis le dio por desentonar: mandó a la ducha a Fernando Torres y sacó a Correa. Estaba el técnico en su día más lúcido, pero al final también la lió. No es que Torres estuviera demasiado inspirado, pero mantenía a unos cuantos jugadores del Depor ocupados y obsesionados. Y, además, tiene que estar siempre.
Fue irse Torres y perder el miedo el Depor. Siguió sin la pelota, pero ya se defendió silbando. Tan tranquilo y confiado que en parte lo pagó. Pero ni el error de Molina, el 1-2, hizo ganar enteros al Atlético. Al contrario, el tanto obligó a Irureta a tirar de la valentía de la que huye, a cambiar un centrocampista por Luque y su velocidad. Y al instante, para reivindicar que sabe más la grada que le reclama que el entrenador, Luque fabricó sin despeinarse el empate. Y un rato más tarde, en otra carrera vertiginosa con parada en seco y pase letal a Valerón, se inventó el 3-2. Y todo en 13 minutos, los que Irureta le permitió. El tiempo suficiente para fabricar la remontada y poner Riazor a sus pies.
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