Una película única
'Canciones para después de una guerra', de Basilio Martín Patino, en EL PAÍS
"Eran canciones para sobrevivir, canciones con calor, con ilusiones, con historia; canciones para sobreponerse a la oscuridad, al vacío, canciones para tiempos de soledad...". Al director Basilio Martín Patino se le "encendieron bombillas del subconsciente" cuando en un viaje en coche Carmen Martín Gaite se puso a canturrearle viejas letras de Concha Piquer. Patino tuvo la impresión de que aquellas canciones despertaban "asociaciones que, sin saber por qué, aportan explicaciones sobre zonas de nosotros mismos". Y comenzó una intensa búsqueda "de materiales ya históricos -recuerdos, objetos, voces, fotos, datos, fragmentos de películas, etcétera-, a falta de poder recuperar también la magia de sus perdidas sensaciones, sus significados o sus sentimientos", para hacer una película que se iba a transformar en "una inmensa magdalena proustiana, que se ofrece al espectador a modo de relectura irónica, amarga y entrañable, no precisamente gloriosa de la España 1939-1953, y al mismo tiempo como un exorcismo", según opinó José Luis Guarner.
Cuando la censura vio Canciones para después de una guerra, comenzó el calvario. Exigió numerosos cortes, que Patino fue negociando uno a uno a lo largo de un tiempo. Mientras tanto, el crítico Pedro Crespo, que la había visto en privado, comentó en Arriba: "Es una obra de arte ejecutada con un pudor y una minuciosidad increíbles y con una gracia, una ternura, una tristeza, una nostalgia y una alegría vitales: un magnífico exponente de la evolución del país", lo que provocó una respuesta inmediata de Félix Martialay, con seudónimo, en el significativo diario El Alcázar, en la que calificaba la película de "atrozmente parcialista", y a su autor, de "adulto encogido y canijo, agonizante y llorón". Cuando la censura aprobó definitivamente la película, la vieron los responsables del Festival de San Sebastián, que no sólo la rechazaron indignados, sino que alertaron a las más altas autoridades franquistas, hasta conseguir que el mismísimo almirante Carrero Blanco tomara cartas en el asunto nombrando una comisión especial.
El estudioso Ernesto J. Pastor Martín ha logrado sus informes, en los que, entre otras lindezas, puede leerse: "Nada se salva de la implacable sátira, ni la Monarquía, ni la Falange, ni la Iglesia. Hasta con Auxilio Social se ceba la saña rencorosa del autor". "No aparece ni una sola de las conquistas y logros del régimen, sino todo lo que pueda malinterpretarse". "Se socavan los cimientos mismos de la Patria". "No se aprecia en ella crítica constructiva, sino el propósito de ridiculizar cuanto le resulta incómodo al guionista en una visión amarga, personalista y demoledora". "En definitiva, película anti-régimen, de pésima intención, seguramente impregnada de bilis de algún rojo derrotado, y sin respeto alguno para la Religión ni para los valores morales, que ha de indignar a todo buen español". Como resultado, se prohibió definitivamente la película, que sólo pudo exhibirse al poco de la muerte de Franco. Su estreno fue saludado como una conquista de las libertades, y no fue raro que se convirtiera en uno de los más sólidos y necesarios éxitos del cine español. "Revuelve las tripas de nuestra educación sentimental", escribió Vázquez Montalbán.
Años después, Ángel Fernández-Santos escribió en este periódico que "algunas de sus imágenes son imperecederas; su humor, un canto a la libertad de espíritu bajo la tiranía, y su rara mezcla de subjetividad sobre imágenes objetivas, un hito en la historia del documentalismo".
Babelia
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