Desentrañando resultados electorales: ¿primeras y primarias?
Las elecciones del 25 de mayo han sido las primeras de un ciclo que terminará con las europeas de 2004. En Cataluña, además, hay quien las ha visto como primarias de las autonómicas del próximo otoño. Es recomendable observar todo tipo de cautelas antes de proyectar escenarios futuros a partir de los datos del pasado domingo. Pero parece un ejercicio inevitable a estas alturas. Un ejercicio semejante al de los augures romanos, que destripaban las entrañas del animal sacrificado y afirmaban descubrir en ellas los signos anticipatorios del futuro.
Primero, la lectura de los datos agregados en Cataluña y el contraste con los anuncios previos. ¿Qué nos revelan? Expectativas de incremento cumplidas y rebasadas en lo que respecta al voto de ERC y de ICV. Sorpresa por el incremento -modesto pero territorialmente repartido- del PP. Estancamiento de CiU. Confirmación de la primacía municipal del PSC-PM, sin avances sustantivos. Insisto en que se trata de una lectura de datos agregados. Cuando se atiende a los escenarios provincial, comarcal o municipal, los datos presentan matices de interés. Por ejemplo, el crecimiento de ERC va acompañado de descenso en algunos municipios donde había tenido responsabilidad de gobierno. El incremento de ICV se combina con pérdidas en sus posiciones municipales más tradicionales. El PP -pese a su avance- sigue sin adquirir un peso relevante en concejales o alcaldías. CiU presenta -junto a algunas excepciones- pérdidas significativas en territorios que controlaba con facilidad. El PSC-PM es castigado severamente en Barcelona, pero se adentra en zonas hasta ahora impermeables a sus siglas.
Después de la lectura, la primera reacción pública de los responsables de partido. Nada demasiado nuevo en este registro: todos ganan, nadie pierde. O, en todo caso, siempre pierde más el adversario directo. Segunda reacción: los primeros amagos de negociación sobre mayorías de gobierno allí donde no hay mayoría absoluta. Unos amagos que a veces parecen más guiados por el afán de conseguir -o de conservar- cuotas de presupuesto que por la oferta de líneas programáticas para compartir entre futuros socios de gobierno. Habrá que aguardar al desarrollo de estas negociaciones para sentar opinión más fundada sobre lo que predomina.
Finalmente, los augurios. ¿Buenos o malos augurios para el cambio en Cataluña a partir de estos resultados? Aquí la subjetividad del arúspice es determinante, porque al contemplar los higadillos del animal estadístico hay quien pronostica victoria cierta, quien la descarta con contundencia y quien se instala en una más o menos angustiada incertidumbre.
Desde la imprudencia, aquí van unas impresiones. De los datos disponibles se desprende que una mayoría electoral para el cambio sigue contando con probabilidades no pequeñas de éxito, que será en todo caso una mayoría plural en su estructura orgánica. En términos más claros, será -de constituirse- una mayoría pluripartidista. Por esta razón, podría tener mayores probabilidades de arraigar electoralmente si -de aquí a las elecciones de otoño- se trabaja más en el debate acerca de las propuestas y compromisos programáticos y menos en la discusión respecto de coaliciones de gobierno.
Buena parte del electorado potencialmente favorable al cambio espera que se le den indicaciones, no tanto sobre pactos entre cúpulas como sobre los compromisos de gobierno en materias que le afectan. Estos compromisos serían tanto más creíbles si -en lugar de ser vistos como iniciativas unilaterales en una gran subasta preelectoral- se expresaran y concertaran de antemano entre quienes tendrían finalmente la responsabilidad de llevarlos a la práctica. Acentuar más el acuerdo sobre compromisos y menos en las coaliciones de gobierno es justamente una parte del cambio que se pretende y se proclama.
¿Planteamiento ingenuo?, ¿contrario a la ortodoxia de la competición electoral? Tal vez. Pero recordemos también en tono pragmático que el "voto nuevo" -sea voto joven, sea voto ciudadano recuperado de la apatía de estos últimos años- es el voto de un elector o de una electora particularmente recelosos de las ofertas del supermercado de partidos. Por esta razón, es un voto que no se repetirá automáticamente dentro de unos meses si no recibe alguna indicación estimulante sobre contenidos, y contenidos avalados de manera concertada. Es lo que permitirá evitar que este voto nuevo se refugie otra vez en la abstención. Una abstención que siempre acaba favoreciendo al statu quo y que entorpece la marcha hacia el cambio.
¿Primarias, pues? No, si se entiende por tales las que anunciarían -casi de modo inexorable- el resultado de las autonómicas de otoño. No todos los electores se han planteado la consulta del 25 de mayo como primera etapa de las que se convocarán para el Parlament de Catalunya. Pero sí se acercan a unas primarias, porque en los resultados y en las reacciones que éstos provocan se contienen señales que electores y partidos van a utilizar en sus estrategias de otoño. De acertar en esta interpretación dependerá en gran medida que unos y otros consigan sus objetivos.
Josep M. Vallès es miembro de Ciutadans pel Canvi y catedrático de Ciencia Política (UAB).
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