La agonía de un paisaje bravo
Fresnos, encinas, toros y lagunas resisten el asedio de los chalés al oriente de este municipio serrano
En primer término, una laguna perlada de ranúnculos, una flotilla de fochas y dos cigüeñas que vigilan, con simétrica expectación, al observador. Detrás, un campo azul de sonajas sobre el que se recortan la silueta verde del fresno, la verdinegra de la encina y la negra-negra del toro bravo. Y, más allá, una lontananza montuosa que se extiende desde el Abantos hasta la Maliciosa. No es uno de los cursis paisajes que pintó Fernández de la Oliva a finales del XIX.
Es lo que ve ahora mismo el excursionista en Guadarrama, uno de los municipios más poblados (7.830 habitantes) y profusamente urbanizados de la sierra del mismo nombre.
El excursionista promete que no se ha pimplado en ayunas un anisete (eso explicaría, entre otras cosas, la doble visión cigüeñil) y pone a su cámara por testigo de que, al este de dicho pueblo, y hasta los términos de Alpedrete, Collado Mediano y Los Molinos, se explayan prados y dehesas de encinas y fresnos como los que cubrían antaño todo el piedemonte guadarrameño. Un viejo paisaje ganadero del que nadie habla cuando se habla de proteger la sierra y que, por eso mismo, tiene las horas contadas ante el avance imparable de los cascos urbanos y las urbanizaciones periféricas. Así que, si quieren verlo, dénse prisa y sigan los pasos del excursionista.
El excursionista ha iniciado su recorrido en el cementerio, cruzando un camino entre prados
El excursionista ha iniciado su paseo en el cementerio de Guadarrama, cruzando allí la carretera para coger un camino de tierra que avanza recto y llanísimo entre prados. La cercanía del pueblo se nota en los usos que reciben algunos de ellos: desde graveras hasta campos de vuelo. No hay que desanimarse. En un kilómetro, el camino desemboca en otro más hermoso que, hacia la izquierda, bordea la finca Los Lavajos, así llamada por sus charcas o lavajos tapizados de hierba lagunera que son de buena querencia de las aves acuáticas, las cigüeñas y el ganado bravo que aquí se cría. Y esto es lo que, como se decía al principio, está viendo ahora mismo el excursionista.
Tras contemplar este idílico cuadro, el excursionista reanuda su camino hacia el este para arribar al poco a una zona de urbanizaciones y a la carretera de Alpedrete. Por ésta avanza un breve trecho, 200 o 300 metros, y al llegar frente al quiosco El Paraíso, dobla a la izquierda (al norte) por el camino de los Barrizales, que primero bordea una alambrada y luego discurre encajonado entre cercas de piedra seca, lindes de bellísimos prados que en primavera se llenan de las florecicas azules de la sonaja y las violadas del aromático cantueso.
A una hora del inicio, o poco más, el excursionista desprecia un carril mejor y más trillado que se desvía a la derecha y sigue de frente por este viejo callejón amurallado, que, al servir de cauce a las aguas pluviales, justifica su nombre de camino de los Barrizales. Así, manteniendo el rumbo norte, cruza la carretera de Guadarrama a Collado Mediano y continúa por la cada vez más selvática calleja hasta confluir con otra cañada herbosa más amplia que, a mano izquierda, le lleva hasta una solitaria casa con corral erigida en una cerrada curva de la carretera de Collado Mediano a Los Molinos.
Delante mismo de la casa, el excursionista vira a la izquierda, hacia el oeste, por una senda que se adentra en el encinar rodeando la cerca de la urbanización Vallefresnos. Desde este punto, el más elevado de todo el recorrido, se obtiene una visión completa de las dehesas de Guadarrama, así como de la variada gama de chalés -construcciones vanguardistas de acero corten, caseríos vascos, mansiones de pizarra y granito, casas prefabricadas de madera y adosados de ladrillo visto- con que se está arruinando tanta belleza.
Tras dos horas largas de marcha, el excursionista sale a la carretera de Los Molinos a Guadarrama. Y por ella baja hasta que, nada más pasar junto a la entrada de Vallefresnos, descubre un camino que bordea un picadero y va alejándose poco a poco del asfalto, hacia la izquierda, en dirección al cementerio de Guadarrama.
Un paseo a caballo
- Dónde. Guadarrama se halla a 47 kilómetros de Madrid y tiene cómodo acceso yendo por la carretera de A Coruña (A-6). Una vez en el pueblo, hay que dirigirse en coche al cementerio municipal por la carretera de Collado Mediano (M-623). El camino a seguir nace casi enfrente del aparcamiento, al otro lado de la carretera.
- Cuándo. Itinerario circular de diez kilómetros y unas tres horas de duración, con un desnivel acumulado de sólo 50 metros y una dificultad baja, muy recomendable en primavera para disfrutar de la espectacular floración de los prados.
Las lluvias suelen dejar algunos tramos embarrados, y hay zonas encharcadas de forma permanente, por lo que se aconseja a los excursionistas ir calzados con botas de montaña.
- Quién. Joaquín Zuazo Martínez, del centro ecuestre Matarrubia (Ctra. Guadarrama-Los Molinos, km 7,300; tel. 667 414 166), organiza esta misma excursión a caballo saliendo de la urbanización Vallefresnos. Se requiere tener un nivel medio de monta.
- Y qué más.
Cartografía: mapa Sierra de Guadarrama, editado a escala 1:50.000 por La Tienda Verde (Maudes, 23 y 38); en su defecto, hoja 18-20 del Servicio Geográfico del Ejército o la equivalente (508) del Instituto Geográfico Nacional.
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