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VISTO / OÍDO
Columna
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Perder y aprender

Aznar ha perdido la campaña, pero no el poder. Cuando se pierde conviene aprender. Su campaña, que llamó de iniciativa y ha sido la agresión de un pilarista lenguaraz, le ha restado votos en el total: ganan los socialistas. Y su peor enemigo designado, el PNV: por su mal antiterrorismo. Los socialistas deben aprender que no han ganado poder. El país ha marcado una tendencia a la izquierda, y el PSOE se ha quedado corto. Ha ido muy detrás de las manifestaciones espontáneas. A Zapatero se le han ido vivas todas las piezas de caza, desde la grotesca boda de El Escorial a la trágica guerra de Irak, y todavía tiene tendencia al pacto. Todavía se le fue, tras el atentado de Casablanca, ofrecer su colaboración en la seguridad al Gobierno, cuando es el Gobierno el que atrae la inseguridad con su manera bélica; y lo va a mantener en el País Vasco: por el pasado del partido, por solidaridad con sus asesinados, que no evita los del futuro. A IU le ha ido mejor: otra muestra de que el electorado tiende a la izquierda y algunos sólo la ven en esa coalición.

Una tendencia: los partidos pequeños han ganado puestos. Los grandes tienen algo que aprender: hay personas que castigan la política global de los dos partidos, y en general el bipartidismo. Muchos ni votan: pero los suficientes como para que si hubieran votado por alguien le hubieran dado el triunfo. La abstención no es una manera de escabullirse: es un castigo a la mala forma política, a la falsa democracia y a la reducción de partidos, que deja sin ninguno con el que identificarse. Ni Aznar ni Zapatero han sabido interesarla.

Ha perdido, también, esa idea que cuajó antes de la campaña de que estas elecciones eran equivalentes a unas generales. No lo han sido. Creo que Aznar ha perdido, también, frente a la figura en la que él mismo ha confiado más: Gallardón. Un Madrid que repudia al PP en la Comunidad asegura a Gallardón en el Ayuntamiento: por ser él. Ha conseguido fingir su tendencia al centro a pesar de las cargas pesadas de la guerra y la Botella. Salvo celos, será el sucesor: dentro de meses abandonará el Ayuntamiento para ser candidato a la presidencia del Gobierno: y quedará de alcaldesa Ana Botella. Una grotesca elección para los que la votan, pero también una inclinación de que la derecha de Aznar no tiene cariño.

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