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Reportaje:ELECCIONES 25M | La jornada electoral en Cataluña

"¿Dónde he dejado la chapa?"

Miles de ciudadanos responden a la llamada de la plataforma y acuden a votar con adhesivos contra la guerra

"¿Dónde he dejado la chapa?". Eso es lo que se preguntaba ayer Rosa Maria, una señora entrada ya en la cincuentena, antes de salir de su domicilio de L'Hospitalet para ir a votar al colegio Tecla Sala. Hace ya más de dos meses que acabó la guerra de Irak y desde entonces la insignia pacifista había quedado en un cajón. Pero ayer era el día de volverse a poner en la solapa el lema No más sangre por petróleo. "Mi hijo me está esperando en casa a que vuelva de votar para ponerse él la chapa", explica la mujer. "Los adhesivos no los encontramos porque hemos llevado las chaquetas a la tintorería y no nos acordamos de quitarlos", remata a modo de disculpa.

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De modo muy distinto se comportó un guardia urbano de la misma ciudad de L'Hospitalet que, excediéndose en sus funciones, invitó a los interventores del colegio Pau Sans a quitarse los símbolos pacifistas. Pero olvidó que allí no mandaba él en esas cuestiones, sino el presidente de la mesa electoral, quien no tuvo más remedio que recordárselo. Luego aclaró a los interventores que podían lucir los adhesivos que quisieran.

Pero en cada colegio hubo un criterio diferente, como no podía ser de otro modo tras la libertad de actuación que concedió a los presidentes de mesa la Junta Electoral Central. En el colegio electoral del Aula de Cultura de Bellvitge, por ejemplo, había un presidente menos permisivo. La entrada había amanecido con pintadas en el suelo advirtiendo al votante: "No olvides las víctimas de Irak". ¿Cómo eliminarlas, si ayer era domingo y no había nada abierto? Pues con una alfombra, azul celeste para más señas, que no se sabe bien de dónde salió, pero que cumplió los deseos del presidente de la mesa.

Otros fueron más ingeniosos, como el del colegio Virgen de Montserrat de Cornellà, en el populoso barrio obrero de Sant Ildefons. Allí el dilema que se le planteaba era cómo neutralizar el mensaje de los trabajos de cartulina y los murales de los niños. Muy fácil: arrinconándolos y tapándolos con papel de envolver.

Encarna Ruiz, de 48 años, es vocal en una de las 12 meses del colegio Mercè Rodoreda de Badalona. Lleva una chapa con un misil y el lema No olvidéis. Es miembro de la Plataforma Aturem la Guerra en Badalona y explica que al principio quería ir a la mesa "envuelta en una bandera de Nunca Máis y empapelada de pegatinas". Al final, dice que ha optado por la chapa, porque tampoco quería crear un problema a los demás. "Yo soy libre de ir como quiera, y de momento nadie me ha dicho nada", explica. A su lado, Juan Galiano, de 46 años, añade que él había llevado varias pegatinas y chapas pero "se las han quitado de las manos" los amigos y vecinos, hasta el punto de que ha tenido que regalar la suya. Por su lado pasan tres jóvenes que, a modo de misses de la protesta, lucen una banda con el lema Vota no a guerra por delante y Guerra nunca máis por la espalda.

En el colegio La Palmera, en el distrito de Sant Martí, en Barcelona, en las paredes sólo hay orlas de los niños que estudiaron primaria y ni rastro de murales contra la guerra. Sólo en algunas solapas se ven chapas y adhesivos contra el conflicto. Entra una joven y se contempla a sí misma, con ocho años menos, en una fotografía. Marta Marcilla acabó sexto de primaria en 1996, cuando era una niña casi rubia con flequillo. Ayer era una chica morena de 19 años que votaba por primera vez.

En el centro de la ciudad, en el Raval, José González, de 78 años, fuma en su silla de ruedas después de votar. "Yo voto siempre, porque aún me acuerdo de cuando no se podía elegir nada ni a nadie", dice mientras contempla una sábana algo sucia con el lema No a la guerra en el balcón de enfrente.

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