El perfecto imitador

A los acordes de Bounce, la canción que titula su último disco, empezó la fiesta. El vocalista Jon Bongiovi (su apellido) es un tipo simpático que transmite buena onda nada más salir. Su sonrisa de dentífrico es uno de sus secretos. A sus 41 años muestra una envidiable forma física y una musculatura trabajada que levanta pasiones entre el público femenino. Es un perfecto imitador de los grandes: de Springsteen, la fuerza, y de Mick Jagger, el movimiento sexy. Su música es otra cosa. No pasará su banda a la historia por ser de las que han marcado diferencias en los estilos del rock. Lo hará, a lo mejor, por mimetizarse con las modas. Si en los ochenta, cuando empezaron, abanderaron el heavy light, ahora pertenecen a la división de los grandes tocadores que ofrecen lo que el gran público que llena estadios acepta sin rechistar. Contundente sonido, punteos de guitarra (Richie Sambora es un lince), luces efectistas, tres pantallas de vídeo y estribillos coreables a base de "eih, eih" o "eo, eo, eo".

Bon Jovi se esforzó por expresarse en español, detalle que siempre gusta en Madrid, y desgranó su nuevo disco (Everyady, Misunderstood, Wanted, Undivided...) intercalado con clásicos de su repertorio (Saturday night, Bad medicine...), para acabar entregado al soul de los sesenta. Una expansiva versión del célebre Twist and shout dejó a todos con la sonrisa puesta.