Un respeto para Madrid
Pongamos que una gran figura del toreo decide venir una sola tarde a la Feria de San Isidro. No hay que ser un lince para adivinar que exigirá toros de verdad para demostrar que está dispuesto a seguir mandando, y se jugará la vida para triunfar y dejar patente que, después de él, naide. La historia del toreo está plagada de héroes que un día aceptaron el reto y confirmaron su hegemonía.
Pues, pongamos que Enrique Ponce es una gran figura del toreo, pero, en lugar de seguir el camino de la lógica, decide venir a Madrid con una corrida de ruina, apropiada para una plaza de pueblo. Además, tiene la mala suerte de que los toros resultan inválidos o borrachos, y la supuesta gesta se convierte en un fracaso estrepitoso de la gran figura, poniéndonos en que lo sea.
Alcurrucén / Ponce, Ferrera, Valverde
Toros de Alcurrucén (tres fueron rechazados en el reconocimiento), el 3º fue devuelto y sustituido por uno de Hermanos Lozano; todos mal presentados, inválidos y descastados. Enrique Ponce: estocada baja (silencio); casi entera atravesada -aviso- y un descabello (división). Antonio Ferrera: dos pinchazos y estocada (silencio); cinco pinchazos y casi entera tendida (pitos). Javier Valverde, que confirmó la alternativa: estocada algo caída y tres descabellos (silencio); pinchazo y estocada (ovación). Plaza de las Ventas, 22 de mayo. 11ª corrida de feria. Lleno.
¿Una tomadura de pelo? ¿Una falta de respeto? Ponce tiene cara de buen chico y persona educada; su problema es que torea en una época en que los taurinos han perdido el respeto a la Fiesta y, por añadidura, a Madrid, primera plaza del mundo, dicen, lo que es mentira, porque, de serlo, a ver si Ponce y toda la torería andante se atreverían a protagonizar un fiasco como el de ayer.
¡Qué vergüenza, señores, qué toros tan mal presentados, moribundos, tullidos y descastados se lidiaron ayer en Madrid! ¡Qué triste que una figura, pongamos que lo sea se preste a tamaña caricatura de la fiesta brava! Pero Ponce sabe que así no se puede venir a Madrid, que su gesto no es propio de figura, y que esta plaza requiere un respeto de los toreros ya que no es capaz de ganárselo por sí misma.
La corrida fue un desastre de principio a fin, y toda ella transcurrió entre el aburrimiento de unos y las protestas del resto. ¿Inválidos o borrachos? Se habla con pasmosa facilidad de invalidez, pero, ¿inválido de qué un animal en la flor de la vida, salvaje y poderoso? Tal vez, mejor borrachos. Pero, ¿se atrevería alguien a darles de beber vino peleón, pongamos por caso, para disminuir su potencia? Seguro que no. O, al menos, no se puede asegurar sin un análisis que lo demuestre.
Como no hubo toros, ni hubo lidia ni nada que se le pareciera al arte de torear. Ponce naufragó como un torero vulgar, a quien no le perdonaron que se presentara en Madrid con tan impresentable corrida. Ferrera pasó un rato que nunca olvidará. Se empeñó en banderillear a dos inválidos y la gente se lo recriminó con energía. Encima, no hizo nada a derechas, ni con los garapullos, ni con la muleta ni con el estoque. Un horror.
Javier Valverde vino a confirmar la alternativa en un cartel de lujo y se encontró con la tarde más negra que nunca pudo imaginar. Estuvo muy voluntarioso en su primero, y aunque algunos pases resultaron limpios carecieron de la más mínima emoción. Se estiró en hondas verónicas en el sexto y se esforzó en el tercio final. Aunque la tarde estaba muy cuesta arriba, demostró que tiene valor, que no se arredra ante las dificultades, y se ganó el favor del público con una labor voluntariosa y muy responsable.
En la plaza quedó el triste eco de una frase repetida por gran parte de los tendidos y que resumía lo ocurrido: "Manos arriba, esto es un atraco".
Babelia
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