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Análisis:ELECCIONES 25M | El análisis
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

"Sois como nosotros"

Analiza y deplora el autor el sustrato ideológico que subyace en la afirmación hecha por el 'lehendakari' en Barakaldo.

El lehendakari es un político que gusta del lenguaje llano y coloquial, de argumentos al alcance del hombre de la calle, de figuras retóricas aptas para el homo qualunque de nuestra sociedad vasca. Vamos, que le va el populismo. Esta forma de expresión política tiene, sin embargo, sus riesgos, y entre estos últimos aparece uno ciertamente curioso: el de que, en ocasiones, al hablar "con el corazón en la mano", al personaje se le acaban escapando incontroladamente del hondón de sus sentimientos sus creencias más profundas. El político populista corre el riesgo de ser sincero a poco que se descontrole.

Este fin de semana lucía el sol en Barakaldo y el lehendakari se dirigía a sus votantes de la anteiglesia, cuando de nuevo su alma sencilla rebosó los bordes de lo políticamente correcto y se vertió en sus palabras. Ya le había sucedido hace unos años cuando nos explicó que su bonhomía llegaba incluso hasta no tener escrúpulos de pedalear con un ciclista de Llodio apellidado González (¿o era Fernández?). Pero en Barakaldo su buena voluntad superó el límite del individuo concreto y se amplió a todo su auditorio: "Sois como nosotros", les dijo.

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¡Qué maravilloso es el lenguaje humano¡. Una frase como ésta, carente de todo significado por sí misma, incluso ininteligible en otro marco (¿se imaginan a Zapatero diciendo en una ciudad española cualquiera "sois como nosotros"), adquiere un sentido preciso, claro, incluso ineludible, cuando se dice en un lugar determinado de un país concreto. Por ejemplo, en la margen izquierda de un río llamado Nervión que discurre por la vieja Euskalherría. En ese lugar, en esa comunidad humana edificada sobre una historia y un imaginario social compartido, la frase no necesita explicación. Todos saben de inmediato, mediante una facultad de percepción empática que no es lingüística sino imaginativa, quiénes son los "nosotros" y los "vosotros" a que se refiere Ibarretxe, y, sobre todo, que significa "ser" en este contexto.

¿Es necesario explicarlo más? Creo que no, creo que cualquier lector lo entiende tan bien como yo, sencillamente porque está vivencialmente situado en mi mismo contexto de significado, en mi mismo relato vital. Si Aznar dice a los andaluces "sois como nosotros" la perplejidad les invadiría. Pero si fuera De Gaulle quien dice a los argelinos (lo dijo hace ya muchos años) "sois como nosotros", el sentido de sus palabras no necesita ser explicado, de puro evidente que resulta.

Sabino Arana tuvo que removerse inquieto en su tumba de Sukarrieta este fin de semana. Él pasó toda su vida predicando infatigable que "nosotros" no éramos como "vosotros", sino profundamente diversos. Que los del apellido toponímico, que tenían su raíz en el solar vizcaíno, no se parecían en nada a los del apellido patronímico, venidos de fuera. Que incluso eran razas diversas cuyo mestizaje estaba prohibido. Y ahora, cien años después, un lehendakari del partido de Dios y la Ley Vieja proclamaba ante los nietos de los foráneos que "sois como nosotros".

Según cuentan las crónicas, los asistentes al mitin del lehendakari, sin duda correligionarios y simpatizantes de su partido, tuvieron un instante de duda al oír sus palabras; después reaccionaron aplaudiendo. ¿Por qué la duda? ¿Quizá se sintieron sorprendidos al saber, de labios tan autorizados, que seguían existiendo aquí y ahora los "nosotros" y los "vosotros"? ¿Que Ibarretxe pertenecía a un "nosotros" distinto del que formaban los habitantes de Barakaldo? ¿Que ellos eran parte de algo, llámese grupo, etnia o casta, distinto de ese otro al que pertenece Ibarretxe, a pesar de que éste nació en un pueblo industrial de aluvión inmigracional como Llodio, tan semejante al suyo propio?

Su sorpresa duró un segundo, lo que tardaron en descender de su sueño y adecuar su pensamiento a la realidad, lo que demoró en recuperar sus sensaciones infantiles. Entonces comprendieron quiénes eran ellos y quiénes los que les hablaban, y entusiasmados al constatar que, a pesar de tan honda diferencia, eran considerados iguales, aplaudieron. No se les admitía en el clan, pero se les consideraba iguales. Es un consuelo y un avance importante por respecto a Sabino, debieron pensar.

Que un presidente de gobierno distinga en la sociedad que lidera entre nosotros y vosotros es terrible, sobre todo cuando esos pronombres no denotan diferencias de clase, religión o política, sino de "ser", es decir, ontológicas. Aquéllas son circunstanciales y de adopción voluntaria, las ontológicas son esenciales e imborrables. Van unidas al ser. Y nadie puede ser lo que no es, puede como mucho llegar a ser equiparado en derecho y condición, pero siempre siendo otro, distinto esencialmente de nosotros.

Que no exista para nuestro lehendakari un "todos" omnicomprensivo cuando habla a sus conciudadanos, que en el fondón de su alma (como en el de tantos otros) siga habiendo un "nosotros" y un "ellos", es más revelador de la profundidad y arraigo de la fractura que agrieta a la sociedad vasca que mil discursos sobre el tema. Pues no hay muro separador tan alto y sólido como el del lenguaje, dado que con el lenguaje es con lo que construimos y dotamos de sentido a la realidad social. Si en nuestro lenguaje perviven todavía un "nosotros" y un "vosotros" primordiales, que permiten clasificar a los ciudadanos por su propio ser, es que algo falla a la hora de constituirnos como sociedad moderna.

Por eso creo que Sabino, después de refunfuñar inquieto, se habrá quedado tranquilo en su tumba: son como nosotros, pero todavía no "son" nosotros, se habrá dicho satisfecho.

José María Ruiz Soroa es abogado.

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