A puñetazo limpio
Luccin y Catanha se pelean por una dura entrada en un entrenamiento del Celta
Con el pómulo sangrando y una toalla cubriéndole la cabeza, Peter Luccin enfiló ayer el camino de los vestuarios antes de que concluyera el entrenamiento. Acababa de vivir un duro enfrentamiento con otro de los rudos del Celta, el delantero Catanha. El segundo percance en dos días, después de que el árbitro Rodríguez Santiago le expulsara a los diecinueve minutos del partido del domingo por insultos graves. Otra muesca en el revolver de un futbolista al que se tenía por áspero, pero no por violento, y al que esta temporada la moneda le está saliendo cruz.
Acarrea Luccin este curso un equipaje de doce tarjetas amarillas y una roja, currículum que habla de un futbolista de combate. Se trata de un intocable en las alineaciones del entrenador Lotina, tan apropiado para frenar al rival como presto para sacar la pelota de la caverna. Su tendencia a pisar charcos, sin embargo, era una faceta que la afición le desconocía. Se confirmó en el incidente de ayer, el tercer asunto turbio en el que se ve implicado esta temporada.
La primera sorpresa llegó en enero, cuando, un mes después del partido de UEFA frente al Celtic de Glasgow, se supo que había escupido al delantero escocés John Hartson. No se enteraron ni el árbitro de aquel encuentro ni los aficionados de Balaídos, pero sí el comité de disciplina del organismo europeo, que vio por televisión cómo volaba su salivazo. Le sancionaron con cuatro partidos que cumplirá la temporada próxima, si el Celta se clasifica finalmente para una competición europea.
El pasado domingo volvió a ser un día de desdicha para Luccin. Tras recibir dos faltas consecutivas que Rodríguez Santiago pasó por alto, Luccin se dirigió a él "a grandes voces y de forma reiterada", con unos insultos que el acta recogió con literalidad. Su expulsión, y la inmediata del egipcio Mido, dejaron al Celta a los pies del Villarreal, que encajó a los de Lotina la mayor goleada de la temporada. El equipo vigués perderá a ambos para el crucial derby del sábado frente al Deportivo.
Con semejantes antecedentes, se comprende la elevada temperatura del entrenamiento de ayer. En el partidillo final, Luccin, que no escatima faltas ni en las pachangas, se lanzó a los pies de Catanha para arrebatarle el balón, y la chispa hizo estallar el polvorín: el brasileño se deshizo de Luccin con un golpe de su largo brazo, el francés repelió el ataque y, cuando los compañeros llegaron para separarlos, la sangre ya se derramaba por su cara.
No acabó ahí la gresca, porque antes de que el secretario técnico lograra conducirle hasta los vestuarios, Luccin hizo volar un par de botellas de agua lanzadas a su contrincante con desdén. En previsión de nuevos roces, Lotina dio por concluida la sesión poco después de que el centrocampista galo regresara al terreno de juego, con un parche en su pómulo dañado.
Son acontecimientos que han puesto al Celta donde suele todos los años, con sainetes de expulsiones y calamidades en los momentos cruciales. Ahora el club se juega un puesto en la Liga de Campeones.
Claro que si las pendencias son cosa nueva en Luccin, en el caso de Catanha son puro costumbrismo. Pocos partidos y muchos menos goles lleva esta temporada; pero pleitos, en abundancia. Medio Madrid se llevó sus tacos tatuados en las piernas, en Balaídos. Y Pernía, del Recreativo, tuvo que ir al hospital tras un presunto cabezazo del brasileño en el túnel de vestuarios.
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