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Israel bombardea ciudades palestinas como respuesta al linchamiento de tres soldados

La escalada de la violencia y el fracaso de la diplomacia sitúan a Oriente Próximo al borde de la guerra

El proceso de paz en Oriente Próximo saltó ayer hecho añicos al degenerar la nueva Intifada palestina -que estalló hace dos semanas y se ha cobrado cerca de un centenar de muertos- en una guerra abierta. Helicópteros y carros de combate israelíes lanzaron sucesivas oleadas contra objetivos estratégicos palestinos en Gaza y en Ramala (Cisjordania), incluida una residencia particular de Yasir Arafat. La represalia militar se produjo después de que grupos de jóvenes palestinos lincharan hasta la muerte a tres soldados israelíes, de los cuatro que se hallaban detenidos en una comisaría de Ramala controlada por las fuerzas de Arafat.

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Los ataques, que no tienen precedentes desde que Israel cedió el control de los primeros territorios ocupados a la Autoridad Palestina, hace ahora seis años, parecen haber estallado por sorpresa y en plena cara de los mediadores internacionales, encabezados por los de Naciones Unidas, EE UU y la UE, que intentaban poner fin a los enfrentamientos, que estallaron el pasado 28 de septiembre a raíz de la visita del líder derechista israelí Ariel Sharon a la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén, considerada como un lugar santo del islam. Tras el linchamiento de los soldados, el primer ministro israelí, Ehud Barak, ordenó varios ataques aéreos contra la comisaría de Ramala donde se produjeron los salvajes crímenes, que quedó destruida, y contra otros objetivos palestinos, como el puerto de Gaza o una residencia de Arafat. Israel daba muestras de prepararse anoche para otra guerra, tras el anuncio de un Gobierno de unidad nacional. Mientras tanto, la Autoridad Palestina ponía en libertad a decenas de presos integristas de Hamás. EE UU culpó a Arafat del recrudecimiento de la violencia, en tanto que la UE advertía del "riesgo de un estallido general" en Oriente Próximo.

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