El Ejército de Israel anuncia una ofensiva tras el rebrote de la violencia

El Ejército israelí hacía anoche preparativos para una nueva ofensiva contra objetivos palestinos. La muerte, horas antes, de tres soldados en Cisjordania motivó al primer ministro de Israel, Ehud Barak, y al Gabinete de Seguridad de su Gobierno a tomar esta decisión. Un lacónico comunicado anunciaba poco después: "Las tropas actuarán con fuerza". El Ejército ordenó el desalojo de las instalaciones de la televisión local de Hebrón, como preludio de un bombardeo. La población de los alrededores, que conoce el rigor de las amenazas israelíes, comenzó entonces a abandonar sus casas. La jornada de ayer se cobró además la vida de otros seis palestinos y dejó centenares de heridos, procedentes de casi todos los frentes de la Intifada. Barak envió a dos de sus ministros, Simón Peres y Amnon Lipkin-Shahak, para presionar al líder palestino Yasir Arafat y convencerle de que ponga fin a una Intifada que incendia la zona desde hace cinco semanas y ha dejado 150 muertos, la mayoría palestinos, y más de 4.000 heridos. El giro violento de los acontecimientos transformó a los ministros en poco más que portadores de un mensaje de Barak (que les prohibió negociar con Arafat) para entregarlo al líder palestino en propia mano: "El Ejército israelí no se quedará con los brazos cruzados", decía parte de la misiva. Por su parte, el ministro de Relaciones Exteriores de Israel, Shlomo Ben Ami, se entrevistó ayer en Washington con la secretaria de Estado norteamericana, Madeleine Albright, y con el director del Consejo Nacional de Seguridad de Estados Unidos, Sandy Berger, para intentar otra vía de solución al conflicto y considerar una reunión del presidente Bill Clinton con Barak. Shlomo Ben Ami, un político proclive a la flexibilidad en la negociación, no ocultó su decepción sobre el aumento de la violencia y dijo que la crisis se ha convertido en "una guerra en muchos sentidos".