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OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Crónica de madrugada

Las cinco de la tarde. Una joven está meando entre dos coches mientras otra la cubre. Lo niños del barrio sortean a su amiga para verla, entre risas, y alguno, más travieso intenta tocarle el culo. En la calle próxima al Campo del Príncipe, en dos horas he contado más de 70 meones, pero deben haber sobrepasado la centena. A mi calle apenas suben los más vergonzosos aunque responden desafiantes cuando les increpamos.

Mi vecina se pasa la tarde y hasta pasada la medianoche en el balcón, vigilando que no se meen en nuestras puertas. El año pasado se cagaron en mis escalones y la puerta antigua y restaurada que me obligó a poner el Ayuntamiento, por estar en una zona protegida como Patrimonio de la Humanidad, alabea y sufre en los bajos por las micciones de los jóvenes granadinos tras no llegar a dos años de inauguración de la casa restaurada. El vecino de mi derecha, un septuagenario con problemas de corazón, también hace guardia, y atiende estupefacto al grupo de jóvenes que corta, se mete y vende rayas de coca hasta las dos de la mañana sobre los escalones de su vecina. Su hija está contenta, para mi sorpresa, porque el año pasado tuvo que montar guardia toda la familia, ya que para ocultar sus miembros a los que pasan dando gritos calle arriba y abajo también meaban en sus ventanas y por debajo de la puerta los orines se colaron metro y medio dentro de su casa. Lo mismo ha ocurrido con el garaje de mi vecino de arriba, que este año no ha puesto el parapeto de madera que lo protegió el año pasado. Mala suerte. Los corrillos que gritan y beben hasta las cuatro de la madrugada se organizan para mear por turnos mientras otros van rulando sus porritos. Una amiga me cuenta que apenas se atreven a salir de noche. Otro me cuenta que una pareja los ha despertado a gritos a las tres y media en una pelea sentimental, pero que se han dormido reconfortados con el ruido rítmico del coche sobre el cual copulan para reconciliarse. Afortunadamente (¿o no?), a la mañana no hay condones que recoger.

La policía municipal responde que están desbordados y que son muchas las llamadas idénticas. Muy amable, responde a mi pregunta por soluciones señalando la proximidad de las elecciones municipales. Me pregunto por qué se conceden licencias a los hosteleros de la zona que cierran sus establecimientos para que la avalancha no estropee sus locales. Me pregunto por qué se conceden tantas licencias para subvertir una fiesta y convertirla en un botellón colectivo. Me pregunto por qué no contratan guardas jurados para que defiendan a los vecinos y su patrimonio. Por qué no hay urinarios de campaña. Me pregunto por el modelo de ocio, de diversión y de turismo que tienen los responsables. ¿Responsables?

Por la mañana recogemos los vasos de plástico e intentamos limpiar fachadas y calle. Ahora podremos descansar y quizás alegrarnos de la llegada de la primavera. Ha terminado la violación ritual de los vecinos del Realejo Alto, hasta el año que viene. Otros lo llaman Las Cruces.

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