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Crítica:FERIA DE SAN ISIDRO | LA LIDIA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Mala suerte

Antonio Lorca

El Cid es un caso de auténtica mala suerte. Cuando no es la espada la que emborrona una faena vibrante es el toro el que mancha de sangre el vestido de torear. Si ayer, la suerte no la tuvo como aliada. Resultó cogido por el quinto, un toro grande y serio de cinco años y medio, que fue manso de salida, derribó con estrépito en varas y llegó pronto a la muleta. Aunque lo desarmó al primer muletazo, se presagiaba faena por la disposición del torero y la supuesta boyantía del toro. Pero la alegría dura poco en la casa del pobre. Se echó la muleta a la zurda y el toro lo prendió al tercer embite por el muslo izquierdo. El Cid quiso quedarse en el ruedo, pero las asistencias lo convencieron para trasladarlo a la enfermería.

Cuadri / Frascuelo, El Cid, Castaño

Toros de Celestino Cuadri, bien presentados y con cuajo, bravos y de desigual comportamiento; noble el segundo, encastado el quinto y parados el resto. Frascuelo: dos pinchazos, casi entera contraria, tres descabellos y el toro se echa (algunos pitos); pinchazo y un descabello (pitos); en el quinto, cinco pinchazos (bronca). El Cid: pinchazo, estocada trasera, tres descabellos -aviso- y el toro se echa (silencio). Resultó cogido en el quinto. Contusión con hematoma en el muslo izquierdo. Pronóstico reservado. Javier Castaño: estocada que hace guardia, un pinchazo, un descabello y el toro se echa (silencio); dos pinchazos (ovación). Plaza de las Ventas. 10 de mayo. 1ª corrida de feria. Casi lleno.

Mala suerte la de este Cid de buenas maneras, muy torero en su primero, pero no en el plan de figura al que aspira. Le tocó el más noble de la corrida y su faena fue de más a menos. La inició con tres naturales largos, plenos de plasticidad, pero siguió con rectificaciones después de cada pase y se esfumó la esperanza.

Frascuelo también sufrió lo suyo, aunque afortunadamente, salió indemne de la plaza.

Cuando se rompió el paseíllo, unos tímidos aplausos obligaron a saludar desde el burladero al torero madrileño tan querido en esta plaza. Y cuando se arrastraron sus toros, las cañas se volvieron lanzas y fue pitado hasta el sonrojo. Ya lo decía uno: "Los aplausos, al final". Qué razón tenía. Al final, si es que te haces merecedor de ellos. Y Frascuelo, ayer, no tuvo su tarde. Que tampoco será fácil torear cuatro días al año y tener el día bueno la tarde de marras.

Y Frascuelo no la tuvo. Tampoco es que le ayudaran mucho sus hombres. Lo cierto es que recibió al primero con dos verónicas hondas y una media muy sentida. Pero todo se rompió en banderillas. Y tardará mucho tiempo en conocerse los motivos. El primer par, bien, pero el segundo, Dios mío, el tercero, el cuarto, y así, hasta perder la cuenta. Desorden, precaución, pasadas en falso... Una desconfianza inexplicable -bueno, inexplicable desde el tendido, que nadie sabe las fatiguitas que tiene que pasar más de uno para llevar un sueldo a casa- que acabó con bronca al presidente por cambiar el tercio para dar por finalizado el sufrimiento del subalterno.

Pero ya nada fue igual. El semblante de Frascuelo delataba su desesperación. Y la expresó como mejor supo: con desconfianza y sin plantarle cara a un toro incierto. El panorama cambió por completo en el cuarto, pero Frascuelo seguía con el mismo desánimo. El Andujano sacó pecho ante un toro alegre y descastado y colocó dos magníficos pares de banderillas, que pusieron la plaza en pie. El animal embestía la muleta con los problemas propios de la casta y Frascuelo no estaba para compromisos tan serios. Despegado y acelerado, a la defensiva siempre, fue desbordado en todo momento. Se demostró, en suma, que torear poco se nota cuando un toro tiene mucho que torear. La bronca llegó en el quinto, al que mató tras la cogida de El Cid, y lo hizo de manera irrespetuosa y poco ortodoxa. Bueno, el heterodoxo fue el puntillero, que se la ganó de órdago el hombre. Y Castaño, valiente como un león, se la jugó con los más feos. En su primero, muy parado, se metió entre los pitones y a punto estuvo de llevarse un disgusto. En el otro, volvió a jugársela con capote y muleta, pero el animal se resistió a embestir tras los primeros compases.

El Cid, en un quite del primer toro de la tarde.
El Cid, en un quite del primer toro de la tarde.CLAUDIO ÁLVAREZ
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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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