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Un viaducto con afán de sencillez y un profundo debate

Después de 16 años de espera, el nuevo puente de Miraflores suscita una amplia discusión en Córdoba

Desde que en 1.987 el equipo de arquitectos formado por Juan Suárez, Rafael Casado y Antonio Herrero ganó el concurso para realizarlo, el puente de Miraflores ha dado mucho que hablar en Córdoba. Aunque inacabado, la inauguración el pasado 2 de mayo no ha frenado los comentarios sobre una obra de más de 8 millones de euros.

En la ciudad, hay quien prefiere una instalación más moderna y espectacular, frente a la apuesta por la sencillez y la ausencia de alardes estructurales que ha hecho el equipo sevillano. Los iniciales problemas de financiación introdujeron un quite frustrado de la Junta de Andalucía que incluía la propuesta del ingeniero Santiago Calatrava. Éste presentó un modelo más alto y llamativo frente a la idea del equipo de Suárez, escogido por un jurado en el que estaban, entre otros, Eduardo Chillida, Aldo Rossi o James Sterling.

Suárez entiende que toda infraestructura singular crea debate y afirma que un puente en ese punto "nunca puede ser discreto y cualquier cosa tapa el Puente Romano, depende del punto de vista". Responde así a las críticas por la ocultación del viaducto de dos mil años desde la Ronda de Isasa. Además, la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir obligó a elevar la plataforma.

Juan Navas, madrileño que lleva 12 años en Córdoba, considera "feo" el color anaranjado de los laterales del puente, hechos de acero cortén. Juan Suárez explica que es una solución natural que evita tener que pintarlo y que con el tiempo se tornará rojizo. Hay quien prefería cuatro carriles en lugar de dos. La primera opción provocaría un colapso, según el equipo sevillano, ya que "el puente está para recoger el tráfico del casco histórico al parque". Suárez cree que se le ha prestado poca importancia al carácter poético de las ilustraciones que ofrece el puente para que el ciudadano observe el amanecer, el mediodía y el atardecer. "Es una evocación al poeta cordobés Ricardo Molina, que vivía en la ribera, y con ello se emula el discurrir del tiempo a través del río", explica.

A Inmaculada Velasco y María del Mar Corral les gusta. Destacan la funcionalidad porque viven al otro lado del Guadalquivir. Preferirían que se hubiera mantenido el uso como observatorio de la pila central del puente, algo que descartó el Ayuntamiento. "Ahora se arrepienten, pero hubiera dado una sensación de estar como en una isla", insiste Suárez, que recalca la idea de un puente "relativamente abstracto, con vocación de perderse, de no querer influir en la ciudad, sin afán expresionista; no somos unos modernos locos buscando un hito", concluye.

Sobre la iluminación adosada al suelo y a las paredes del puente, Corral cree que es un motivo apetitoso para las travesuras: "Ya mismo están pintados los cristalitos", vaticina a la vez que propone farolas como las del casco antiguo. Juan Suárez sostiene que la iluminación es un elemento susceptible de correcciones, ya que aún no está acabada la obra. Velasco destaca la invitación a contemplar las etapas del día: "Es muy original y a la vez muy cordobés". Mientras pasean con sus hijos, Corral y Velasco, señalan la importancia de conectar el sector sur de la ciudad con el centro.

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Manuel Rodríguez, de 22 años, cree que de nada hubiera servido poner una gran estructura porque desde el otro lado del río, en el Parque de Miraflores, "se tiene la mejor vista de Córdoba, la postal de la ciudad; este puente sirve para llegar a ella y, si fuera más alto, taparía esa vista". Sólo es cuestión del punto de vista.

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