Tierna ficción histórica
'La hora de los valientes', de Antonio Mercero, en la colección de EL PAÍS
El "primer impulso" para hacer La hora de los valientes le vino a Antonio Mercero de "una lectura de las memorias de Manuel Azaña, en las que habla del momento terrible de noviembre de 1936, cuando las bombas empiezan a caer sobre Madrid y cabe el peligro de que puedan alcanzar el Museo del Prado". La idea de Azaña de que "el Museo del Prado es más importante que la Monarquía y la República juntas", más otras lecturas sobre el tema, hicieron que Mercero se preguntara "qué hubiera podido pasar si se hubieran olvidado un cuadro y un celador del museo se lo hubiese encontrado".
Éste fue el origen de La hora de los valientes, según el director contó a sus entrevistadores Jesús Angulo, Carlos F. Heredero y José Luis Rebordinos, quienes le preguntaron sobre el significado de la utilización de una imagen de Goya, "el mismo pintor que había reflejado en sus cuadros los fusilamientos del 2 de Mayo y que en la película es testigo de otra guerra". Mercero lo tenia claro: "Ésa era precisamente la idea. Lo que más me gustaba era que el autorretrato de Goya acabara siendo el protagonista de la película, que Goya se convirtiera en testigo no sólo de la guerra civil, sino también de lo que le estaba pasando a la familia protagonista. Y que al final, incluso fuera testigo de un nuevo fusilamiento...".
"Lo que me gustaba era que el autorretrato de Goya acabara siendo el protagonista"
Como Antonio Mercero había realizado la mayor parte de su trabajo en televisión, el crítico Juan Velarde saludó el que "de vez en cuando haga una escapadita, se acerque a la gran pantalla y nos dé una sorpresa como La hora de los valientes". Mercero le explicó a Beatrice Sartori que había sentido "la necesidad vital de volver a hacer cine. Llevaba cinco años dirigiendo Farmacia de guardia y necesitaba regresar a mis orígenes volviendo a narrar historias en mi medio natural. Tenía ansias por hacer cine... y una buena película. Entonces me enamoré de una historia apasionante, e hice La hora de los valientes", título que le vino inspirado por el recuerdo "de las arengas radiofónicas con las que se alentaba a la población madrileña sitiada en el invierno de 1938".
Antonio Mercero ya se había interesado por la guerra civil o sus consecuencias en dos de sus películas, La guerra de papá (1977) y Espérame en el cielo (1987), que él considera sus "trabajos más personales y, quizá, los mejores". Respecto a La hora de los valientes, su autor la considera "una tragicomedia realista, una historia romántica, un fresco histórico y una fábula sociopolítica". El crítico Alberto Bermejo estuvo de acuerdo: "Planteada como una tragicomedia, en La hora de los valientes quedan separados nítidamente los aspectos humorísticos de los dramáticos, apoyados los primeros en la vis cómica de sus intérpretes, especialmente de Gabino Diego y de Luis Cuenca, y los segundos, en la incuestionable solvencia de Mercero para salir al encuentro de la fibra sensible de la audiencia con infalibles resortes melodramáticos, avalado por su oficio televisivo".
Tal como hubiera hecho en, por ejemplo, La cabina en 1972, "Mercero partió de esa clásica premisa de un hombre ordinario atrapado en una situación extraordinaria, que lo convierte en héroe forzado". Este hombre no es otro que el ingenuo joven anarquista (Gabino Diego), devoto de la genialidad de Goya, al que llama "compañero", conservador sin pretenderlo de su autorretrato, y enamorado de una chica (Leonor Watling), a la que un bombardeo ha dejado sin familia. La acción de la película se extiende desde el principio de la guerra civil hasta la entrada de las tropas de Franco en Madrid, en una narración que Alberto Bermejo consideró "voluntariosamente neorrealista, en la que cabe todo un repertorio de eficaces lugares comunes, como la omnipresencia radiofónica, el ritual de la limpieza de lentejas o el chascarrillo castizo", elementos que a Juan Velarde le parecieron lógicos ya que "Mercero es un director de oficio que ha basado su carrera en el grupo familiar, y en él se apoya para narrarnos su visión de la guerra civil. La hora de los valientes es un retrato más que notable de nuestra guerra pintado con claroscuros, y no como nos tenía acostumbrado el último cine español... La guerra de Mercero es sangrienta, es una guerra donde la gente sufre, pero también se enamora, y ríe, y hasta de vez en cuando hay quien se marca un baile bajo los bombardeos". El jesuita Manuel Alcalá alabó esta "imparcialidad" de Mercero: "A lo largo del relato aparece clara la opción del director. Con todo, no está forzada ni radicalizada, aunque no era fácil mantener cierto equilibrio".
Hubo quien se sorprendió de que Mercero mostrara su simpatía por el joven anarquista de la película, cuando precisamente los anarquistas habían fusilado a su padre durante la guerra: "La única respuesta que puedo ofrecer es que el tiempo cura las heridas", contestó. "Los protagonistas de ese Madrid cercado podían haber sido también socialistas o comunistas, pero me pareció que los anarquistas entraban más en el mundo de la idealización, y de la ingenuidad incluso, que gentes de otros movimientos políticos".
Adriana Ozores obtuvo el Goya de 1998 a la mejor actriz secundaria por su interpretación de la tía del protagonista, y Leonor Watling el Premio Sant Jordi, mientras que la película obtenía en el Festival de Moscú el premio especial del jurado así como un premio para Luis Cuenca (el abuelo Melquíades), y en el Festival de Miami el premio de mejor película hispana y el de mejor director.
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