Cartas urgentes desde Cuba
Carlos Varela, el cantautor rockero cubano que formó parte en sus inicios de la Nueva Trova, acaba de editar Siete, un disco donde se mezclan las reflexiones amorosas con instantáneas de La Habana que espera y espera. Una de las pocas voces inconformistas alumbrada por una inteligencia afilada, que se alza crítica en la Cuba castrista.
Debe ser el rockero de aspecto más impecable que circule hoy por España. Carlos Varela Cerezo (La Habana, 1963) estuvo ayer mezclando en los madrileños estudios TRAK hasta las tantas, pero a la cita llega hecho un dandy: barba y pelo esculpidos, suave perfume, negra indumentaria, botas relucientes. Y debajo, una inteligencia de navaja automática.
Hay que ser muy vivo, estar bien alerta para ejercer de trovador inconformista en la Cuba castrista. Además, Varela destaca: su Guillermo Tell es cita inevitable cuando se quiere comentar el cansancio de la juventud cubana ante la pesada losa del dinosaurio que bajó de la sierra para hacerse con el poder (y no soltarlo jamás). Y forma parte de Los Malitos, informal clan habanero de disidentes estéticos que incluye a Jorge Perugorría y otros actores, pintores, músicos.
Varela se mueve ágil sobre el filo del cuchillo; en Cuba, goza de mayor margen de libertad que otros artistas: "¿Eso te parece? Todo es arbitrario: hay radios que apenas me pinchan o que vetan determinadas canciones. Generalmente, cuanto más jóvenes sean los responsables, más cancha me dan. Con la televisión lo llevo peor: suelen censurar mis conciertos. Pero me acostumbré a vivir así, ofenderme por las incongruencias sería enloquecedor".
Musicalmente, también ocupa un lugar especial, entre el folk y el rock: "Bueno, tanto Silvio Rodríguez como Pablo Milanés estuvieron cercanos al rock en sus inicios, con el Grupo de Experimentación Sonora. Mi generación es la que saca a flote las influencias rockeras, sus escuchas de Charly García y Fito Páez. Ellos nos enseñaron que podíamos expresarnos en nuestro idioma, abandonar aquel inglés inventado que usábamos al principio".
Abrirse paso en un país
que consideraba el rock como arma secreta del imperialismo requería astucia: "Yo me colé por donde pude. No hice el servicio militar, estudié como un perro para librarme. Por insistencia de mi padre, empecé Ingeniería Electrónica pero, a los dos años, pasé a Actuación y ¡me gradué! Como cantautor, la única forma de salir adelante era la Nueva Trova, cuando funcionaba bien. Te daban el carnet y te programaban en fábricas y escuelas por todo Cuba, una gran educación. Hasta 1986, que Silvio me trajo a España, y vi que necesitaba una banda. En 1988, la NT se había hecho un monstruo, había centenares, si no miles, de miembros: perdió prestigio y efectividad. La NT se integró en la UJC (Unión de Jovenes Comunistas) y hubo una especie de sálvese quién pueda.Yo comencé a grabar al año siguiente".
Económicamente, Varela se mantiene gracias a los derechos de autor: "Ana Belén, Sabina, Bosé, cantan mis temas. En Cuba sólo actúo un par de veces al año; querría tocar más en el interior pero allí no se dan condiciones técnicas. Giro bastante por países latinos. No me contratan por considerarme un opositor oficial o alguien que simbolice algo. Sencillamente, me aprecian como una extensión de Nueva Trova". Incluso, ha tocado de forma clandestina en Miami: "Como no pueden anunciarme en un teatro o club, se monta un concierto en alguna casa. Y es emocionante, ambiente totalmente habanero: se ríe, se llora, se grita. Me reencuentro con gente que no veía en años: 'Qué bueno que estés aquí pero, mi hermano, no te quedes, que esto no es bueno para tu arte'. Están en el exilio pero no renuncian a lo que vivieron. Seguimos con el dilema de las dos orillas. Ya no podemos viajar tanto a Estados Unidos, pero hay una voluntad de reencontrarse y arreglar diferencias, los de la isla y los que viven fuera".
Siete, editado por Fa ctoría
Autor, es su nueva entrega. Un muestrario del mejor Varela. Resurgen modos neotrovescos en Delicadeza, que sugiere el amor entre mujeres: "Es una canción dulcemente explosiva, inspirada por un cuadro de Cutty; ha creado polémica en Cuba e imagino que no será radiada". Y recuerdos musicados: "En Callejón sin luz hablo del sitio donde follábamos cuando éramos críos. Canción muy generacional, con referencias a las ausencias, como en todo mi repertorio. Demasiados amigos que se fueron al otro lado o que se quedaron en el mar". Bonnie Raitt pone slide y coros en Estás. Más fructífera resulta El humo del tren, con Juan Formell y sus Van Van: "Es artificial la barrera entre trovadores y orquestas de música popular. Ya había cantado con Van Van en directo y este tema pedía su presencia. Que es muy discreta, me arropan y no me arrebatan la canción, cuando podían hacerlo sin mucho esfuerzo". Hay más retratos de la calle habanera -Échate a correr- y de su creciente obsesión por lo religioso, como la dylaniana Colgando del cielo: "Ésa lleva años rodando, hay compactos piratas titulados así; la piratería cubana es imaginativa y monta discos a partir de mis directos". Hacia el final, dos declaraciones rotundas: Mi fe explica su posición en el conflicto que desgarra a los cubanos; Detrás del cristal une sensaciones amorosas con un retrato de La Habana. Varela no quiere analizar más: "No me gusta desarmar las canciones. Son como un reloj: luego, te sobran piezas. Cuando lo importante es que te dé la hora".
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