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Entrevista:Íñigo Manglano-Ovalle

"La cultura está enamorada de la ciencia"

Una inscripción en sánscrito es lo único que brilla en la sala pintada de amarillo. La traducción es: "Soy el tiempo destructor de todos los mundos". La frase es del Bhagavad Gita, la gran epopeya de la India. Íñigo Manglano-Ovalle (Madrid, 1961) la ha tomado como cita, la cita correcta de una declaración de Robert Oppenheimer, uno de los padres de la bomba atómica, que afirmó, tras el éxito de la primera prueba, en un escalofriante desliz: "Yo soy la muerte destructora de todos los mundos". El tiempo es lo que acaba con todo. "Algo que saben bien los físicos cuando hablan de entropía, que dice que todo llega a un desorden", aclara Manglano-Ovalle, un artista que ha vivido entre España, Colombia y Estados Unidos, y que ha expuesto sus obras en el Whitney, el MOMA y el Guggenheim de Nueva York. Ciencia, arte, política y tecnología, pero también la fuerza o la simplicidad de la naturaleza entran en juego en las obras que presenta en la Fundación la Caixa (Serrano, 60) de Madrid hasta el 27 de julio.

"Excluyo referencias demasiado personales en mis obras porque no creo que el artista sea algo distinto a la gente común"

PREGUNTA. En su obra es importante la relación con el espectador. Sus obras requieren una respuesta interactiva.

RESPUESTA. En instalaciones en las que uso medios como el vídeo, proyecciones o películas, no hay una interactividad como dar a un botón o entrar en un lugar. La interactividad que me interesa es la que tenemos todos a diario caminando por la calle, viviendo nuestras vidas. En mis instalaciones rara vez hay simplemente una proyección en un cuarto oscuro. Hay escultura o pantallas que te rodean o que son parte de una estructura arquitectónica. No quiero imponer un centro neutral, la persona no es un receptor óptico e intelectual, sino también corporal. Creo que parte de la experiencia artística es física. Todos somos distintos, de diferentes sexos, culturas, edades, somos cuerpos políticos e históricos. Y eso es importante porque mis obras tratan de eso, de la identidad, de la historia, sutilmente también de política.

P. En sus trabajos no hay nada biográfico. Tratan de asuntos externos, conflictos sociales o reflexiones sobre la ciencia.

R. Aparentemente, sí, excluyo referencias demasiado personales porque no creo que el artista sea algo distinto a la gente común. No creo que nazca con un mensaje que deba revelar a la humanidad y que ésta deba responder con admiración ante el genio del artista. Pienso que mi identidad se ha construido de la misma manera que la de mi público y lo único distinto que les ofrezco es un punto de vista sobre las cosas.

P. Las nubes son una de sus metáforas preferidas. Las ha usado en una instalación sobre la inmigración, en la que éstas cruzaban libremente la frontera de México y Estados Unidos, y está también el Prototipo de nube Nº 1.

R. Yo empecé con temas meteorológicos como una metáfora de nuestro tiempo, tiempo tormentoso, en los que se construyen fronteras artificiales, culturales y políticas. Las obras que reflejan o usan algún elemento natural no sólo representan la naturaleza, sino el tiempo nuestro, de globalización y de guerra. La nube que presentamos aquí puede ser vista en principio como una escultura abstracta creada por el artista. Es el camuflaje de una obra de arte, porque si lees algo sobre esta pieza te das cuenta de que es muy poco lo que ha hecho el artista. Que la nube no es abstracta sino real. Fue una nube que existió el año pasado en una tormenta en Estados Unidos, que se captó por medio de tecnología meteorológica y fue escaneada. Lo único que hemos hecho es coger esos datos, cambiar la escala y producir un objeto físico. Algo que sólo existió durante unos minutos, ahora es un objeto perdurable.

P. ¿Qué intentó fijar con esa nube?

R. Yo empecé un proyecto titulado Purgatorio, basado en la Divina Comedia, de Dante. Busqué un personaje dantesco del mundo moderno, no necesariamente contemporáneo. Y lo encontré en Robert Oppenheimer, el famoso director del proyecto Manhattan, que desarrolló la primera bomba atómica y después, horrorizado con su poder destructivo, renegó de todo ello. Es el monstruo pero también alguien que se alza como una voz de la conciencia, por eso se convirtió en el Virgilio que lleva a Dante a través del infierno. Para el Purgatorio pensé en hacer un vídeo de Oppenheimer atrapado en el limbo con una escultura de un hongo nuclear. Pero esa forma era muy cerrada, así es que en lugar de algo creado por el hombre escogí una fuerza creada por la naturaleza, la tormenta. Y específicamente un tipo de nube que es el cúmulo nimbus. La nube que todas las nubes quisieran ser. Es una explosión que a veces trae tragedia, pero también es necesaria. Lleva en sí el germen de la destrucción y de la creación. Lo mismo que Oppenheimer.

P. Habla usted de belleza y ciencia. ¿En la plástica se puede expresar la parte poética en la ciencia?

R. He trabajado con muchos científicos, pero no porque piense que en la ciencia haya algo poético, sino que la ciencia es parte de nuestra cultura, de nuestra historia. La ciencia es algo que desarrollamos todos juntos. Si deseamos algo nuevo, lo deseamos todos y no es un científico aislado el que lo busca. Cuando uso medios o datos científicos, estoy reflejando la cultura, y ahora la cultura está enamorada de la ciencia y la tecnología. Me interesa ese deseo por parte de la cultura, pero me gusta complicarlo. En vez de presentarlo a través de los problemas ideológicos o políticos que me vienen a la cabeza, lo trato de hacer más complejo y es ahí donde llega la belleza. Por ejemplo, todos hemos visto en Afganistán y en Irak el uso de la visión nocturna, esas imágenes en verde. En mi trabajo, en lugar de ver explosiones y bombardeos, lo que ves son amapolas blancas de Afganistán, grabadas con rayos infrarrojos a escala muy grande. Mi estrategia artística es despojarlo todo hasta quedarme con lo básico, con la esencia. Esa reducción era en los setenta un minimalismo muy abstracto y opaco, pero si usas imágenes de nuestra cultura, esa misma estrategia no acaba en minimalismo, sino en algo que el público puede entender. Es lo que pasa con mi trabajo sobre el ADN, son fotos que parecen pintura abstracta, pero es la imagen más real de nuestra persona. Ahí está la ironía.

Íñigo Manglano-Ovalle (Madrid, 1961), en su exposición en Madrid.
Íñigo Manglano-Ovalle (Madrid, 1961), en su exposición en Madrid.ULY MARTIN

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