Los sondeos apuntan la victoria de Bush en una elección incierta hasta el final
Hillary Clinton consigue el escaño para el Senado en Nueva York
Los estadounidenses eligieron ayer a su 43º presidente en una de las elecciones más reñidas de las últimas décadas. A las 5.15 de la madrugada de hoy, los sondeos de las televisiones otorgaban 217 votos electorales al candidato republicano, George W. Bush, de los 270 necesarios, lo que sumado a los votos de los Estados en que su candidatura era claramente favorita podrían darle la suma suficiente para ser proclamado como próximo presidente.
El vicepresidente, Al Gore, mantenía, no obstante, a esa hora posibilidades de triunfo si caían de su lado algunos de los Estados en los que los sondeos no eran capaces de anticipar un vencedor. Con su victoria en el Estado de California, según los sondeos, Gore podría llegar a sumar 230 votos electorales, pero necesitaba añadir otros Estados de incierto pronóstico, como Florida, para poder aspirar al triunfo final. A las cuatro de la madrugada, hora española, Gore veía cómo Florida, Pensilvania y Michigan, tres Estados que creía garantizados según los primeros sondeos, estaban en el aire. Dos horas antes, cuando las cadenas de televisión anunciaron que Al Gore había ganado Florida y sus 25 compromisarios para el Colegio Electoral, un gran aplauso estalló en el cuartel general demócrata en Nashville (Tennessee). Los aplausos enmudecieron después. El desánimo se extendió aún más cuando los republicanos discutieron también los sondeos que atribuían Pensilvania a los demócratas. Hillary Clinton, en cambio, consiguió el escaño para el Senado en Nueva York, al derrotar al candidato republicano, Rick Lazio.
Los estadounidenses eligieron ayer a su primer presidente del siglo XXI. El candidato republicano, George Bush, mantuvo hasta el final el optimismo en la victoria mientras lanzaba desde su feudo de Austin (Tejas) un mensaje de reconciliación a todos los norteamericanos. Desde Nashville (Tennessee), el vicepresidente y aspirante demócrata a la presidencia, Al Gore, siguió también confiando en su triunfo el desarrollo de las votaciones en Florida y otros Estados clave, donde se jugó el mandato de cuatro años en la Casa Blanca frente a su rival, Bush. Desde un primer momento, los ciudadanos de los Estados de la costa atlántica parecieron acudir con un alto nivel de participación a las urnas.ELECCIONES 2000. Los estadounidenses eligieron ayer a su primer presidente del siglo XXI. El candidato republicano, George Bush, mantuvo hasta el final el optimismo en la victoria mientras lanzaba desde su feudo de Austin (Tejas) un mensaje de reconciliación a todos los norteamericanos. Desde Nashville (Tennessee), el vicepresidente y aspirante demócrata a la presidencia, Al Gore, siguió también confiando en su triunfo el desarrollo de las votaciones en Florida y otros Estados clave, donde se jugó el mandato de cuatro años en la Casa Blanca frente a su rival, Bush. Desde un primer momento, los ciudadanos de los Estados de la costa atlántica parecieron acudir con un alto nivel de participación a las urnas.
Ligera ventaja de Bush en la recta final. Los votos electorales de Florida y de los Estados de la costa Oeste deciden el resultado Al Gore no había arrojado la toalla a las 4.30 de la madrugada de hoy, pese a que su rival republicano le llevaba una ventaja de 217 compromisarios del Colegio Electoral frente a 172, según los cálculos de las cadenas norteamericanas de televisión. Aún se votaba en la costa del Pacífico y Gore luchaba por alcanzar el sueño de toda su vida, aquel para el que le prepararon sus padres desde su nacimiento, hace 52 años: conquistar la presidencia de Estados Unidos. Gore había conseguido victorias, además de en Nueva York, en tres de los Estados claves es esta batalla por la Casa Blanca: Pennsylvania, Michigan e Illionois, y tenía 172 de los 270 compromisarios del Colegio Electoral que designa al presidente de EE UU. Pero Bush contaba ya con 217 compromisarios y cosechaba triunfos de trascendencia en su feudo de Tejas, el industrial Ohio, Tennessee, la patria chica de Gore, y los disputados Misuri y West Virginia. Florida, según CNN, no ofrecía un claro vencedor. Mientras los norteamericanos de la costa del Pacífico seguían votando, la pelea entre Gore y Bush era muy reñida y nadie se atrevía a pronosticar un vencedor. En cambio, Hillary Clinton emergía con total claridad como ganadora del pulso por un escaño en el Senado por Nueva York. Bush cosechaba a las 4.30 de la madrugada victorias en Indiana, Kentucky, Virginia, Georgia, Carolina del Sur, Texas, Kansas, Missisipi, Oklahoma, Alabama, Carolina del Norte, Luisiana, Nebraska, Dakota del Norte, Dakota el Sur, Wyoming, Ohio, Tennessee, Utah, Idaho, Montana, New Hampshire y Misuri, con un total de1 212 votos en el Colegio Electoral. Muy importante para el gobernador de Tejas era la victoria en el industrial Ohio y la humillación infringida a Gore en su feudo de Tennessee. Gore ganó en Michigan, Vermont, Illinois, New Jersey, Massachussets, Maryland, Connecticut, Distrito de Columbia, Rohode Island, Nueva York, Minnessota y Nuevo México, con un total de 172 votos. Se precisaban 270 compromisarios para alcanzar la presidencia y aún quedaba por conocer el resultado en parte del centro y todo el Pacífico. No era claro el resultado de Florida, un Estado clave no sólo porque dispone de 25 de los 270 votos de Colegio Electoral, sino también porque era uno de los más disputados. Lo gobierna Jeb Bush, hermano de George Bush, y cuenta con sólida tradición republicana, pero Gore había hecho allí una gran campaña. El gran argumento de Gore en Florida, donde viven millones de retirados, había sido que la propuesta de privatización parcial de Bush pone en peligro las pensiones de jubilación. Mientras decenas de millones de norteamericanos todavía seguían votando en California y otros Estados del Pacífico, en el hotel Sheraton de Nashville, cuartel general de la campaña presidencial demócrata, nadie infringía la consigna de expresar un cauto optimismo. Los demócratas insistían en que la batalla seguía abierta, pero aseguraban que sus tácticas de último minuto estaban funcionando. Esas tácticas consistían en movilizar el voto fiel de los sindicalistas y los afroamericanos y pedir a los votantes del candidato verde, Ralph Nader, que se inclinaran por el voto útil a favor de Gore. Como nada en EE UU prohíbe hacer propaganda el mismo día de las elecciones, el cuartel general de Gore en Nashville era ayer un hervidero concentrado en lo que se llama Get Out the Vote. Desde allí y otros cientos de oficinas en todo el país, miles de voluntarios demócratas telefonearon a líderes sindicales y predicadores religiosos afroamericanos para que empujaran a los suyos a los colegios electorales. Se ofrecían todo tipo de facilidades, incluidos almuerzo y transporte. Bill Clinton, que pasó la jornada con su esposa Hillary en Nueva York, no tenía ningún papel previsto en la fiesta de Nashville. A costa de perder el magnetismo en campaña de su jefe, Gore ha evitado en los últimos meses cualquier relación con él. "Quiero ganar estas elecciones por mí mismo", seguía repitiendo ayer. Ya desde su nacimiento, hace 52 años, sus padres, el fallecido senador demócrata por Tennessee Albert Gore y Pauline LaFon, le prepararon para disputar y conseguir la presidencia de EE UU. A las 4.30 de la madrugada, hora española, a una hora y media del cierre de los colegios en el Pacífico, estaba lista la puesta en escena en el War Memorial del momento con el que siempre ha soñado Gore: comparecer ante los norteamericanos y agradecerles su confianza al otorgarle la Casa Blanca. A esa hora, Gore, sin embargo, seguía en una suite del Sheraton de Nashville, con los ojos como platos frente a la televisión. Había terminado su campaña en Florida, a las 5.30 de la madrugada de ayer, cuando el sol y los colegios electorales comenzaban a levantarse. Antes de Tampa, el candidato demócrata había celebrado una gran fiesta de final de campaña en Miami Beach. Florida, dijo Gore, "es el lugar donde nacerá el futuro. Desde Miami a Los Ángeles, de costa a costa y de frontera a frontera, los norteamericanos van a decidir que no quieren regresar a las políticas del pasado, que vamos hacia las políticas del futuro".
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