_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Marbella

Hace ya nueve años que vivo en Marbella. Desde entonces, no sé la de veces que me han hecho la pregunta de por qué vivo en esta ciudad. Lo que sí estoy seguro es de que nadie me habría preguntado lo mismo si hubiese decidido tener mi casa en Palencia o en Zamora, que esos sí que son lugares exóticos para alguien que busca un clima agradable, un sitio donde se hacen amigos con facilidad y que está lejos de los envilecedores ambientes cortesanos de Madrid y Sevilla.

No hay duda de que Marbella tiene mala fama, y de esto no se le puede echar las culpas a Gil: la tenía antes de que él llegara. Ya entonces, durante el verano, era la meca de los periodistas del cotilleo. Quizá por eso, había quienes, tras preguntarme por qué vivía en Marbella, a continuación, se interesaban por Rappel, lo que me daba pie para decir que, por lo que sabía, el supuesto adivino vivía en Madrid y que sólo pisaba mi pueblo de adopción en agosto.

Pero es tan desbordante el negocio del cotilleo, que ha rebosado los límites del estío y ha llegado a invadir la campaña electoral de las municipales. El alcalde-sustituto de Jesús Gil, Julián Muñoz, dedicó su intervención en el mitin de presentación de su candidatura a explicar lo buen padre que era y que su supuesto noviazgo con Isabel Pantoja era cosa "de un vidente y un maricón". Ese es el nivel.

En Marbella, el debate político -que ya era escaso- ha sido sustituido por el puro cotilleo, con la inestimable colaboración de la televisión pública andaluza y su programación vespertina, excelente muestra de lo que la segunda modernización puede dar de sí. Canal Sur ha sido incapaz de emitir debates sobre temas calientes como el PER, los problemas de convergencia de Andalucía o la mismísima segunda modernización, pero no ahorra ni un minuto para tenernos informados de la última hora del debate político-festivo marbellí. Esto es lo que hay.

De las arcas de Marbella han desaparecido 400 millones de euros. Ni se sabe el dinero que el Ayuntamiento debe a la Seguridad Social de las cotizaciones de sus funcionarios y empleados. La ciudad sigue sin actualizar su plan general de ordenación urbana. Gil, Muñoz y un puñado de concejales tienen decenas de asuntos pendientes con la Justicia, pero lo único que se debate estos días es lo del alcalde-sustituto y la Pantoja.

En las últimas elecciones, el GIL consiguió 87.742 votos en las trece localidades en las que se presentó, lo que le proporcionó 93 concejalías y 5 diputados provinciales, muchos de los cuales, cuando Gil ordenó replegarse a Marbella y abandonar sus aventuras expansivas, terminaron pasándose al PP, que, por lo visto, a la manera de la antigua Legión Extranjera, no pregunta a nadie por su pasado. En algunas de las localidades, el GIL casi ni hizo campaña electoral: Gil protagonizó algunas apariciones fugaces en una limusina blanca -sin duda, la más hortera que pudo encontrar- y bastó eso para asegurarse la victoria. Siempre he pensado que buena parte de su electorado tenía problemas de percepción de la realidad y hacía buena esa frase de Woody Allen que afirmaba que "la vida no imita al arte, sino a la mala televisión".

Ahora la duda en Marbella es si este escandalillo beneficiará o perjudicará al GIL. Me temo lo peor.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_