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Columna
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Querida Presen

El domingo por la noche me acosté sin haber tenido la precaución de escuchar los mensajes en el teléfono, así que me he topetado con la esquela de golpe, bien temprano. Y como si no fuera tuya, por si no lo fuera pese a los inequívocos datos que en ella se consignaban (Presen Sáez de Descatllar), he marcado tu número. (Te reirías de tal inútil quimera).

Luego nos hemos ido llamando las amigas y conocidas, deudoras cada cual de esa porción de energía que absorbimos desde ti durante tantos años. Desde tus tiempos como funcionaria de prisiones en pleno franquismo, cuando con Mercedes Jabardo te empeñabas en la titánica tarea de llevar al aula a "tus gitanas", en las tristes dependencias del Paseo de la Pechina. Bien que lo sintieron reclusas y compañeras cuando te jubilaste, con homenaje y fiesta privada (y multitudinaria, así era de pública tu privacidad por los afectos que concitabas). Y también con medalla oficial, que no sé hasta qué punto te haría ilusión.

Con el retiro, tu tiempo lo ganabas tú, pero ya lo tenías regalado a Atelier, a la Casa de la Dona, a Mujeres de Negro, a la Marcha Mundial de las Mujeres, a las Jornadas Feministas, a las comunidades de Chiapas y Perú... al empeño de hacer crecer grupos feministas, de asentar nuestra conciencia como seres humanos cargados de derechos y de basar cualquier otro cambio hacia la paridad en una reformulación de las relaciones personales.

Entrar en tus increíbles 70 años no te iba a suponer ningún tipo de rendición. No había una guerra que no te golpeara, ni un maltrato que no te doliera, y la última de tus incansables búsquedas te había llevado a un buceo interior por el camino del Zen. Sabíamos que la compañía del nieto y esa nueva manera de abrir los ojos habían acabado por consolidar en ti un estado de paz que lamentablemente no has tenido tiempo de disfrutar, y nunca pensamos que aquel pequeño achaque fuera el principio de una despedida tan fulminante e inesperada.

Esta mañana, cuando te he llamado como si una vez más fuera a pedirte unos datos, o a confirmar una convocatoria, aún he oído, por última vez, tu voz advirtiendo en el contestador : "No hay nadie, te llamaremos en cuanto podamos". Quizá tus hijos entiendan lo que he grabado después de la señal. Sólo trataba de decir que este jodido mundo, querida Presen, todavía va a estar más vacío, más inhóspito y más injusto si ti.

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