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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Ildefonso Manuel Gil, patriarca de las letras aragonesas

El escritor Ildefonso Manuel Gil ha muerto en Zaragoza a los 91 años de edad. Qué tendrá el pueblo zaragozano de Paniza para alumbrar en 12 años a dos genios de la palabra. María Moliner (Paniza, 1900-Madrid, 1981) y el poeta y autor Ildefonso Manuel Gil (Paniza, 1912-Zaragoza, 2003). Los dos vieron la luz en un pueblo que huele a vino y que juega como nadie con las palabras. Bodegas y palabra. Hermosa coincidencia.

Dejó escrito su testamento vital en Por no decir adiós, publicado en Zaragoza en 1999. "Uno sabe que se tiene que morir y no tiene miedo, sabe que se va a morir, no tiene miedo, pero piensa en quienes le rodean, y no piensas en ti, sino en los que te quieren y van a quedarse sin ti". Era el resumen de ese libro, su última obra, en una entrevista, de las últimas, que concedió a la cadena SER en su programa de Aragón. Entonces tenía 87 años y dijo: "El creador nunca se va".

Traductor de Os Lusiadas, de Luis de Camoens; estudioso de la obra de Benjamín Jarnés, Mor de Fuentes, Federico García Lorca, Valle-Inclán, Baroja, Azorín o Bécquer; memorialista en Un caballito de cartón (1996); codirector de revistas como Literatura, junto a Ricardo Gullón, y sobre todo narrador y poeta.

La voz cálida (1934) forma parte de su herencia poética. Además escribió Poemas del dolor antiguo (1946), Homenaje a Goya (1946), Luz sonreída, Goya, amarga luz (1972), El tiempo recobrado (1950), Elegía total (1976) o Las colinas (1990). Sus obras, atadas a la tierra aragonesa, están recopiladas en Hectopoemario.

Pero los peronajes de Pinarillo, la historia de los cortadores de dalla, han sido quizá poco valoradas en los últimos años, que se han volcado en la faceta poética de este hombre bueno y menudo, enlace de lo que España había perdido con la posguerra, y que salió adelante.

"Por eso él se reivindicaba como un miembro de la generación del 36", como le definía Jose-Carlos Mainer, catedrático de Literatura de la Universidad de Zaragoza, en el día de ayer, pocas horas después de su muerte, y que reivindicaba sobre todo su faceta de poeta.

Fue muy amigo de Ramón J. Sender y de Francisco Ayala, con los que coincidió en sus años de exilio en Estados Unidos, adonde le llevó la tristeza vital que le embargó tras la guerra. A su regreso a España, fue director de la Institución Fernando el Católico. Seguía siendo profesor emérito de la City University of New York y era además académico numerario de la Academia Norteamericana de la Lengua Española. También en su patria chica le reconocieron sus méritos: en 1992 recibió el Premio Aragón y es el autor del himno de la comunidad.

Su obra ha sido ampliamente estudiada, entre otros eruditos, por Rosario Hiriart, José-Carlos Mainer, María Antonia Martín Zarraquino, Antonio Pérez Lasheras y Manuel Hernández. Ildefonso Manuel Gil está desde ayer en el tanatorio del cementerio de Torrero, de Zaragoza. Mañana será enterrado en Daroca, ciudad donde vivió cuando era muy pequeño.

Ildefonso Manuel Gil.
Ildefonso Manuel Gil.

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