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Reportaje:REPORTAJE

Cinco santos para el siglo XXI

El 4 de mayo, el papa Juan Pablo II elevará en Madrid a los altares a tres religiosas y dos sacerdotes españoles que vivieron en la primera mitad del siglo XX. La ceremonia recuerda otra análoga del 12 de marzo de 1622, fecha en la que Gregorio XV (1621-1623, que dictó las modernas reglas para la elecciones de los papas) elevó a los altares a Teresa de Ávila, fundadora de las Carmelitas Descalzas; Ignacio de Loyola, fundador de los Jesuitas y primer general de la Compañía; el tercer general de esta orden, Francisco Javier, e Isidro, el labrador madrileño. Precisamente, los nuevos santos están vinculados espiritualmente con aquéllos o los han tomado como modelos: un jesuita, el padre Rubio; una carmelita, la madre Maravillas; el fundador de la Institución Teresiana, el padre Poveda, y las religiosas sor Ángela de la Cruz y Genoveva Torres.

En esta ocasión, el papa Juan Pablo II ha querido canonizar a cinco religiosos españoles que dedicaron sus vidas al apostolado y la entrega al prójimo
Las sobrinas de la madre María Maravillas recuerdan "su mirada llena de ternura, que trascendía al interior que envolvía a todos con su dulzura"
Monseñor Amigo, arzobispo de Sevilla: "A sor Ángela se la quiere con una devoción sentida, popular, auténtica. Llevó una vida entregada a los pobres"
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Las canonizaciones han coincidido con la posguerra en Irak, invasión militar ante la que el Papa se había pronunciado claramente en contra -reconociendo el carácter sanguinario de la dictadura de Sadam Husein-. Si se le quiere dar una dimensión política a esta postura a favor de la paz, se entiende que el Vaticano no ha querido enfrentarse abiertamente al mundo islámico. Al mismo tiempo, está reciente el descubrimiento de casos de pederastia protagonizados por obispos católicos -la mayor parte hace décadas- y que han aparecido ahora en la prensa de los países anglosajones (protestantes y con fuerte presencia de comunidades judías influyentes). Coinciden también con el apoyo de Roma a la causa política palestina, aunque rechazando los sangrientos atentados terroristas.

En el caso español, las santificaciones también han tenido algunas veces anteriores -casi siempre en tiempos del Gobierno socialista- una dimensión política, al crear Juan Pablo II nuevos santos y mártires que habían perecido durante la persecución religiosa de la Guerra Civil.

El Pontífice ha querido incidir en esta ocasión en las cualidades de apostolado y entrega al prójimo, al santificar a estas cinco personas que vivieron en una época marcada por la pobreza, la marginación y el bajo nivel en la enseñanza, por lo que decidieron dedicar sus vidas a paliar esas carencias. No se ha hecho especial hincapié, como en las citadas veces, en la muerte del padre Poveda, asesinado, asimismo, en los primeros días de la contienda fratricida por el hecho de ser un sacerdote conocido.

PADRE POVEDA

Poveda se distinguió por su preocupación por el bajo nivel educativo e intentó mejorar la formación de profesores y maestros mediante la creación de centros y academias pedagógicos, así como residencias universitarias.

Había nacido en Linares el 3 de diciembre de 1874. A partir de 1911 puso en marcha algo que se pareciera a la Institución Libre de Enseñanza, de la que admiraba sus modernos métodos educativos, aunque sin compartir la orientación ideológica, laica y descreída. Se acogió a las enseñanzas de la "doctora y santa" Teresa de Ávila. La Institución Teresiana tenía como novedades el carácter seglar y la orientación hacia la promoción cultural y social de la mujer, desde una perspectiva cristiana, en un momento en el que el sexo

débil, como se denominaba a la condición femenina, tenía pocas oportunidades de promocionarse social y culturalmente.

Muy vinculada a la obra de Poveda, Ángeles Galino tenía 19 años cuando le conoció y no olvida "su continente sencillo, afable, acogedor, que sabía escuchar sin impaciencia. Era una de las personas más informadas en las cuestiones de educación". En 1953, Galino se convirtió en la primera mujer catedrática de Universidad por oposición en España. Y añade: "Poveda había apostado por la mujer. A mí me trazó unos caminos que he vivido desde mi ser de mujer".

Pedro Poveda fue ordenado sacerdote en Guadix en 1897 y allí comenzó su trabajo educativo. De la ciudad granadina pasó como canónigo a Covadonga durante siete años; de allí pasó a desempeñar la misma dignidad en la catedral de Jaén, hasta que en 1921 se trasladó a Madrid, al ser nombrado capellán real de Alfonso XIII. Escribió varios libros y extendió su fundación a otros países como Italia y Chile. A la semana de la sublevación militar del 18 de julio de 1936, Poveda fue detenido por un grupo de milicianos en su casa madrileña y fusilado el día 28 en las tapias del cementerio de la Almudena. Por esta razón, el papa Juan Pablo II le declaró mártir de la Iglesia al beatificarle el 10 de octubre de 1993. Sus restos son venerados en la Casa de Espiritualidad en Los Negrales (Madrid).

SOR ÁNGELA DE LA CRUZ

Si Poveda realizó una actividad relevante en la educación, sor Ángela de la Cruz se llevaría la palma del fervor popular, sobre todo en Sevilla, ciudad que sabe como ninguna otra festejar a sus elegidos. Nacida el 30 de enero de 1846 en el seno de una familia humilde de 14 hermanos de los que sólo seis llegaron a adultos, desde muy niña dio muestras de poseer una decidida vocación por lo religioso y por ayudar al prójimo. Trabajó de zapatera hasta que que solicitó el ingreso en el convento de las Carmelitas Descalzas, que había fundado la propia santa Teresa, pero no la admitieron porque estimaron que su frágil salud le impediría cumplir con la austera regla de la orden. Entró en las Hermanas de la Caridad, pero se vio obligada a exclaustrarse al caer enferma. Entonces se propuso ser "monja en el mundo" y fundó las Hermanas de la Cruz, llevando desde entonces hasta su fallecimiento una vida "de pobre entre los pobres".

El arzobispo de Sevilla, Carlos Amigo, señala que "para sor Ángela, en Sevilla, no hay ninguna puerta cerrada. La queremos todos. No hay ideas que separen ni distingos sociales. Sor Ángela es de todos y para todos sirve de ejemplo. Es la fuerza de la sencillez, de la humildad, de la alegría y de un amor a los débiles que no tiene medida. Como fue tan aventajada discípula de Jesucristo, por eso es tan buena maestra para todos". Cuando murió el 2 de marzo de 1932, puede decirse que toda la ciudad pasó durante tres días por su capilla ardiente, y el Ayuntamiento republicano de la ciudad, en sesión extraordinaria, le rindió tributo y puso su nombre a la calle de Los Alcázares.

Monseñor Amigo añade que "a sor Ángela se la quiere y venera en Sevilla con una devoción sentida, popular, auténtica. La han dado a conocer las Hermanas de la Cruz con el ejemplo de una vida entregada, con tanta sencillez como heroísmo, al cuidado de los pobres. Si por sus frutos los conoceréis, muy santa debió ser sor Ángela de la Cruz cuando lo que de ella vemos, las Hermanas de la Cruz, es ejemplo tan querido y admirable". Fue beatificada en Sevilla por Juan Pablo II el 5 de noviembre de 1982, y en ese día se celebra su memoria. Su cuerpo se conserva incorrupto en la cripta de la Casa Madre de las Hermanas de la Cruz.

MARÍA MARAVILLAS

Si la monja sevillana no pudo hacer realidad su sueño de ingresar en el Carmelo, María Maravillas Pidal y Chico de Guzmán lo consiguió, y aún fundó, como su patrona, un convento de la orden, en sitio tan señalado como el centro geográfico de España: el cerro de los Ángeles, en el municipio madrileño de Getafe.

Maravillas nació en Madrid el 4 de octubre de 1891 en una familia de la nobleza; su padre era marqués de Pidal, ministro de Fomento y embajador. Al tomar la decisión de tomar los hábitos recibió una carta de felicitación del padre Poveda, ahora compañero de canonización.

La madre Maravillas fundó numerosos conventos en España, y uno en Kottayam (India). Vivió con pobreza y humildad. Tuvo que reconstruir el convento del cerro de los Ángeles, destruido durante la Guerra Civil. La Iglesia la considera como una de las grandes místicas de estos tiempos, siguiendo el modelo de Teresa y san Juan de la Cruz.

Desde el carmelo de La Aldehuela (Madrid) fundó un colegio para niños pobres, mandó construir una barriada de casas y otras 200 viviendas próximas a aquel convento de clausura. En él murió el 11 de diciembre de 1974, día en el que se celebra su fiesta, y allí los fieles veneran su sepulcro.

Sus sobrinas Rocío y Cristina Soto Bertrand de Lis han destacado "la mirada de la madre Maravillas, una mirada llena de ternura que trascendía al interior y que los envolvía con dulzura". Una mirada que siguen recordando y que las acompañará para siempre.

PADRE RUBIO

Antes de la construcción de las carmelitas en el cerro de los Ángeles se había levantado un monumento al Corazón de Jesús en cuyo texto de consagración había colaborado un jesuita: el padre Rubio.

Este religioso, nacido en Dalías (Almería) el 22 de julio de 1864, era el hermano mayor de una familia humilde de 12 hermanos de los que sobrevivieron cinco. Inclinado hacia la vida religiosa, se ordenó sacerdote en Madrid el año 1887, celebrando su primera misa en la iglesia de San Isidro, que iniciaba una vida dedicada por entero al apostolado. Sentía una gran admiración hacia los jesuitas, y en 1906 ingresó en el noviciado de la Compañía en Granada. Gustaba vestir sotana y roquete; su estilo seguía el dictado de la frase que pronunciaba con frecuencia: "Se cazan más moscas con una gota de miel que con un barril de vinagre". No era un gran orador, pero sus sermones y ejercicios espirituales atraía a mucha gente porque parecía vivir lo que predicaba. Frecuentó los barrios suburbiales madrileños, en especial el de la Ventilla, donde se hizo muy conocido. Murió en Aranjuez el 2 de mayo de 1929, localidad a la que se había retirado al sentirse gravemente enfermo. Sus restos reposan en la iglesia de los jesuitas, en la calle Maldonado de Madrid.

Su sobrina-nieta María Dolores Rubio no llegó a conocerle, pero da fe del imborrable recuerdo que el jesuita dejó en muchos lugares, particularmente en su localidad natal de Dalías, incluso aunque abandonara la población almeriense muy pronto. Allí se venera al sacerdote en la iglesia parroquial y en una capilla que se le ha l dedicado.

GENOVEVA TORRES

Los jesuitas y santa Teresa también están presentes en la vida de Genoveva Torres; dos padres de la Compañía la alentaron en los momentos difíciles de su carrera religiosa; el ejemplo de la doctora de la Iglesia fue siempre la estrella polar de sus actuaciones. La vida de Genoveva corre en paralelo a la de sor Ángela de la Cruz. También nació en el seno de una familia numerosa sin recursos el 3 de enero de 1870; pretendió ingresar en las carmelitas, pero su débil salud tampoco lo aconsejaron. Además, desde niña, Genoveva se vio obligada a andar con muletas porque hubo que amputarle la pierna izquierda debido a un tumor maligno, y, además, sin anestesia por un desafortunado accidente.

Uno de los problemas más acuciantes que tenían muchas mujeres al comenzar el siglo XX era la vida en soledad. Con otras dos compañeras comenzó a recoger en una casa a mujeres solas y necesitadas. Los gastos los sufragaban con labores de costura y bordado. En 1911 constituyó en Valencia la Sociedad Angélica, que se extendió por todo el país fundando casas para desarrollar la labor.

Vicenta Fernández del Moral es la superiora de una de estas casas, situada en la calle de la Princesa de Madrid. De joven conoció a Genoveva y destaca su fuerza de voluntad y la poderosa mirada que tenía. Al morir en Zaragoza el 6 de enero de 1956, las Angélicas tenían casas en Venezuela, México e Italia. Está enterrada en la Casa Generalicia.

¿Cómo serán los santos del futuro? Seguramente irán por la línea de estos cinco que dedicaron sus vidas a mejorar las de los demás; a conseguir la paz más en el sentido griego del término, armonía, que en el de la pax romana impuesta. Construir la paz es renunciar al odio y a la violencia lo mismo en los campos de batalla que en las calles de las ciudades. Y, en cualquier caso, no tendrán nada que ver con las actuaciones seguidas por santos canonizados recientemente, que fijaron sus metas en la consecución terrenal de la influencia política, económica y social.

El papa Juan Pablo II atiende a los fieles mexicanos en la basílica de la Virgen de Guadalupe durante la canonización del indio Juan Diego, el 31 de julio de 2002.
El papa Juan Pablo II atiende a los fieles mexicanos en la basílica de la Virgen de Guadalupe durante la canonización del indio Juan Diego, el 31 de julio de 2002.REUTERS

El proceso de santificación

EN LOS PRIMEROS tiempos del cristianismo los santos se elegían democráticamente, es decir, por aclamación popular entre aquellas personas fallecidas hacía poco y que habían seguido fielmente la vida de Cristo o se habían dedicado a favorecer a los demás.

Desde el siglo V se siguen tres criterios para iniciar un proceso de canonización: la fama de santidad entre el pueblo creyente; el ejemplo de su vida como modelo de virtud heroica, y el poder de obrar milagros, en particular aquellos que se han registrado de manera póstuma. Una vez iniciado el proceso hay que dar tres pasos: 1. Venerable. Con este título se reconoce que una persona difunta ejercitó las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad), las cardinales (prudencia, justicia, fortaleza y templanza), así como las demás virtudes, de manera heroica.

2. Beato. Para esta fase se requiere "un milagro obtenido a través de la intercesión del siervo/a de Dios y verificado tras su muerte". La comprobación del hecho sobrenatural -normalmente, una curación que no obedezca a causas naturales- requiere una instrucción canónica especial, que incluye el dictamen de un comité de médicos y teólogos. No hace falta el milagro si la persona ha sido reconocida como mártir.

3. Santo. En esta última parte se pide otro milagro, ocurrido después de su beatificación, con los requisitos citados en la segunda fase. El Papa puede prescindir de los requisitos. Declarado santo/a, se le concede el culto público, se le asigna un día de fiesta y se le pueden consagrar iglesias, santuarios y ermitas.

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