Pobre alma rusa
Es San Petersburgo la cuna del teatro de danza satírico ruso, una corriente que empezó propiamente en el último tercio del siglo XIX y que, ya en el XX, tuvo en su afilada corriente a figuras como Maiacovski, Rotchenko, y sobre todo Goleizovski en plenos años veinte, los gloriosos momentos de las vanguardias. El espectáculo conjunto de estos jóvenes artistas alemanes de Berlín Este y rusos del San Petersburgo poscomunista es heredero de esa corriente pero, naturalmente, con mucha menos gracia y nivel estético.
Hopeless games (traducido literalmente como Juegos desesperanzados) empieza de manera brillante con dos escenas graciosas e inspiradas: los samuráis en zapatillas de punta y el juego de la ruleta rusa. Luego se hace tedioso y facilón, con secuencias que quieren ser acrobáticas, algunas, y bailadas otras, bastante torpemente interpretadas y que suenan a improvisaciones sacadas del teatro de calle, pero mal resueltas sobre la escena. Poco o nada les queda de ese aire atormentado tan caro al arte ruso.
Do-Theatre St. Petersburg & Fabrik Postdam
Hopeless games. Coreografía y dirección: Eugeni Kozlov. Luces: Jens Siewert. Vídeo: Fionnuala d'Arcy. Con Alexander Bondarev, Wolfgang Hoffman, Irina Kozlova, Sven Till y E. Kozlov. Festival Madrid en Danza. Teatro de La Abadía. Madrid, 20 de abril.
El argumento habla de un viaje imaginario, de una cita en una fábrica abandonada donde se suceden los hechos, esos encontronazos que acaban en tragedia. Al final, hay una muerte colectiva y una visión del tres como metáfora de que el viaje, la vida, continúa implacable. Todo muy visto y oído, muy trillado. La imagen final, con una proyección de fuegos artificiales sobre las "almas blancas" (muy rusa esa recurrencia), también salva en lo posible el trabajo, pero no lo redondea.
Realmente, trabajo coreográfico hay bastante poco y no representa material meritorio; se notan las costuras entre los fragmentos y un estilo circense ya muy superado hoy día. Se trata de una estética del "arte basura", del desecho y la degradación urbana, de los que estos cómicos de la legua venidos a más hacen bandera y plástica. Quizás en los años ochenta aún podrían impresionar a algún público, hoy simplemente aburren, pasan sin pena ni gloria.
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