El Alavés entra en coma profundo

Todas las circunstancias negativas que no le han ocurrido al Alavés en casi siete años se le están acumulando ahora. Unos días, el mal juego; otros, la falta de puntería; otros, la pésima defensa, y ayer, una dosis de mala suerte. Todo se confabula contra el equipo de Mané, que cada vez se queda más solo en los puestos de descenso: suma ocho jornadas seguidas sin ganar (con dos puntos de 24) y sobrevive en la Liga en un estado crítico. Está en coma profundo.

La derrota ante el Málaga fue el resultado injusto de un partido terrorífico. Cualquier atisbo de fútbol desapareció pronto y los 94 minutos de juego se redujeron a un ejercicio de mezquindad del Málaga y a otro de impotencia por parte del Alavés. El equipo de Peiró acudió a Vitoria con los vídeos de los últimos partidos en Mendizorroza bien memorizados. Basta esperar, paciente, para que el Alavés te dé la oportunidad de pescar algo.

Esperó el Málaga, pero encontró más de lo que buscaba. De modo poco comprensible, el Alavés se había quedado con un jugador menos, Desio, a falta de media hora para el final. Contra las leyes del fútbol, el Málaga se replegó aún más y el Alavés buscó la portería de Contreras, aunque con más entusiasmo que lucidez. Karmona llegó a marcar un gol limpiamente que terminó anulado por Carmona, el árbitro, por un exceso de rigor. Entonces, Karmona, un tipo irreprochable pero tocado a veces por el infortunio, perdió la pelota de manera tonta ante Iznata. Allí estaba Darío Silva para mandar al Alavés a la UVI. Y en el minuto 91, cuando más duele.

Los jugadores de Mané reciben cada día un golpe desde un lado diferente, pero no saben reaccionar ante ninguno. Ayer había encontrado en la banda derecha la única fuente fiable para salvar la maraña de Peiró. Pero Edu Alonso, que regresaba después de cinco jornadas lesionado, tuvo que parar en el descanso por una recaída. Al Alavés sólo le quedó un recurso, el del balonazo arriba para buscar los rechaces. El resultado fue una pura impotencia. El Málaga tenía ante sí la oportunidad que esperaba: la expulsión. Se empeñó en desaprovecharla, pero el Alavés hace a veces el trabajo por los demás. Los moribundos son así.