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El reto del cuidado a los ancianos

Los geriatras creen que los poderes públicos no invierten lo que deberían en ayudas a las familias

Suena el teléfono en la central de teleasistencia de la empresa Asispa, una pequeña habitación con ocho puestos de control que atienden todo el día las llamadas desesperadas de miles de ancianos que viven solos en Madrid:

-"¡Cojo la alarma! Teleasistencia, buenas tardes ¿Se encuentra bien, Paquita?", pregunta Gema García, una de las operadoras, tras ver los datos en su pantalla (nombre del usuario, dirección, enfermedades y discapacidades, medicación que toma, teléfono de contacto...).

-"Me he caído. No puedo levantarme".

-"No se preocupe. Tranquilícese. Ahora mismo van mis compañeros a buscarla".

Una unidad móvil con dos técnicos en primeros auxilios y emergencias salen hacia el domicilio de Paquita. En la mano llevan las llaves del domicilio, facilitadas por la usuaria, y un informe completo de su situación.

La nueva filosofía del cuidado a los mayores es hacer posible el envejecimiento en casa
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-"Aquí estoy, tirada como un perro", les saluda Paquita al oírlos entrar en su casa.

En 10 minutos vuelve a estar frente a la tele con su andador a mano y, colgado del cuello, el aparato con un botón que conecta con la central de teleasistencia.

Es únicamente un ejemplo de uno de los servicios más exitosos en la atención a personas mayores solas: sólo en Madrid hay 13.000 personas que se apoyan en él. El progresivo envejecimiento de la población en España ha puesto en evidencia la necesidad de más personas y nuevos métodos, como la teleasistencia, que ayuden al cuidado de los mayores.

Porque los españoles de 65 años y más son ya un 16% de la población -unos 6,5 millones de personas-, según el Imserso, y las proyecciones de población de Naciones Unidas para 2010 los sitúan en el 18%, que aumentará al 43% en 2050.

"Afortunadamente, la gran mayoría de los ancianos españoles se cuidan solos. La necesidad de ayuda no es por la edad", asegura Isidoro Ruipérez, presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología. "El envejecimiento no hace dependiente a la gente, sino las enfermedades o lesiones que padecen".

"Lo que ocurre es que, gracias a los avances científicos, la gente vive más tiempo aunque sea en condiciones de dependencia", apostilla Carmen García, obligada a ser cuidadora por su situación familiar. "Mi padre tuvo una embolia y entró en coma. Nos dijeron que podía ser cuestión de días, meses o años. Llevamos cuatro años atendiéndolo en todo. Yo he pasado una depresión y ahora mismo estoy de baja". Su situación es bastante frecuente: existe un montón de personas anónimas, unas pagadas -aunque en su mayoría con bajos salarios, similares a los de los empleados de limpieza, por debajo de los 600 euros mensuales- y, otras, obligadas, que dedican la mayor parte de su tiempo a atender a otras personas necesitadas. La mujer ha sido tradicionalmente la que ha desempeñado ese papel, muchas veces con un gran coste personal. Pero su incorporación al mundo laboral reduce notablemente el número de potenciales cuidadores de personas mayores, lo que conduce a una situación preocupante.

"España destaca precisamente porque los cuidadores familiares son superiores a otros países. La consecuencia es un menor compromiso de los poderes públicos, que no invierten lo que deberían en ayudas", sostiene Ruipérez. Ése será precisamente el gran reto de los servicios sociales en un futuro próximo: buscar soluciones para aliviar la sobrecarga de las familias.

"La gran asignatura pendiente en España es la de adaptar la medicina a una población cada vez más envejecida y a sus problemas y cuidados concretos", dice el presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, según el cual una buena atención médica -de prevención, de control de las enfermedades crónicas, y una medicina específica para los ancianos- reduciría a la larga el grave problema de encontrar cuidadores.

De hecho, la filosofía del cuidado a los mayores ha ido cambiando en los últimos años: ya no se trata tanto de atender a los ancianos en un centro sanitario como de "hacer posible el envejecer en casa", como indica el jefe del Departamento de Mayores de Madrid, Ernesto Cabello.

Por eso han surgido nuevas opciones: desde los inmigrantes latinoamericanos que acompañan en los parques españoles a los mayores, los servicios de ayuda doméstica, hasta los servicios de asistencia telefónica o los centros de día, que facilitan la estancia del anciano durante la jornada laboral, atendidos por profesionales, pero que permiten el regreso con la familia por la tarde.

"Aquí, además, les aportamos estimulación cognitiva para que no se deterioren, porque en casa suelen pasar el día viendo la televisión o dormitando", explica la directora del centro de día de Moratalaz, un barrio del sureste de Madrid. "Pero es importante para ellos saber que luego vuelven a casa, porque así no se sienten abandonados, ni que son un estorbo para sus familias".

"Hay que reforzar los centros de día porque es la demanda que más va a crecer, porque permite contar con las familias pero de forma equilibrada", sostiene Cabello, quien asegura que, en una ciudad como Madrid, las plazas en residencias son las más solicitadas, seguidas de la ayuda a domicilio, los centros de día y la telesistencia. La creación de más plazas en este tipo de servicios está, por ejemplo, en el programa de los dos partidos mayoritarios para muchas de las alcaldías de las grandes ciudades españolas.

Su interés es que no se basan sólo en la atención física a los mayores. "Es que el aislamiento de los ancianos no significa sólo que no tengan familia", dice Luis Fernando Villa, un arquitecto jubilado que lleva tres años acompañando como voluntario a personas mayores, a través de la organización Solidarios para el Desarrollo. En su opinión, envejecer en casa es lo mejor para los ancianos, pero subraya el riesgo de abandono. "Estamos visitando a los seres más desgraciados de la ciudad. A veces tienen hijos y te cuentan cosas que no quieres oír".

Compatibilizar la atención médica con paliar el aislamiento será el gran reto del cuidado a los ancianos en el futuro próximo.

Sede central de la empresa Asispa, especializada en teleasistencia a los mayores en Madrid.
Sede central de la empresa Asispa, especializada en teleasistencia a los mayores en Madrid.MANUEL ESCALERA

Un nuevo foco de empleo

Los ancianos españoles superan ya los seis millones. Pero, frente a ese número, el Imserso tenía registradas en enero de 2001 (el último recuento a escala nacional que hizo este organismo) 224.738 plazas en residencias y centros de día de todo el país, tanto de titularidad pública como privada.

Aunque no todos los mayores requieren servicios de ayuda, el déficit en todo el territorio nacional es de más de 1.000 centros, lo que suponen unas 176.000 plazas. El grupo SAR, líder en la inversión privada en residencias geriátricas, calculaba hace dos años que el sector necesitaría un billón de pesetas destinadas sólo a infraestructuras para paliar las necesidades del sector y la creación de 2.300 camas nuevas cada año hasta 2026.

El cuidado de los ancianos y discapacitados se convierte así en un potencial yacimiento de empleo. El sindicato Comisiones Obreras calcula que si la Seguridad Social lo incluyera como una de sus prestaciones, lo que implicaría profesionalizar un cuidado que ya desarrollan en su mayoría las propias familias, facilitaría la creación de más de 100.000 puestos de trabajo en residencias y servicios en los próximos cinco años.

Esos focos de trabajo se repartirían entre residencias para mayores, centros de día -donde los ancianos acuden tan sólo unas horas por jornada, pero están atendidos por profesionales- y empleados a domicilio.

Todos estos servicios ya existen, pero a menudo son insuficientes y, sobre todo, quienes los desarrollan tienen con frecuencia unos salarios bajos. O ninguno.

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