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"Sin emoción, el virtuosismo duerme al público", dice Jennifer Larmore

La 'mezzosoprano' estadounidense canta 'Orfeo y Eurídice' en el Liceo

En los artistas, admira el talento, la profesionalidad y el sentido del humor. Le gusta trabajar en equipo y buscar, sin divismos, la complicidad en el foso, en la escena y en los compañeros de reparto. La mezzosoprano estadounidense Jennifer Larmore, que estos días protagoniza la ópera Orfeo y Eurídice, de Gluck, en el Liceo de Barcelona, asegura que la emoción es lo único que importa en el canto. "El virtuosismo vocal puede ser divertido, pero sin emoción acaba durmiendo al público", afirma Larmore.

Jennifer Larmore guarda muy buenos recuerdos de su primera estancia en Barcelona, en 1983, cuando ganó el segundo premio de canto en el concurso María Canals, pero nada supera la emoción que sintió en su debut en el antiguo Liceo, en 1992, cantando el brevísimo papel de la Mensajera de Orfeo, de Monteverdi, bajo la dirección de Jordi Savall. "Es un personaje que sólo sale cuatro minutos, pero su música es tan intensa y desgarradora que conmociona al público. Tuve un gran éxito, aunque, al recibir tantos bravos y aplausos no pude dejar de pensar en Orfeo, que se pasa toda la obra cantando mientras que mi breve papel se lleva todo el éxito", comenta entre risas.

Volvió al reconstruido Liceo en la temporada 2000-2001 para ofrecer un recital liederístico y en la siguiente temporada participó en una versión de concierto de La clemenza di Tito, de Mozart. En su regreso escénico, vuelve a encontrarse con el mito de Orfeo en un cometido mucho más relevante y extenuante. "En Orfeo y Eurídice estás toda la obra en escena y debes expresar todas las emociones imaginables. Es un papel agotador y fascinante en el que siempre descubres nuevos matices", dice.

Desde el inicio de su carrera profesional, en 1982, dando vida a la Rosina de El barbero de Sevilla, Rossini es su más asiduo compañero de viaje en los principales escenarios de todo el mundo. "El glamour llegó al repertorio de mezzosoprano con Marilyn Horne y Teresa Berganza. Ellas nos abrieron el camino con sus maravillosas interpretaciones rossinianas. Las adoro, pero no puedes vivir pendiente de las comparaciones, que siempre son injustas. Lo importante es ofrecer tu propia interpretación e intentar cantar mejor cada día que subes a un escenario", comenta.

En su relación con los directores de escena, pide respeto a sus ideas, profesionalidad y diálogo. "No tengo problemas a la hora de poner en práctica sus ideas. Los límites los marca la realidad física del canto. A veces quieren que te muevas o que cantes en posiciones que te impiden proyectar bien la voz. Entonces se impone un cambio de impresiones", asegura con su mejor sonrisa.

Como ejemplo de esos límites, Larmore recuerda su experiencia con Dario Fo en un montaje de La italiana en Argel. "Me pidió que hiciera un striptease mientras tenía que cantar un aria de enorme dificultad. El problema es que tenía que adoptar algunas posturas en las que era imposible cantar, casi no podías ni respirar. Se lo demostré en el ensayo y entendió que no podía hacer bien las dos cosas. Fue una gran experiencia que me sirvió para marcar mis límites".

A la hora de interpretar títulos del barroco, Larmore, que ha grabado óperas de Monteverdi y Händel con René Jacobs, muestra predilección por las versiones con instrumentos de época. "En música prefiero la autenticidad y el color de los instrumentos originales te inspira de forma especial, te ayuda a buscar otros matices y otros colores en la voz. Por eso me encanta el trabajo que Antoni Ros Marbà ha realizado con la orquesta del Liceo buscando una sonoridad barroca para este Orfeo y Eurídice. Es la primera vez que trabajo con él y he descubierto a un gran músico y a una persona de una sensibilidad extraordinaria".

Jennifer Larmore.
Jennifer Larmore.CARME SECANELLA

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