Nostalgia acumulada
Estos días un buen amigo donostiarra me recordaba al fotógrafo Sigfrido Koch (San Sebastián, 1936-1992). Fue un autor muy prolífico y supo plantearse distintas vertientes de una disciplina que aprendió de su padre y supo trasladar a sus hijas. Muy acertadamente, su obra se expresa no solo desde la intuición de quien sale a la calle para buscar situaciones llamativas y captarlas con su cámara, sino que e deja llevar por una intensa preocupación humanística que investiga distintos vericuetos de la creatividad artística. Un su camino incluyó referencias notables de José Miguel Barandiarán y Jorge Oteiza con quienes mantuvo relación próxima. Mitología e instantes de vacío, entendidos como momentos de pureza anímica y sensorial, planean sobre sus numerosos trabajos, resumidos principalmente el libro La nostalgia acumulada editado por el Ayuntamiento de San Sebastián.
Los códigos para interpretar a este autor deben encuadrarse, al menos, en dos vertientes. Una la catalogación temática y otra la referida a sus criterios estéticos, donde las variables lumínicas sumadas a enfoques desvanecidos y encuadres atípicos, dominados por la fuerza de las líneas y las formas, cumplen papel principal. De esta manera nos encontramos con un bloque marcadamente figurativo de tono pictorialista, incluso impresionista, con la recreación de ámbitos, marineros, campesinos o igualmente urbanos. Llega a evocar episodios míticos escenificados en fiestas y romerías. Se adentra en las señas de identidad del País Vasco con una técnica formulada por el fotógrafo londinense David Hamilton. Construye ambientes con una atmósfera vaporosa, donde una suave indefinición de las formas crea una sensación de bienestar. Un proceso que trastoca la presencia de una naturaleza agreste por otra con apariencia impoluta e ingenua, repleta de notas bucólicas y pastorales propias de un imaginario del siglo anterior repleto de una sugestiva atracción.
Menos conocidas son las imágenes cuya referencia está en rocas y arboles previamente pintados. Se trata de un recurso para alcanzar un alto grado de expresión abstracta extraído de texturas, grietas en las rocas, rugosidades en los arboles o hendiduras en la tierra. Su interés por la abstracción se había manifestado con anterioridad en determinados paisajes, pero la desmenuza con mayor grado de intención en los últimos años de su labor fotográfica. Su legado artístico, materializado en varios libros y numerosas exposiciones, innovador y atrevido, sitúan a nuestro autor como una referencia ineludible entre los creadores fotográficos del País Vasco.
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