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GUERRA EN IRAK | Los presos iraquíes

Los kurdos intentan expulsar a miles de árabes del norte de Irak

El grueso de los peshmergas kurdos han completado su repliegue de Kirkuk, la principal plaza petrolera del norte iraquí, pero aún permanecen hombres armados para mantener la seguridad. La retirada tiene dos objetivos, satisfacer a EE UU y no dar excusas para una intervención turca, que teme la creación de un Estado kurdo.

Pese a esta decisión, los problemas se multiplican: miles de civiles kurdos han comenzado a regresar a Kirkuk para recuperar sus posesiones perdidas durante el proceso de arabización de los años sesenta decretado por Sadam Husein.

En el pueblo de Saad Bin Abi Qaqas, cerca de Kirkuk, Shiya Juma Mohamed, que se queja de la inseguridad, teme ser expulsada de su hogar por los peshmergas. El objetivo político no sería tanto revertir aquella limpieza étnica con una nueva, como asegurar el control kurdo de los yacimientos petroleros del norte de Irak.

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"Estamos repitiendo los errores de Sadam", dice Abdul Karim, miembro del Parlamento autónomo kurdo. "Estamos en contra de lo que está pasando". Pero un alto representante de la Unión Patriótica de Kurdistán (UPK), que es la facción dominadora en la zona de Kirkuk, sostiene que esa política de recuperación de propiedades está avalada por Estados Unidos.

Salam Kakai, de la UPK, tiene su oficina en Daquq y ha firmado documentos para expulsar a los beduinos de su aldea. "Tenemos la orden de que la gente regrese a sus lugares de origen", dice Salam, "y nosotros cumplimos las órdenes". Desde la cúpula de la UPK se niega la existencia de esta política. El líder de la UPK, Jalal Talabani, se enfrenta a un delicado problema. Los kurdos empezaron a ser expulsados de Kirkuk y aldeas vecinas hace 35 años y sustituidos después por familias árabes que fueron obligadas a alistarse en el oficialista partido Baaz. Por ello recibieron de premio las casas vacías de sus antiguos moradores. Esos árabes llevan cerca de tres décadas en esas viviendas.

Un representante de Talabani, Shalaw Alí Askari, sostiene que los únicos problemas que han surgido en estos días se deben a la situación de caos y que su misión es reunirse con los líderes de la comunidad árabe en la zona de Kirkur para asegurarles que no van a ser expulsados. La ONG estadounidense Human Rights Watch no cree en estas buenas palabras, pues tiene documentados 2.000 casos de árabes expulsados o con orden de dejar sus casas. Por la carretera del sur entre Kirkuk y Maqmur, que atraviesa varias aldeas árabes, la visión es reveladora: están abandonadas.

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