"No volveré a Irak mientras lo gobierne el general Franks"
Fuad Takarli, de 76 años, es, probablemente, el más consolidado de los escritores iraquíes. Desde hace 13 años vive en Túnez, pero el suyo es un exilio voluntario para evitar las penurias de un Irak en guerra y sometido al embargo por la comunidad internacional. De hecho, ha seguido viajando con regularidad a Bagdad -allí residen dos de sus hijas-, de donde regresó, la última vez, a mediados de marzo.
Takarli no ha sido un escritor del régimen baazista, de esos que llegaron a escribir poesía en murales con su propia sangre para ensalzar la figura de Sadam Husein, pero tampoco tuvo problemas con él excepto en una ocasión, en 1978, cuando el censor literario le exigió que modificase el mal carácter de un militante baazista que aparecía en su novela.
"La percepción de muchos es que ésta es una guerra contra los musulmanes y se defienden de la agresión refugiándose en los valores de su fe"
"Sólo si se otorgan a los palestinos sus derechos, la región se podrá pacificar. Los árabes se quedarían sin argumentos"
La novela, El largo camino de retorno, acabó siendo publicada en Beirut en 1980, como buena parte de su obra, pero después se vendió libremente en Irak. También ha sido traducida al inglés y al francés. Aquélla es la gran obra de Takarli -tardó 11 años en escribirla-, que ha sido un escritor poco prolijo. Tan sólo ha publicado cinco novelas, además de un puñado de obras de teatro y de relatos cortos. La cara oculta es su única novela traducida al castellano (editorial Cantarabi).
Antes de dedicarse de lleno a la literatura, a partir de 1983, este bagdadí, nacido en el popular barrio de Bab al Chaik, en una familia de juristas, fue juez. Estudió derecho en Bagdad, amplió estudios en París y, ya con el Baaz en el poder, llegó a ser presidente del Tribunal de Apelaciones de la capital. Dimitió del cargo para escribir, aunque sea a ritmo lento.
A lo largo de cuatro horas de conversación en su modesta casa de Túnez, Takarli analiza las luces y sombras del régimen de Sadam. No le duelen prendas en reconocer los "trágicos errores" cometidos por el dictador desde hace veinte años. También recalca, sin embargo, que al principio el baazismo contó con la adhesión popular porque devolvió a los ciudadanos el orgullo de ser iraquíes.
Pregunta. ¿Cómo vivía el escritor en el Irak de Sadam?
Respuesta. Se me respetaba. Yo ya había publicado antes de 1968, el año en que los baazistas se hicieron con el poder. Me consideraban como parte del patrimonio cultural nacional. Respondían positivamente a mis peticiones. En 1983 solicité, por ejemplo, un permiso para viajar a París para promocionar la traducción francesa de una novela. Eran tiempos en que nadie salía del país. Me lo autorizó enseguida el propio Sadam.
P. Su obra no fue publicada por editoriales iraquíes, sino libanesas.
R. "Los egipcios escriben, los libaneses publican y los iraquíes leen". Este aforismo árabe se confirmó, parcialmente, en mi caso. Al censor iraquí no le gustó mi Adnan, un baazista que aparecía en mi novela y que era mala persona. Me pidió que rectificase. Me negué y me fui a Beirut con el manuscrito bajo el brazo. El libro se publicó allí, pero, paradójicamente, fue distribuido libremente en Irak. El grueso de mi obra ha sido publicada en árabe en Líbano.
P. ¿Se carecía, por tanto, de libertad para escribir?
R. Ha habido de todo. En los años sesenta y setenta, ya con el Baaz en el poder, hubo rachas buenas y malas, pero la libertad de creación nunca estuvo muy cercenada. En cierta medida, el Baaz la apoyaba ayudando económicamente a los escritores para que no tuvieran problemas de subsistencia. El punto de inflexión fue 1981, cuando Irak estaba empantanado en la guerra contra Irán. El régimen quiso entonces que la creación fuese propaganda. Si echo la vista atrás, he de reconocer que la monarquía , contra la que tanto luchamos los jóvenes, fue una etapa bastante libre y próspera. Contra el rey Faisal vivíamos mejor.
P. Aunque reconocen sus méritos literarios, otros escritores árabes aseguran que su obra es apolítica.
R. Yo diría que no es explícitamente política. Es sociológica. Describo ambientes urbanos o familiares en los que se palpa la opresión. ¿Eso no es política? Aquellos que me tachan de "apolítico" suelen ser escritores izquierdistas exiliados cuya obra publicada es muy comprometida.
P. ¿Por qué un escritor tolerado por el régimen se exilia voluntariamente?
R. Porque las penalidades de la vida diaria eran insoportables a causa de la guerra y del embargo. En 1990 vine a pasar un mes de vacaciones a Túnez, mi mujer es tunecina, y nos quedamos.
P. ¿Está dispuesto a regresar?
R. Deseo pisar cuanto antes Bagdad porque sé que estaré más inspirado. Pero no volveré a un Irak gobernado por el general norteamericano Franks. Sí lo haré a un Irak cuyos ciudadanos tengan en sus manos las riendas del poder. Acaso regresaría a un Irak administrado, provisionalmente, por la ONU. Créame, no estoy dispuesto a que un soldado de EE UU haga de policía en mi ciudad ni siquiera para ordenar el tráfico.
P. ¿Piensan como usted la mayoría de los iraquíes?
R. Lo más delicado, lo más difícil empieza tras la caída de Sadam. Creo que una mayoría de iraquíes deseaban un cambio -se comprueba con la acogida reservada, a veces, a las tropas extranjeras- pero no de esta manera. Con el tiempo muchos iraquíes han acabado odiando a Sadam, pero si no tienen mucha mano izquierda y no se retiran pronto, los norteamericanos suscitarán tanto o más odio que nuestro presidente. El iraquí es un pueblo con una larga tradición de lucha contra los invasores turcos y británicos. Se habla mucho de la difícil convivencia interétnica -shíies, kurdos, suníes, etcétera- en Irak. Le aseguro que, frente al invasor, las diversas comunidades van a cerrar filas.
P. ¿Cómo juzga la larga etapa de Sadam ahora que ha caído?
R. Sadam defendió brutalmente su monopolio del poder como lo hicieron otros dictadores, desde Stalin a Franco, sin que ninguna potencia pensase en recurrir a la fuerza para echarles. Hubo una primera etapa, cuando era vicepresidente y hombre fuerte del régimen y en los primeros años de su presidencia, en la que modernizó el país y logró que la gente viviese decentemente. Habíamos recuperado el orgullo de ser iraquíes.
A partir de 1980 cometió errores trágicos, la guerra contra Irán y la invasión de Kuwait. No fueron del todo culpa suya. Occidente le animó a que asestase un golpe a Irán para proteger a las monarquías del Golfo amenazadas por Jomeini. Como no la ganó le hicieron entrever que podía quedarse con un premio de consolación: Kuwait. Le engañaron.
P. ¿Conoció a Sadam?
R. En agosto de 1980, poco antes de iniciar la guerra contra Irán nos convocó a un puñado de escritores para contarnos un sueño que había tenido y pedirnos que lo trascribieramos. No me acuerdo muy bien del sueño pero sí recuerdo que aquel día pensé que Sadam estaba a punto de equivocarse de forma calamitosa.
P. ¿Por qué EE UU ha invadido Irak?
R. A medida que pase el tiempo se irán viendo con nitidez los motivos. El primero es Israel. Irak es la principal potencia que, a largo plazo, podía amenazar a Israel. Por algo se le describió como la Prusia árabe. El segundo es el petróleo. El objetivo no es tanto adueñarse de los recursos de Irak como de reducir la dependencia de las monarquías del Golfo empezando por la incómoda Arabia Saudí. Y eso nos lleva al tercer gran motivo: Transformar políticamente toda la región.
P. ¿Tendrá éxito EE UU?
R. Soy bastante pesimista. La democracia no se puede implantar desde fuera con una invasión. La percepción de muchos es que esta es una guerra contra los musulmanes y se defienden de la agresión refugiándose en los valores de su fe. Ante los intentos de desestabilización buscan valores seguros. Así se refuerza el islamismo. Habrá más terroristas que se esfuercen por golpear a Occidente. Sólo si se otorgan a los palestinos sus derechos la región se podrá pacificar. Los árabes se quedarían sin argumentos.
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