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Crónica:FÚTBOL | Liga de Campeones, ida de los cuartos de final
Crónica
Texto informativo con interpretación

Un buen resultado para un mal partido

El Barça arranca un empate en el tramo final ante el Juventus en un aburrido encuentro en Delle Alpi

Ramon Besa

Ni por vecchia ni por signora merecía la Juve acabar con el record del Barcelona en la Liga de Campeones. Un partido tan estraperlista como el planteado anoche por Lippi exigía una respuesta incluso de un equipo tan pequeño como pareció en muchos momentos el de Antic. Y si el resultado, bueno con vistas al Camp Nou, parece tan n poca cosa para los azulgrana no fue por nada más que por la mezquindad del Juventus. El partido tuvo ciertamente la tensión propia de un torneo continental. A efectos de juego, sin embargo resultó reprobable desde todos los puntos de vista. A nadie le pareció mal, por tanto, que el Barça castigara al final al Juventus con la misma medicina que le trató al principio.

JUVENTUS 1 - BARCELONA 1

Juventus: Buffon; Thuram, Ferrara, Montero, Zambrotta (Zalayeta, m.23); Camoranesi, Tacchinardi, Tudor (Birindelli, m. 15), Davids; Nedved; y Del Piero (Di Vaio, m. 36).

Barcelona: Bonano; Gabri, Puyol, Frank de Boer, Reiziger; Overmars (Luis Enrique, m. 38), Xavi (Gerard, m. 28), Motta, Riquelme (Mendieta, m. 17); Kluivert y Saviola.

Goles: 1-0, M.15. Nevded centra desde la izquierda, Montero cabecea, Del Piero intenta una chilena y el rebote de Bonano vuelve a Montero, que marca.

1-1. M. 32. Kluivert pasa a Reiziger que centra, y Saviola recibe el balón, lo aguanta y lo cruza fuera del alcance del portero Buffón.

Árbitro: Lubos Michel (Eslovaquia). Mostró tarjeta amarilla a Kluivert, Gabri y Birindelli.

48.753 espectadores presenciaron el partido en el estadio Delle Alpi.

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El encuentro se jugó durante una hora a gusto del Juventus, que ya había dejado dicho que con un gol a cero se conformaba. A la que estuvo servido se abandonó y permitió que el Barcelona saliera de su ensimismamiento: Tras un rato sin saber si el resultado era bueno o malo, cambió para mejor con las sustituciones y atrapó un empate que le pone a salvo de su actuación de ayer aunque no aún de la eliminatoria, pues a la Juve le da igual jugar en Delle Alpi que en el Camp Nou.

No es éste el mejor Juventus de la historia desde luego sino un mal enemigo y un peor equipo. Tiene un punto de club aparente, y hasta si se quiere seductor, con jugadores como Nedved y Del Piero, y Trezeguet cuando está, que le dan una cierta nobleza futbolística y también presencia en el papel couché. La fuerza física y mental, sin embargo, su entereza y carácter, se lo proporcionan defensas como Ferrara, medios del estilo de Tacchinardi o jornaleros de nombre Turdor, siempre al servicio de la causa, que no es otra que la utilidad antes que la belleza.

Ausente Trezeguet, que come a parte, Lippi prefirió ayer a Tudor a Zalayeta en una declaración inequívoca de sus intenciones: para marcar un gol al Barcelona puede valer igualmente un central que un ariete cuando se trata de que en el partido no pase nada. El tanto inaugural, y normalmente decisivo, lo metió Montero, un zaguero que impuso su físico a la salida de un saque de esquina, una jugada que retrató la diferencia de estatura entre azulgrana y bianconeros.

El Juventus le sacaba al Barcelona un palmo en cada salto y un metro en cualquier carrera, altos y fuertes como eran los locales ante unos forasteros pequeños y encogidos, incapaces de darle aire a la pelota. Lippi levantó un muro en la divisoria para asegurarse el control del juego y prefirió alcanzar el área azulgrana con llegadores como Del Piero y Nedved, o Zambrotta cuando convenía, antes que con delanteros que pudieran animar el encuentro. A la Juve le convenía matar el choque, reducirlo a la estrategia, y el Barcelona no sabía cómo darle vida, porque es un equipo demasiado liviano y escaso de entrejuego.

Frente a un Juventus espléndido en la negación del juego, superior en el cuerpo a cuerpo, el Barça era poca cosa. Acobardado, no tenía salida ni llegada sino que se quedaba en mitad del campo mirando lo malos que eran los italianos jugando y lo bueno que resultaban ganando. Retrasado Motta como medio centro el equipo de Antic no supo darle salida al balón porque Overmars se quedaba siempre a medio camino, sin desbordar ni centrar, y Riquelme no conectaba con Kluivert ni Saviola, disminuido ante los centrales.

La propuesta bianconera demandaba una réplica futbolística, con la pelota como bandera, que los azulgrana no sabían darle. A grandes males se imponían grandes remedios. Una vez comprobado que no había manera de entrar en el partido, ni por lo colectivo ni por lo individual, Antic retiró a Riquelme para dar entrada a Mendieta. Y le salió a pedir de boca. De la rueda de cambios salió especialmente beneficiado el Barça, que se fue creciendo en la misma proporción que el Juventus encogía.

Los azulgrana ganaron presencia en la medular. Tomaron el balón y comenzaron a tocar, a conservar, a combinar, a mover a un contrario que se fue consumiendo, fatigado, lastimado por las lesiones, desgastado por tanto tute. La Juve tuvo ciertamente el segundo gol a tiro, y Frank de Boer salvó el remate, entre otras cosas porque los laterales y los volantes se ganaron unas cuantas llegadas y se imponía en el juego frontal. A la que el Barça bajó la pelota al suelo, sin embargo, el partido viró a su favor, tanto que no sólo alcanzó el empate sino que tuvo un segundo gol a pedir de boca en un remate de Kluivert.

Por una vez, el Barcelona supo jugar mejor con un gol en contra que a favor, y el Juventus se enredó y se desorganizó, con Lippi superado desde el banquillo, falto de jugadores desequilibrantes. Los goles, tan feos como el partido, retrantan la miseria de una noche sin fútbol ni jugadores. El resultadismo se imponía necesariamente en uno y otro bando, y de ahí un empate que deja el partido de vuelta igualmente abierto que el de ida. La Juve no tiene un equipo tan extraordinario como para no pensar que el Barcelona puede ser semifinalista europeo.

Del Piero agarra a De Boer en un lance del partido.
Del Piero agarra a De Boer en un lance del partido.REUTERS

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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