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Reportaje:FÚTBOL | Liga de Campeones: ida de los cuartos de final

Trifulca en Concha Espina

La policía tuvo que cargar para evitar el choque entre aficionados ingleses y radicales madridistas

Un mimo, con la cara pintada de blanco y envuelto en una sábana, se mantenía inmóvil sobre su pedestal en medio del escenario bélico. Los caballos relinchaban en círculos. Sus jinetes, con un casco hermético, que anunciaba batalla, agitaban las porras. Poco después, un hincha inglés enseñaba dos estrías casi fosforescentes, de unos 25 centímetros cada una, en el abdomen. Eran una de las consecuencias de la violenta carga policial. A pesar de todo, el aficionado del Manchester no soltaba su vaso de cerveza ni paraba de entonar el clásico You'll never walk alone. Unos metros más allá, otro hombre, de unos 40 años, trataba de obturar con un pañuelo la brecha que le sangraba en la frente.

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Un portavoz del Samur confesó, mientras sonaban las sirenas, que habían tenido que atender a varios seguidores del Manchester por la carga de la policía con las porras, pelotas de goma y otros materiales antidisturbios. La policía aseguraba con confianza: "Se ha cargado para evitar males mayores. Nosotros no podemos preguntar uno a uno si son malos o buenos". La argumentación de los agentes justificaba así dos cargas preventivas contra una grupo de hooligans que bebía enormes cantidades de cerveza a escasos metros de donde acampan los radicales del Madrid.

Los ingleses derribaron un puesto de golosinas y la Policía Nacional, con una presencia ayer en el Bernabéu abrumadura y cercana a los 40 furgones, no se lo pensó dos veces antes de lanzarse a por los "alborotadores". Algunos aficionados respondieron a los agentes lanzando botellas de cristal. En ese momento comenzaron las carreras, los empujones y la histeria. Una batalla cuyo escenario fue la calle de Concha Espina, ya por entonces cortada al tráfico.

Confusión a la carrera

En un instante la calle se llenó de gente aterrorizada y confusa. Cerca de 300 personas se dispersaban a la carrera, atropellándose unas a otras, mientras se acercaban coches policíales sin distintivo, pero con las sirenas ululando. Los agredidos, después de su fuga, se agruparon de nuevo bajo una enorme bandera con los colores de su quipo y una leyenda impresa: "Dream Trafford". También gritaban indignados y enrojeciendo aún más sus rostros lechosos, bañados por el sol. Así que volvieron a sobrevolar los proyectiles en forma de vasos de plástico y de botellas de vidrio.

En una de las esquinas de la calle, casi dentro de un bar, tres agentes antidisturbios, como si fueran un grupode francotiradores, aguardaban con sus respectivas armas lanzabolas. Estos policías ejercían de barrera y frontera entre los rubicundos británicos y los hinchas más fanáticos del equipo blanco.

Tres miembros de una peña madridista, con simbología racista y fascista en su indumentaria, enseñaron a los ingleses una bandera española anticonstitucional y la agitaron frente a sus ojos. La policía, antes de que pudieran responder, obligó a los ingleses a retirarse mientras los cámaras de televisión se acercaban al lugar.

Muy cerca de allí, los radicales del Madrid, también muchos de ellos con banderas anticonstitucionales, se agrupaban cerca de sus bares favoritos para increpar a los hinchas rivales y a la policía.

En la otra punta del estadio, la mayor masa de aficionados británicos, casi 500, se emborrachaba pacíficamente. Los que no fueron tan pacíficos eran una veintena de aficionados ingleses que se montaron a un vagón del Metro en la estación de Gregorio Marañón y lo regaron de cerveza, así como a sus ocupantes.

Tampoco se lo tomaron con demasiada flema los 1.500 seguidores del Manchester que habían viajado sin entrada. Julio Cendal, el jefe de seguridad del Madrid, aseguró que ninguno de ellos podría tener acceso al estadio, pero que no se esperaba que diesen problemas. Los dieron. Los hinchas, que llevaban deambulando y vaciando barrilles de cerveza desde las dos de la tarde, no se resignaron y trataron de formar un tapón en una de las puertas del estadio. La policía cargó de nuevo contra los díscolos. Uno de ellos, erigido en portavoz por su mayor, aunque precario, dominio del español que sus compañeros, explicó: "No somos gente de violencia. Los policías españoles son unos fascistas, y nos han pegado sin motivo".

El propio Cendal, a la media hora de haber comenzado el partido, acababa confirmando que no había habido más remedio que permitir la entrada a los seguidores ingleses. Una entrada que se realizó poco a poco, en pequeños grupos.

Seguidores del Madrid exhiben pancartas representativas de los trofeos ganados por su equipo.
Seguidores del Madrid exhiben pancartas representativas de los trofeos ganados por su equipo.MIGUEL GENER

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