El "boicoteo" del Ayuntamiento complicó la buena marcha de la fiesta
En cuanto empezaron a aparecer miles de personas que querían seguir el concierto, los organizadores comprobaron la gravedad del "boicoteo" del Ayuntamiento de Madrid, que les obligó a reducir el escenario a la mitad y a montarlo en una esquina de la plaza de la Independencia, a la entrada del parque del Retiro. Entre los cantantes y la puerta, el principal obstáculo, cabía poca gente. Mucha menos de la que estaba entrando.
Tras los primeros empujones, tapones y acaloramientos, los organizadores clamaban contra el Ayuntamiento. "Se han cargado el efecto acumulación. Hay mucha gente que quiere ver el concierto, pero se queda atrás un rato, comprueba que no se ve nada, y entonces se marcha a tomar una cervecita. No tiene nombre, sólo pretenden aguarnos la fiesta", se quejaba el Gran Wyoming.
La víspera estuvieron negociando con la policía hasta las tres de la mañana. Todo eran complicaciones. Les mandaron a una esquina. Eso obligaba a reducir a la mitad el escenario. Primer problema: había que retirar mobiliario urbano para colocarlo. Imposible. Toda la negociación se producía, además, sin la presencia de representantes del Ayuntamiento. Sólo estaba la policía. En ese tira y afloja, también se prohibía ocupar la calzada con el escenario. Y colocar los altavoces, y una mesa de sonido... Horas después, el resultado de un pacto milimétrico podía verse tras el escenario: hierros que pasaban rozando paradas de autobús, la gente lejos de los artistas, y empujones y acumulación de público.
Argumentos sepultados
Todo este caos en vez de lo previsto: un concierto multitudinario con el escenario en la puerta de Alcalá y espacio infinito hasta la Cibeles, en bajada, para que la gente pudiera verlo bien desde cualquier punto.
Los argumentos que ofrecía el Ayuntamiento quedaron sepultados por la realidad, según los organizadores. El principal era que no se podía colocar el andamiaje junto a la Puerta de Alcalá porque estropeaba el parterre. Pero luego, como la gente no tenía otro sitio desde el cual seguir el concierto, miles de pisadas arrasaron el césped. Además, donde no dejaron colocarse a los artistas, no pusieron problemas para que estuvieran las torretas de las televisiones.
El alcalde, José María Álvarez del Manzano, se convirtió así en diana, y los manifestantes pidieron varias veces su dimisión. Víctor Manuel recordó a Tierno Galván, el alcalde socialista, para contraponerlo al actual, a quien calificó como "el alcalde más nefasto que ha visto la Puerta de Alcalá". Pese a su actitud, según gritó Wyoming al público, el edil del PP no logró "las pintadas agresivas que estaba buscando". Y tampoco que en ningún momento hubiera tensión.
Al final, Javier Gurruchaga logró colocar a la gente para "la foto que quería evitar Manzano": todos juntos, con las manos en alto pidiendo el fin de la guerra, y con la Puerta de Alcalá de fondo.
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