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Reportaje:ÁNALISIS

Con Washington, por encima de todo

Pilar Bonet

Cada nueva jornada bélica en Irak pone a prueba los nervios, el realismo y la capacidad de análisis de la élite política y militar rusa, que, tras haberse formado en la rivalidad con Estados Unidos, se adapta ahora a tareas como la lucha contra el terrorismo y la proliferación armamentista. La guerra está provocando turbulencias en la política de cooperación con Washington que el presidente Putin inauguró tras el 11 de septiembre de 2001, pero el líder ruso sigue firme en su empeño de mantener unas relaciones estratégicas privilegiadas con la Casa Blanca sin renunciar a su punto de vista.

Desde la desintegración de la superpotencia soviética en 1991, Putin es el primer dirigente ruso que saca conclusiones sistemáticas y prácticas de la debilidad de su país, que, con un PIB de 350.000 millones de dólares, representa sólo el 1,1% de la economía mundial. Para salir de la crisis, Rusia no necesita de guerras como la de Irak, por mucho que la subida del precio del petróleo pueda favorecerle temporalmente, sino de condiciones internacionales estables que le permitan realizar su reforma económica e integrarse en el mundo. Las ambiciones rusas pasan por el ingreso en la Organización Mundial de Comercio; la consolidacion del estatus en las asociaciones de élite, como el G-8; una relacion de mayor rango y complejidad con la UE, y la vinculación máxima con las estructuras militares y de seguridad existentes.

Políticos rusos han transmitido en privado un mensaje tranquilizador para EE UU; la escalada verbal tiene un límite tanto en intensidad como en duración
Moscú, que durante la guerra fría aprovechaba cualquier fisura para tratar de dividir a la Alianza Atlántica, es hoy un defensor de la unidad de Occidente

Incluso al expresar su desacuerdo con el ataque a Irak, Putin ha subrayado la importancia de la relación transatlántica de Rusia, y lo mismo han hecho los miembros del Gobierno y el ministro de Exteriores, Ígor Ivanov. Para el Kremlin, ninguna relación con un país europeo, ni siquiera con Francia y Alemania, pesa tanto como la relación con Washington. En París, el pasado febrero, Putin calificó la posibilidad de que Francia, Rusia y Alemania ejercieran un contrapeso a EE UU como una "mala variante para la situación en el mundo". "Mala para EE UU y para Europa", puntualizó el líder, que se declaró rotundamente en contra de "ejes" y "bloques".

De forma paradójica, Moscú, que durante la guerra fría aprovechaba cualquier fisura para tratar de dividir la Alianza Atlántica, es hoy uno de los principales defensores de la unidad de Occidente. El vicepresidente de la Duma Estatal, Vladímir Lukin, opina que el papel actual de Rusia es el que el Reino Unido cumplía antes de "acercarse demasiado a EE UU", a saber, de "moderador civilizado" entre Europa y América para "minimizar las contradicciones" con vistas a la "unidad euroatlántica".

Tras opiniones como la de Lukin están la comprensión de que EE UU es la única superpotencia capaz de asumir responsabilidades militares de envergadura, y también la decepción y desconfianza que la política de la Unión Europea provoca en Moscú.

Para describir la relación de la UE con Rusia, el ex viceministro de Exteriores ruso Anatoli Adamishin recurre a una cruda imagen folclórica:

Rusia es un individuo que se ha refugiado en lo alto de un edificio devorado por las llamas. Abajo están los bomberos (los europeos) sosteniendo una manta:

"Tírese, que nosotros le recogemos", le gritan.

Cuando el individuo salta del tejado, los bomberos convierten la manta en una capa de torero y hacen un elegante pase. "¡Oleeé...!", exclaman mientras el individuo se estrella contra el pavimento.

El eje Moscú-Berlín-París es una "ilusión irresponsable" que debe ser evitada a toda costa, según el borrador de la nueva estrategia para Rusia, que el Consejo de Política Exterior y Defensa (CPED) discutió a finales de marzo. El CPED agrupa a los principales analistas de política exterior de Rusia, incluidos algunos con responsabilidades ejecutivas. Según la estrategia ahora en discusión, Rusia sólo podrá participar en la creación de un nuevo orden mundial si incrementa su fuerza y consolida y mejora su papel en los clubes de las grandes potencias. Los analistas recomiendan al Kremlin evitar situaciones que sustraigan recursos para el desarrollo del país.

El "antiamericanismo instintivo", muy extendido aún en la élite rusa, "no es productivo" en el mundo moderno, porque EE UU es la única fuerza capaz de reaccionar de forma real ante el amplio espectro de amenazas en distintas regiones del mundo, señalan las tesis del CPED.

En el coro de la política rusa hay más de una voz . En parte, porque las élites no son homogéneas, y en parte, también debido a una cierta distribución de papeles para la opinión pública nacional e internacional. Ígor Ivanov ha sido muy duro con los norteamericanos, sobre todo en una comparecencia ante el Consejo de la Federación (la Cámara alta del Parlamento), donde dijo que sólo los inspectores internacionales podrán determinar si Irak tiene o no armas de destrucción masiva, en el caso de que los norteamericanos pretendan haberlas encontrado.

Tono crispado

El tono de Moscú y Washington se crispó en torno a los supuestos suministros de tecnología de interferencia de vuelo rusa a Irak. La escalada continuó con la protesta de Moscú ante los vuelos espías norteamericanos en la frontera con Georgia. Luego, Exteriores ruso interpretó como una amenaza la oferta del embajador de EE UU en Moscú de evacuar al personal de la Embajada rusa en Irak.

Más allá de las palabras, Ivanov y políticos cercanos al Kremlin han trasmitido en privado un mensaje tranquilizador para Estados Unidos, a saber, que la escalada verbal tiene un límite tanto en intensidad como en duración. La dureza del tono tiene por objeto evitar que el ambiente antiamericano espontáneo cristalice sobre una posición radical. Un 71% de los encuestados en un reciente sondeo del Centro de Estudios de la Opinión Pública de Rusia cree que EE UU es la principal amenaza para la seguridad del mundo, y un 75%, que EE UU es un agresor deseoso de controlar el resto del mundo. En vísperas de la guerra, el porcentaje de quienes expresaban una actitud negativa ante EE UU se disparó hasta el 40%, una cifra semejante a la de marzo de 2001, cuando los rusos creyeron que sus atletas habían sido discriminados en los Juegos de Salt Lake City. Según el sondeo, sólo un 9% de los encuestados ven a EE UU como un defensor de la democracia, aunque este porcentaje llega a un 20% entre los menores de 23 años.

Bush y Putin, tras la firma del Tratado sobre Reducciones Ofensivas Estratégicas, en mayo de 2002.
Bush y Putin, tras la firma del Tratado sobre Reducciones Ofensivas Estratégicas, en mayo de 2002.REUTERS

Moscú se quiere armar

COMO CONSECUENCIA de la invasión de Irak, los políticos rusos abordan la necesidad de mejorar la capacidad militar de Rusia. En una resolución aprobada el 21 de marzo, la Duma Estatal (Cámara baja) ha propuesto al presidente Putin que corrija el presupuesto de defensa para la segunda mitad de este año y lo eleve al 3,5% del PIB, y que dedique este porcentaje como mínimo para el año próximo. En la actualidad, el porcentaje equivale al 2,64% del PIB.

La desconfianza hacia EE UU se filtra en las palabras de Serguéi Ivanov, el ministro de Defensa, quien ha manifestado que la invasión de Irak constituye un "precedente", porque "mañana será Siria, luego Irán, luego Corea del Norte, y después, ¿por todas partes?". Ivanov no excluyó que EE UU pueda "reanimar el tema de Chechenia", que el Kremlin quisiera dejar cerrado lo antes posible como contienda militar para dedicarse a otros temas.

De momento, la Duma ha dejado para mejor ocasión la ratificación del Tratado de Reducción del Potencial Estratégico con EE UU, que prevé la reducción de las cabezas nucleares a un máximo de 2.200 por parte. Los misiles vuelven a ser protagonistas en Rusia. El 30 de marzo, las tropas de misiles estratégicos comenzaron unas maniobras de 10 días que, según el diario Izvestia, son la primera inspección de envergadura sobre la capacidad de combate de este tipo de armas desde 1991. En las maniobras participan los misiles Tópol, que tienen un radio de acción de 10.000 kilómetros y pueden alcanzar a EE UU. El jefe de estas tropas, Nikolái Solovzhov, ha dicho que los ejercicios pueden influir en los planes para el desarrollo de estas armas.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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