Amargo relato de celos y cuernos encrespados

Dramón brutal y doloroso, sin anestésicos, violentísimo y lleno de cuernos. Todas estas, y más pesadumbres, flotan en las atmósferas del aplastante tedio y la mala vida en un pueblo atrapado en la encerrona rural de Estados Unidos. Y, para amargar aún más el caramelo, pesa sobre la dureza de Rain la losa de su representación de una moral estricta y castradora, que hace estragos entre los pobladores de esta arriesgada y sombría película de Katharine Lindberg.

Es un relato de los llamados crepusculares, con tonalidades tristonas, cuyo baño de sangre ocurre sin gritos ni prisas, callada y casi calmosamente. Es una película difícil e interesante, pero está herida por algunos balbuceos narrativos y de construcción. Por ejemplo, se ve el guión, lo que es indicio de que el relato no ha traspasado del todo las puertas de la escritura y no acaba de instalarse en la pantalla. Un caso: se lee, pero no ve, el sentido del paso rítmico, letánico, de los trenes que miden el tiempo secreto, cordial, de la vida oculta del villorrio. No hay astucia de filmadora y montadora experta en la manera con que Lindberg usa este pálpito. Y hay saltos o respingos en los encadenados, lo que indica que no siempre logra una medida adecuada de los encuadres.

Y se desvanecen así algunos de los magníficos atrevimientos que se palpan, y de las calidades que se adivinan, dentro de este bronco relato de celos y cuernos encrespados, que es un retrato sumamente amargo de la Norteamérica rural.