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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Lejos...

Sería la forma de ubicaros. Lejos de las zonas conflictivas de este planeta. Tal vez por eso vuestras vidas no han cambiado mucho. Acaso habéis maldecido a los asesinos, o habéis pensado durante un instante en la guerra y en sus muertos pasados o futuros; pero el estado de lejanía implica cierta ceguera y cierta incapacidad para sentir. Y es lógico y comprensible porque, seguramente, ni siquiera habéis visto en vuestra vida un linchamiento, un muerto tirado en la calle, una alambrada, una señal de zona prohibida. Y me alegro de que así sea, porque lo ideal sería que nadie lo hubiera visto jamás por no haber existido.

Ahora recuerdo África y toda aquella agresividad cotidiana, las heridas por machetazos, las miradas, el miedo. Y veo aquí, cada día, a cientos de soldados armados, tanquetas a la espera, torretas de vigilancia, alambradas con espinos para preservar la paz ciudadana... Cosas que me niego a admitir como consustanciales a la vida del ser humano. Envidio esa lejanía, ese saber que ninguna bomba puede caer sobre vuestros hijos; que ellos no podrán ser nunca daños colaterales rápidamente olvidados.

Es por eso que a veces os siento tan lejos a todos cuando os escucho hablar de lugares y de actos que me son imposibles de rozar. Es por eso que comprendo que para vosotros un día o dos sin palabras no signifique nada porque la vida, esa que os parece tan difícil, tiene visos de continuidad, en su ilusión o en su rutina, en sus noches y en sus días.

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Los que aquí estamos, en la cercanía de quienes pueden morir mañana (palestinos, iraquíes...) sin haber visto nunca una calle tranquila, ni haber vivido una estresante jornada laboral en una oficina. Nosotros, nos sentimos ligeros porque sabemos que si hemos de partir, sólo podremos llevarnos los recuerdos en la mente y sabemos que nada vale tanto como la vida.

Ni mi rabia, ni la impotencia de los pacíficos, ni vuestros pensamientos lejanos han de servir para evitar la muerte ni la codicia de los dueños del mundo y, además, todos, tarde o temprano, si Buda no lo remedia, volveremos a beber Coca-Cola.

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