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Reportaje:GUERRA EN IRAK | Las reacciones en el Magreb

Miedo al avance islamista en las urnas en Marruecos

Rabat se plantea un aplazamiento de las elecciones municipales de junio para evitar el efecto de la guerra de Irak

"Sería sabio aplazar las elecciones municipales [de Marruecos] en caso de guerra contra Irak. Los ciudadanos no estarán lo suficientemente serenos para adentrarse en una batalla tan importante como una consulta local". Ismael Alaui, secretario general del Partido del Progreso y del Socialismo (ex comunista), se atrevió a expresar en voz alta la semana pasada lo que muchos piensan.

En las elecciones legislativas de septiembre, los islamistas moderados del Partido de la Justicia y de Desarrollo (PJD) triplicaron sus escaños, hasta lograr 42 diputados, y convertirse en el segundo partido por el número de votos cosechados. La dirección islamista da a entender que sus resultados fueron algo mejores, pero que aceptó un recorte cuando se proclamaron.

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El enfado de los marroquíes por la invasión de Irak puede aportar más sufragios a los islamistas, los que, junto con la izquierda radical, denuncian con más virulencia la "agresión" de Estados Unidos. Grandes ciudades como Casablanca, Salé, Tanger o Tetuán podrían ser gobernadas por el PJD.

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De ahí que Ismael Alaui haya pedido abiertamente retrasar las elecciones, previstas para junio. Su propuesta ha provocado un debate que, como en otras ocasiones, zanjará el rey Mohamed VI. "Lo proclamamos con voz alta y firme: 'Es una idea muy buena" aplazar las elecciones, afirma, en un editorial, el semanario independiente Tel Quel, que teme que el voto de los jóvenes -la mayoría de edad electoral acaba de ser rebajada a los 18 años- incremente la marea verde.

"Si los islamistas van a arrasar, que no lo hagan gracias a las víctimas iraquíes", concluye la revista. "El proceso democrático no debe detenerse por culpa de la guerra", responde Mustafa Ramid, dirigente del PJD.

Como otros muchos regímenes árabes, el marroquí ha quedado atrapado entre una opinión pública visceralmente antiestadounidense y sus lazos privilegiados con Estados Unidos.

Desde que empezó la ofensiva anglonorteamericana, Rabat centra sus esfuerzos en apaciguar a una opinión pública embravecida. "Esto es como una olla a presión cuya tapa aprieta el Gobierno para que no salte por los aires, aunque de vez en cuando abre una válvula de escape", comenta un diplomático afincado en Rabat.

Para evitar la crispación la televisión pública 2M siguió retransmitiendo videoclips de la cantante libanesa Fayruz cuando, el 20 de marzo, empezó la contienda. "No hay que olvidar que 2M es una cadena generalista y no de información", se justificó a posteriori su directora, Samira Sitail.

RTM, la otra cadena pública del país, censura sistemáticamente, según denuncia la prensa, las imágenes de los bombardeos estadounidenses como si buena parte de los hogares marroquíes no tuviesen parabólicas con las que sintonizar televisiones extranjeras como la qatarí Al Yazira.

El empeño por hurtar información facilita la propagación de bulos que acaban incluso siendo recogidos por las páginas de los periódicos. Más de un marroquí está convencido de que su Gobierno ha ayudado, discretamente, al Ejército de Estados Unidos enviándole 2.000 monos apresados en las montañas del Atlas y entrenados para hacer estallar las minas colocadas por los iraquíes.

En público, en todo caso, el Gobierno se guarda de exhibirse con los estadounidenses. La negociación del acuerdo de libre comercio entre Estados Unidos y Marruecos, de la que Rabat se vanagloriaba, ha pasado a ser casi clandestina.

Mina Tounsi, la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, llegó a anunciar a la agencia Reuters que la diplomacia marroquí iba a postergarla sine die. Ante la insistencia de Estados Unidos, la ronda negociadora se mantuvo, aunque se trasladó de Rabat a Ginebra, mucho menos visible.

Cuando empezó la contienda, el rey Mohamed VI se precipitó ante las cámaras de televisión -canceló la audiencia que había concedido al presidente andaluz, Manuel Chaves- y pidió a sus súbditos, sobre todo a los más jóvenes, que no se "dejen instrumentalizar para sembrar cizaña y resquebrajar la estabilidad".

Lo importante, añadió, era "cerrar filas" para rematar la integración del Sáhara en el Reino de Marruecos y acabar de desarrollar económica y democráticamente el país. "Las autoridades intentan evitar que la gente se acalore", escribió el semanario Demain comentando el discurso real.

El monarca no se conformó con esta invocación. Sobre el terreno los funcionarios del Ministerio del Interior, empezando por el gobernador de Casablanca, Driss Benhima, se han reunido con responsables locales de partidos y asociaciones para advertirles de que las protestas debían desarrollarse en recintos cerrados. Aquellos que lo incumplen están siendo sancionados.

Por haber incitado a sus discípulos a trasladar a la calle su rechazo a la guerra, un profesor de Tarudant ha sido, por ejemplo, suspendido de empleo y sueldo. En Casablanca o en Kenitra, la policía ha detenido a alumnos de institutos y estudiantes universitarios por atreverse a protestar al aire libre.

Organizadas por partidos y sindicatos, múltiples manifestaciones han recorrido, sin embargo, las calles de Fez, Nador, Sidi Kacem, Rabat o Marraquech. Estas dos últimas, con 60.000 y 30.000 personas respectivamente, han sido las más numerosas aunque han congregado a menos público que las celebradas, hace un año, en solidaridad con la causa palestina.

Las malas relaciones entre sus promotores explican, en parte, la escasa afluencia. En Marraquech, por ejemplo, el cortejo se dividió en tres el domingo pasado: izquierdistas, partidos de la coalición gubernamental e islamistas. Todos juntos han vuelto a convocar, hoy domingo, una macromanifestación en Rabat.

Manifestación contra la guerra en Casablanca unas dos semanas antes del inicio de la invasión de Irak.
Manifestación contra la guerra en Casablanca unas dos semanas antes del inicio de la invasión de Irak.ASSOCIATED PRESS

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