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TRIBUNA

Memorial para las elecciones

Juan Luis Cebrián

La única verdadera amenaza que puede sentir el PSOE ante las elecciones convocadas para el próximo mes de junio es la de un crecimiento considerable de la abstención. Y se trata, en efecto de una amenaza no porque ponga más o menos en peligro su victoria, sino porque, de darse esa oleada abstencionista que algunos anuncian, podría descubrirse en ella el síntoma de una crisis más profunda: la que afecta al carácter de la representación política en nuestro país y al contenido y forma de la mediación electoral. En los inicios de la transición, la endeblez de las organizaciones partidarias, la escasa o nula tradición democrática española y la inexistencia de una clase política definida, capaz de hacerse cargo del conglomerado institucional -en su doble vertiente de poder y de oposición-, llevó a un empeño de fortalecimiento de los partidos y de sus cúpulas dirigentes en lo que podría. considerarse un intento de vertebración del sistema. Esta actitud era razonable si se atiende a los razonamientos expuestos, pero de ella proceden algunos de los factores que contribuyeron luego a generar el desencanto y distorsionan hoy el ejercicio de la representación política. De entre los mismos sobresalen las correcciones a la proporcionalidad del sistema electoral, la exigencia de listas cerradas y bloqueadas en los comicios, el mantenimiento de la provincia como circunscripción -por mandato constitucional-, un reglamento de Cortes que opera como un corsé en torno a la vida parlamentaria, reduciéndola a un espectáculo tan previsto como aburrido y despojándola de todo lo que se parezca a una efectiva acción de control del Gobierno.

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