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Columna
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Memoria

El empecinamiento de la sociedad española para que no se la confunda con la sociedad de socorros mutuos de los 183 diputados del PP sumados al belicismo de su jefe pone nervioso al poder que atribuye a los socialistas el mérito de que la gente salga a la calle, regalándoles una peligrosa capacidad convocadora de la mayoría absoluta. Los asesores militares y los jóvenes propagandistas de plantilla han vuelto a florecer en las televisiones, como ya sucedió durante la guerra del Golfo. Mientras los militares tratan de explicar seriamente la seriedad de una guerra seria entre la potencia militar más grande del mundo y un ejército de soldados descalzos, los jóvenes ejecutivos de acero inoxidable responden a un adoctrinamiento sin duda preparado semanas antes del abrazo de las Azores. En ocasiones llegan a niveles hilarantes debates televisados sobre las finalidades espirituales del conflicto o sobre la correlación de fuerzas en presencia. El bastardo lenguaje técnico consigue efectos sonoros que buscan un lugar en la memoria de las gentes, exactamente allí donde grabaron la evidencia de que Irak disponía del cuarto ejército del mundo y de armas de destrucción masiva que, por lo visto, ahora oculta para mejor ocasión.

La guerra puede ser rápida, y las secuelas, eternas, pero conviene preparar la memoria de la mayoría absoluta por la paz para que recuerde a todos los responsables de este horroroso ajuste de cuentas de matones, unos convencidos de su papel, otros disfrazados de novecientas chicas de la Cruz Roja con las manos llenas de tiritas y de latas de fabada. Oppenheimer, uno de los padres de la bomba A, cuando se enteró de que las habían lanzado sobre Hiroshima y Nagasaki, declaró: "Me he convertido en la muerte y hago temblar". Esta ingenua muestra de compasión le costó ya en 1945 ser sospechoso de actividades antinorteamericanas. Ninguno de los 183 diputados del PP que han tratado de salpicarnos con la sangre y la muerda de esta guerra reconoce que se ha convertido en la muerte y hace temblar; se juegan un lugar en la lista electoral de 2004. Habrá que recordárselo mientras conserven el cerebro sentado en el escaño y el trasero montando guardia junto a los luceros.

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