No tienen quien les escriba
Que pase de nosotros este cáliz, y que pase pronto, es lo que piensan y dicen, si algo dicen, las gentes el PP con las que cambiamos impresiones acerca del embrollo bélico en que nos ha metido el presidente José María Aznar. Es evidente que el asunto les repatea porque, al contrario que con tantos otros, más o menos polémicos, les ha dejado inermes. A lo sumo, arguyen que es una apuesta arriesgada y decidida -algunos añaden el adjetivo de personal- que puede alumbrar grandes rendimientos económicos en un próximo futuro. Al fin y al cabo, anotan, se juega a caballo ganador. Una reflexión mercantilista que, obviamente, soslaya muchos otros aspectos más decisivos y que sólo les convence mediante el forzado ejercicio de hacer de tripas corazón.
La prueba de esta observación es que en los prolegómenos de la guerra, ni una vez emprendida, hemos oído o leído una defensa pública de la misma a cargo de los populares valencianos. Todo el mundo está callado y a la espera de que escampe el nubarrón. Nadie ha roto una lanza por la temeraria iniciativa de su líder, y eso a pesar de que desde las tribunas progresistas -como ellos las califican no sin sorna- les están cayendo los chuzos de punta. Tal alarde de prudencia, lindante con el autismo, es el exponente más revelador del profundo desacuerdo, con pintas de rencor, que cunde en el seno del partido. Una actitud que no avala su coraje, pero que delata, al menos, cierta cordura. Les está vedado gritar el "no a la guerra", pero huyen de afirmar lo contrario y ni siquiera suscriben las pretendidas razones de sus jefes máximos.
En realidad, como queda dicho, se limitan a confiar en que el conflicto se liquide en unos pocos días para que todo vuelva a ser como antes, cuando podían predicar su buena nueva electoral, sin el riesgo de ser corridos y apostrofados. Y lo que es peor, cuando la oposición, en sus plurales obediencias, no se sentía confortada con una buena causa, como es la pacifista. Cierto es que las últimas prospecciones demoscópicas, según parece, todavía les son favorables -al PP, obviamente-, pero sería aventurado presagiar que las intenciones no cambien, incluso en el marco autonómico, si los soldados de Sadam Husein resisten más de lo previsto y el metafórico teatro de operaciones otorga a España el papel de actor, aunque secundario,con todas sus cruentas consecuencias, y no el de modesto comparsa que se le ha concedido.
En todo caso, con guerra corta o menos corta, este chapapote tiñe inexorablemente las perspectivas de la derecha autóctona a dos meses de la cita electoral. A partir de ahora, mientras los misiles iluminen las noches de Bagdad y se tenga noticia de sus víctimas, no es probable que el PP mejore su botín de votos, sino todo contrario y en proporción directa a la degradación moral y descrédito político que ello conlleva. El aludido escrutinio municipal y autonómico de mayo será el exponente de este desgaste y, acaso, un anticipo del que se producirá un año después en las legislativas. "Hay tiempo para enmendar y recuperar al electorado perdido", aseguran en el PP los devotos de santa Lucía.
En estas circunstancias extremas se diluye el interés por otros capítulos partidarios y domésticos que, sin Irak de por medio, condensarían la atención de los círculos políticos. Tal es, entre otros, la distribución del poder que sigilosamente se disputan los fieles al "zaplanismo" y la promoción de dirigentes que emerge con el candidato Francisco Camps. Ni unos ni otros sueltan prenda, pues en ello les va el destino, pero ambos frentes se miran de soslayo y atentos al menor movimiento. A todos les consta, eso sí, que el ex molt honorable y presidente regional del partido ha de conservar su cuota de influencia en este, su feudo.
Quiénes serán sus vicarios en el futuro Gobierno autonómico y con qué entorchados es un asunto que adquirirá su preeminencia a poco que cesen los bombardeos. Y aunque no cesen, pues los plazos se agotan y esta letra vence a 60 días. Ya se han aireado algunas candidaturas. Pero lo más relevante no son los nombres, sino el peso y ámbito de gestión o control que se reservan las aludidas familias. El cómo se resuelva este litigio amistoso nos delatará quién embrida la gobernación de la autonomía. ¿Ustedes qué creen?
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